“Del caos suelen salir las mejores armonías”
EntrevistasG-5

“Del caos suelen salir las mejores armonías”

Víctor Terrazas — 09-07-2025
Fotografía — Lele Leiva

Han pasado casi veinte años desde que cinco artistas se uniesen e hiciesen de la fiesta y el desparpajo una razón de ser a ritmo de funk, rumba, flamenco e incluso rock. Ahora el G-5 vuelve con “El que quiera dormir que se compre una colchoneta” (El Volcán Música, 25), un disco que recupera su espíritu garrapatero y lo planta en el momento actual.

Mira que hay casualidades, pero que a Kiko Veneno, El Canijo de Jerez, Muchachito, Tomasito y Diego “El Ratón” les toque viajar en un Vagón del Silencio, rumbo a Madrid, para presentar su nuevo disco, suena al inicio de un chiste de sobremesa. “Nosotros callados, cuando hemos renegado de eso toda la vida… Todo el mundo ahí con un rosario en la mano, rezando”, suelta El Canijo. “Para cuando Kiko se subió en Sevilla, ya nos habían regañado varias veces. Son cosas que pasan desapercibidas, pero tienen su connotación poética. Es maravilloso. Y más cuando el disco se llama ‘El que quiera dormir que se compre una colchoneta’”, remata Diego.

“Cuando Napoleón conquistó toda España, no tuvo cojones de entrar en Cádiz”

La escena parece escrita por Berlanga, el chiste se cuenta solo. Del G-5 se pueden decir muchas cosas, pero no precisamente que sean un grupo silencioso. “Ya te digo yo que esto es una encrucijada que nos han hecho. Lo único que sabíamos era que iba a haber instrumentos. Nosotros vamos con los compadres, con el buen rollo, con nuestra nube encima”, añade El Canijo, mientras Tomasito y Kiko se parten de risa.

Han pasado diecinueve años desde “Tucaratupapi” (06), aquel disco que saltaba palos y etiquetas a base de funk, rumba, flamenco y rock con olor a papas con choco. Casi dos décadas después, esta “formación fantasma”, como apunta Kiko, se manifiesta con nuevo trabajo, publicado por El Volcán Música. Suena igual de deslenguado y sureño, pero más afilado, más libre. Como si el tiempo no hubiera pasado, pero también como si, en el fondo, el tiempo les hubiera dado la razón. “Del caos suelen salir las mejores armonías”. Un trabajo que, en resumen, mantiene ese espíritu garrapatero del que siempre ha hecho gala. “Seguimos siendo los mismos. Es el mundo el que ha cambiado”.

Lo cierto es que tienen razón. Si el primer álbum se grabó en plena juerga en unos estudios de Jerez, este se ha cocinado cincuenta kilómetros más al sur, en Chiclana, en la Casa del Jerman. Otro campo base del caos reconvertido en un laboratorio de ideas. “Fuimos allí y usurpamos su casa”, confiesa uno. “Estaba loco para que nos fuéramos”, añade otro. “Luis Pelayo, el auténtico dueño, que sale en todos los videoclips, nos dejó la casa para componer y grabar. No pidió dinero: solo salir en los vídeos. Una extorsión en toda regla”, bromea El Ratón. De ese encierro gaditano han salido temas como “Sancti Petri Boulevard” o “El Porro”. “Nos gusta mucho el sur, Cádiz, sus playas, su cielo…”, dice Tomasito.

“El que quiera dormir que se compre una colchoneta” incluye once nuevas canciones inéditas en las que “las letras crecen, se expanden, se actualizan. Están vivas”. Y por eso, inevitablemente, se asoman también a lo social. “Aparte del humor, hay cabeza”, dice El Ratón. “Cuando Napoleón conquistó toda España, no tuvo cojones de entrar en Cádiz. Fue el único sitio libre del asedio francés. Cádiz es bravo”. Además de las referencias sonoras más clásicas, el disco también suena a carnaval. Bebe del sonido murguero, del ácido de las comparsas, de la sátira de las chirigotas. “Somos más de chirigotas”, reconocen. “Kiko siempre dice: ‘Si quieres ver una letra bien escrita, ve a ver una chirigota. Es un texto que pueden cantar un montón de tíos a la vez, y lo entiendes todo’”, explica Muchachito. “Y borrachos”, suelta Kiko. “Veinte tíos borrachos, a veinte metros, y tú entendiendo lo que están cantando. Eso es arte”. “Y eso es Cádiz”, remata Muchachito.

Aunque parezca que todo es jarana, detrás del jaleo hay estructura. Una simbiosis que también incluye a viejos amigos como Juan Ramón Caramés y Pepe Begines, presentes en las dos canciones mencionadas anteriormente. Y, sobre todo, a “Teto” (Rafael Fontaiña), que ha puesto ritmo a casi todo el álbum. “Ha tocado cosas que nosotros no sabemos hacer”, explica Muchachito. “Yo, por ejemplo, estoy más alejado de los ritmos de Jerez, de la bulería, y más cerca del rockabilly. Nos vamos buscando. Al final, el G-5 va de eso: de buscarse”. Y esa búsqueda también se nota en directo. “Que para nosotros son esenciales”, recalca Tomasito. De hecho, fueron precisamente los conciertos los que terminaron de empujar este nuevo encuentro: primero en un homenaje a Camarón en San Fernando, luego en las Noches del Botánico, en Madrid. Ahora, con disco nuevo bajo el brazo, la gira pasará por Barcelona, Madrid, Valencia, Cartagena, Mallorca, Zaragoza y Jaén. “Nos están corrompiendo con jamón”, rematan.

Entre bromas, tangentes y reverencias, asoma también Javier Krahe, y el espíritu de sus letras. “Yo lo conocí por El Ratón”, recuerda El Canijo. “’La Mandrágora’ es de los mejores discos que se han hecho en este país. El Don Quijote de la música”, dice Kiko. Pero es Diego El Ratón quien se guarda la mejor historia. “Una vez coincidimos con él en Zahara de los Atunes. Él tenía casa allí. Acabábamos de comer y nos lo cruzamos por la calle. Nos acercamos a saludarlo: ‘Javier Krahe, eres un monstruo, flipamos contigo’. Y va el Canijo y le suelta: ‘Esta noche tocamos en el chiringuito, ¿te vienes?’. Y Krahe, con esa guasa suya, contesta: ‘¿Vais a poner la música muy fuerte?’. ‘Hombre, a tope’, le responde el Canijo. Y él, tan tranquilo: ‘Lo digo para ponerme del lado de África’”. “Tenía la mezcla justa: calle, cabeza y cultura”, zanja Diego. “Pero lo nuestro, al menos en las letras, es otra cosa. Lo nuestro es el sarao”. Y entre influencias y amistades, también se cuela la Pandilla Voladora, aquel otro grupo de vengadores formado por varios de nuestros protagonistas más Albert Pla y Lichis. “Pero eso fue un encuentro”, aclaran. “Allí cada uno llevaba sus canciones. G-5 es un grupo. Aquí hay discos, hay identidad y jamón”, nos explican. “Apunta eso: ‘Qué bueno está este jamón que nos acaban de traer’”. Lo apunto. Porque al final, G-5 va de eso: de un sarao con retranca, cervezas y amigos. Y a veces, algunas canciones. Un grupo que hace lo que le da la gana. Y, además, lo hace bien. Y si hay que volver diecinueve años después, se vuelve. Con más jaleo. Con más arte. Y, sí, con más jamón para compartir como iguales.

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