Tucaratupapi

Abran paso y pónganse sus mejores galas porque ya tenemos en España a nuestros Traveling Wilburys particulares. Si anglosajones tan ilustres como Bob Dylan, Tom Petty, Roy Orbison, George Harrison y Jeff Lynne se reunían a finales de los ochenta para editar un primer álbum de lujo, ahora nos toca a nosotros demostrar que no somos menos que nadie, tan sólo diferentes.
Por eso es un placer, de los de verdad, escuchar este gran disco facturado alrededor de nuestro Dylan flamenco, el gran Kiko Veneno, muy bien arropado por flamencos como Tomasito; jóvenes desarraigados como Marcos del Ojo Barroso (Canijo), Diego Pozo Torregrosa (Ratón) de Los Delinqüentes y por el que es sin duda el mejor alumno de la clase, Muchachito. Todos poseen la sangre más bulliciosa y caliente que ha parido madre y en eso nos bastamos y sobramos para darle una lección a cualquier esaborío del norte. Canciones tan descacharradas y despampanantes como “El vino y el pescao”, single que merecería arrasar sólo por la frase “me gusta comerte las tetas/eso me hace feliz/parecen regaliz”. O temas como ese country’n’western aflamencado y a todo trapo, con el inconfundible sello Bombo Infierno, que es “40 forajidos”. Y qué decir de la frescura de “El cheque”, que nos remite a los tiempos de Veneno; los aires de frenética tarantella flamenca de “La oreja baila sola” o la sinuosidad mestiza de “La fiebre”. Mujeres, alcohol, drogas, dinero y muchas ganas de pasarlo en grande. En eso son garantía.