“Estamos rodeados de energías muy negativas, pero también muy positivas”
Entrevistas / Fino Oyonarte

“Estamos rodeados de energías muy negativas, pero también muy positivas”

JC Peña — 13-02-2023
Fotografía — Ricardo Roncero

“Arrecife” (Buenaventura, 23), segundo trabajo en solitario de Fino Oyonarte, le muestra pletórico en ese clasicismo intimista y cálido con el que se expresa, a contracorriente de las estridencias en la que solemos movernos.

Bajista de Los Enemigos, artífice de Clovis y Los Eterno, productor de los primeros Planetas o Mercromina, editor de libros musicales, pero por encima de todo, apasionado melómano. A Fino se le iluminan los ojos cuando habla de The Beatles, Beach Boys o Elliott Smith, cuya huella puede trazarse en esta depurada continuación de Sueños y tormentas (Buenaventura, 18). “Para mí no hay música buena y mala, sino la que me gusta y la que no me gusta”, afirma en una larga y deliciosa conversación que mantenemos en las oficinas de la promotora Emerge.

La cosa da para hablar del poder de la introspección, del paso del tiempo y de la pérdida. También, de distopías y de lo complicado que se han puesto las cosas para hacer viable el directo, incluso en su caso. Además, Fino ha tenido el privilegio de participar como coproductor del nuevo disco de Surfin´Bichos, retomando una faceta que tenía aparcada. Presenta su nuevo álbum justo el día en que sale, el 10 de febrero, en el ciclo Microsonidos de Murcia.

Podríamos empezar por el título; “Arrecife” es una palabra poderosa y bonita. Hay varias canciones que tienen connotaciones marítimas. ¿Por qué?
Estaba buscando un título y lo tenía enfrente de mí sin darme cuenta. Tengo un cuadro del Arrecife de las Sirenas, que está en Cabo de Gata, Almería. Lo pintó mi madre. Cuando hago relajación, lo primero que veo al abrir los ojos es ese cuadro. Es un poco la reflexión de cuando tienes cosas cerca y no las intuyes: crees que las cosas están más lejos. Me pasa también a la hora de hacer una canción, sobre qué escribo o qué quiero contar. A veces las cosas están más cerca de lo que te imaginas. En este caso, como había canciones que hablaban del mar como símbolo -“Embarcadero” es un homenaje a toda esa costa de Almería-, hay una especie de viaje de ida y vuelta.
No es que me esté reencontrando con mi tierra, nunca he perdido el contacto. Sobre todo justo antes de la pandemia iba a ver mucho a mis padres porque veía que era una última etapa. Alguien muy especial me dijo: lo suyo es que estés el mayor tiempo posible con ellos, porque va a llegar un momento en que no estén. Lo hice, y creo que todo eso está ahí. En “Arrecife” hay un montón de cosas, de símbolos. Este cuadro sale en la portada reflejado en un espejo que me llevé de casa de mis padres, cuando se desmanteló. Ellos ya se fueron a su viaje eterno.

Es un disco genuinamente personal e intimista, como el anterior. ¿Crees que se necesita tener un cierto poso o cierta edad, haber vivido bastante para hacer algo así?
No lo sé hasta qué punto. A mí me ha salido así. Necesitaba expresarme de alguna manera, y la encontré a base de escribir un diario. Cuando me planteé hacer un disco y empecé a hacer las letras, de pronto decía: “pero si esta frase la has escrito en el diario”. Al fin y al cabo, estaba encontrando una forma de expresar muy directa, íntima y personal. Entonces me dije: ¿por qué no tiene que ser así? Quizá es mi forma de expresar lo que necesito. De momento es el camino, aunque hay canciones en las que me pongo en el papel de otro personaje. Por lo general son bastante personales. Hay un mundo ahí que necesito rascar para mí, pero que exteriorizo.
Todo lo que hay fuera también me influye. Me fijo en cosas que suceden, pero mirando un poco dentro. Hay todavía capas a descubrir para conocerme a mí mismo. Como digo en una canción, al final tengo que aceptar cómo soy. Es una forma de decir que eres así. No es que no hayas cambiado desde pequeño, pero cuando te formas ya tienes una serie de cosas, y a cierta edad debes aceptar cómo eres. Puedes estar soñando toda la vida en que te gustaría ser de esta manera o de otra: a mí me pasa, estamos siempre como esperando algo diferente. Te gustaría que algo fuera de una manera, pero para eso está el esfuerzo que necesitas hacer por cambiarlo.

“Es un LP con las mil referencias de músicas que me han emocionado”

Es un proceso de autodescubrimiento y aceptación. De introspección.
Totalmente. Al principio me daba bastante vértigo. Esto se inició en el disco anterior. Las canciones de este disco son hermanas, y sigo ciertas temáticas del paso del tiempo, de seguir haciendo lo que te gusta. Estamos rodeados de energías muy negativas, pero también muy positivas. Estamos rodeados de ansiedad, pero después hay esperanza e ilusiones. Jugar con todo ese tipo de sensaciones y emociones a través de las canciones me interesa mucho. Y aunque al principio me daba cierto vértigo, porque creo que las canciones son muy personales, como son sentimientos que nos suceden a todos la gente puede sentirse partícipe de alguna manera.

Porque son universales.
Puede parecer que lo que te pasa te sucede sólo a ti, pero la verdad es que nos sucede a todos. Creo que estoy encontrando una forma de expresar lo que quiero hacer y comunicar de una forma personal, que es lo que me preocupaba y lo que mis amigos me dicen que más me gusta y tengo presente. Como la escritura de Javier Sánchez o Rafael Berrio, Josele…hay mucha gente que escribe de una forma creíble que para mí son referentes. José Ignacio Lapido también me encanta. Luego, cada uno tiene su toque personal. Aunque llevo en el mundo de la música mucho tiempo, quizá antes estaba en otras fases de la creatividad que ponían mayor atención a las partes musicales, o en la organización de historias dentro del grupo, con Enemigos o Clovis -con Cristina (Plaza), me expresé más, aunque ella llevaba más el peso de las letras-. Pero en estos dos discos mi forma de escribir está ahí.

Tocas temas eternos y serios -el paso del tiempo, el amor, la muerte-, pero de una manera elegante y delicada. Al final, el disco no es deprimente. Por lo menos a mí no me ha parecido especialmente triste.
Claro, es curioso. Lo he hablado con amigos. Es un disco que también tiene canciones más luminosas como “Avanzar” o “A tu lado”. Algunas tienen bases…son como más esperanzadoras. Curiosamente, esas dos las hice en la época de la pandemia. Miro atrás y veo que lo que me pedían era ánimo. Que en un momento tan oscuro, en aquel agujero del que no sabíamos si íbamos a salir o cómo -y lo estamos haciendo con muchos problemas íntimos, personales y en las relaciones, somos gente sensible y estamos rodeados de muchas tensiones que forman parte de nuestra vida-, fuéramos positivos haciendo canciones y disfrutando de lo que estamos haciendo. Trataba de decir que teníamos que apostar por la creatividad, ya fuera escribir, pintar o hacer canciones. Hay una satisfacción personal como creador, pero la gente también lo va a disfrutar en un directo o escuchando el disco. Puedes estar en casa leyendo un libro ir a una exposición…todo eso es un alimento espiritual importante.

Imprescindible, diría yo. Si no, te abandonas a las energías nefastas de las que hablabas y que nos rodean y te chupan el alma.
Sí, evidentemente. Hay que estar informado. Yo me leo el periódico, pero luego a veces me da tal bajón que me pongo un disco. Y dices: “Hostia”. Hay que reflexionar, pero también necesitas momentos de expansión. O ir a una exposición. El otro día me fui a Málaga y tienes a Picasso…lo que sea. Te llevas algo de ese día. Me cuesta mucho escuchar discos completos porque con tanta música y las listas llega un momento en que te das cuenta de que lo estás haciendo de una manera estresante, o no de la forma en que te gusta y has aprendido. Así que a veces paro.

¿Y un LP como éste no es una reacción contra ese frenesí?
Bueno, más que una reacción, necesita de la atención de quien lo va a oír (risas). Todo el mundo te va a decir que sus discos necesitan atención, pero éste necesita de treinta o cuarenta minutos para que puedas evadirte un poco de la realidad y te des un paseo en él y conozcas un poco lo que estoy haciendo. Pero eso ya lo decía Bowie con cualquiera de sus discos (risas). Hay música que vale para eso, pero hay álbumes y canciones que necesitan un poco de atención en lugar de hacer mil cosas a la vez, para que veas lo que te están contando y qué sientes.

Musicalmente apuestas por un clasicismo bien entendido. Y asoman influencias que tienes muy dentro, como The Beatles, Elliott Smith o Beach Boys, que cristalizan en una propuesta personal. Precisamente oía el otro día la nueva mezcla de “Revolver”. Menudo disco…
Sí, son influencias que me han llegado al corazón, que me han hecho sentir emociones muy fuertes. Me he educado con toda esa música. Ahora lo pienso y me parece que he hecho un pequeño homenaje a muchos de los grupos de los sesenta que he amado. Yo edité el libro de cómo se hizo “Pet Sounds” en la pequeña editorial que tuve. Para mí ese disco es una joya maravillosa. A mi manera, he querido rendir homenaje a esas canciones, metiendo mellotrón, pandereta y cascabeles. ¿Por qué no voy a jugar con ello? Es bonito y lo hago mío. Y disponer de las cuerdas y las armonías de Phil Peterson (St. Vincent, Nada Surf) cuando hay una canción sencilla de piano es un gustazo. “Entre tú y yo” es muy Leonard Cohen de su primera época. Me ha gustado siempre, pero nunca he sacado una canción suya, no lo he escuchado a tope. Mi hermano mayor lo escuchaba, como a Serrat, porque tenía siete años más que yo. Con catorce años yo estaba con otras cosas. Pensaba que era lo que escuchaban los mayores, pero algo se me quedó grabado y con el tiempo ha llegado aquí en forma de canción. En la primera están The Beatles con esos coros que entran y salen y el fliscorno de Pepe Andreu. Pasa también con las colaboraciones: el órgano de Raúl Bernal, al que conocí a raíz del disco de homenaje a Rafael Berrio. En fin, puede que sea un disco con las mil referencias de las músicas que me han interesado de toda la vida, que me han emocionado.

Es lógico.
Quizá no está toda la parte más rockera, porque yo soy muy abierto. Siempre me he dejado llevar por lo que me ha gustado. Independientemente de géneros. Yo no distingo entre música buena y mala, sino entre lo que me gusta y lo que no me gusta. Ya está. Y me he dejado llevar por lo que me gusta. Quizá no sea tan palpable la influencia de Lou Reed, Velvet Underground, o Yo La Tengo, que tuvieron quizá mucho más calado en proyectos como Clovis o Los Eterno. Pero siempre están ahí. Me hace ilusión que el disco sale el mismo día que el nuevo de Yo La Tengo (risas). Soy fan desde que les vi en el 89 en Rock Club…me preguntaba Ira Kaplan que cómo se llamaba la sala donde les di por primera vez. Rock Club. Y él decía: ¡Evidente! ¿Cómo se iba a llamar? Pero volviendo al disco, es verdad que quizá he tirado por unas referencias más clásicas.

¿Y cómo enfocaste la grabación? Has vuelto a contar con César Verdú (León Benavente). ¿Qué buscabais?
Cuando pasado el confinamiento pensé que debía enfrentarme al nuevo disco -Enemigos había sacado “Bestieza” y de repente se paró todo-, me puse a prepararlo. Tenía bastante material ya grabado, por lo menos como ideas en maquetas. Él vivía cerca de casa y se estuvo pasando. Me apoyó desde el primer momento, y fuimos grabando por fases. Me habría gustado que hubiera estado más concentrado porque estoy acostumbrado de toda la vida a preparar un disco y grabarlo en una semana o u mes, pero tuvo que ser así.

¿Prefieres hacerlo en un tiempo más delimitado?
Mira, ha pasado un año y que las canciones se mantengan, que sigas teniendo ilusión, que hables sobre ellas y te enfrentes a tocarlas quiere decir que merecen la pena. Lo que quiero decir es que este proceso de grabar dos días, parar tres meses y demás ha sido para mí un poco duro.

¿Tienes un estudio en casa?
Sí, fue todo bastante casero: grabamos en casa con buenos micrófonos, un buen previo y una buena tarjeta de sonido. Y después un día nos fuimos a Valencia al estudio Río Bravo, donde grabé todas las bases como se grababan en los años sesenta. En un día, con Xema Fuertes, Caio Bellveser y Alfonso Luna, que son musicazos de la hostia. Allí les enseñé las canciones y grabamos las cuatro que llevan batería, bajo y guitarra. Después seguí grabando en casa coros, etc. Y se lo mandé a Phil Peterson para la fase de cuerda. Él colaboró también en el primer disco a través de Daniel Lorca. Tener la suerte de tener a Philip y su hermana Victoria Parker, que es gente que colabora con Lana del Rey, Nada Surf, Los Campesinos!…poder disponer de alguien así a quien le gustan mis canciones es una maravilla.

En cuanto al tono de las letras, apuestas por cierto costumbrismo cálido de lo cotidiano que me recuerda a Joaquín Pascual. ¿Te gusta lo que hace?
Hombre, Joaquín me encanta. Aparte de ser amigo y conocernos de toda la vida desde que empezamos. Yo colaboré con Mercromina, trabajé con ellos en un par de discos, el primero, “Hulahop”, y el último, “Desde la montaña más alta del mundo”. Él ha participado en un par de canciones del disco: en “Embarcadero” con un piano, y en “Entre tú y yo” con un órgano. Ha sido un puntazo. Solemos estar pendientes de nuestras cosas. Siempre que hace algo, me lo manda a ver qué me parece. Encima, me arrastró a una aventura que ha sido muy interesante: la coproducción junto a ellos del nuevo disco de Surfin´Bichos, que saldrá este año, después de casi treinta años. Haberles ayudado a grabar ese disco tan especial ha sido muy emocionante.

¿Sigues haciendo de productor?
Llevaba mucho tiempo sin hacer cosas. En lo mío sí, con César tomo muchas decisiones, aunque me dejo llevar también por todo lo que opina. Esto me gusta y esto no, es una labor en equipo. Y con ellos ha sido así también: se trataba de estar y ayudarles a sacar esa energía. Después ellos lo han mezclado, ha habido un equipo, un trabajo colaborativo. Pero hacía bastante tiempo que no hacía nada. Y me daba cierto vértigo.

¿Pero te gusta esa labor?
Sí, me gusta mucho, pero me he dedicado un poquito más a mis cosas. La aventura de la editorial que tuve, Libros de Ruido…ahora mismo hay muchas herramientas. La gente aprende, puede grabarse sus cosas. Siempre mola tener un punto de vista exterior, pero en este momento tienen que ser cosas que me interesen mucho. Tiene que ser una experiencia que me motive.

¿Y el disco de Surfin´ Bichos está acabado?
Sí, sí. De hecho, sacan un single dentro de nada. Me mandaron el máster ayer o antes de ayer. Está muy bien (se ríe). Es una mezcla de todo, evolucionado…ha pasado el tiempo. Hay cosas de Chucho, de Mercromina…Al fin y al cabo son el ente que estaba en Surfin´Bichos. Hay canciones energéticas y medios tiempos intensos, letras muy directas…¡Ya lo oiréis!

¿Cómo viviste la pandemia con Los Enemigos?
Para nosotros fue, como para casi todo el mundo, un cabezazo contra la pared. El disco salió el 6 de marzo (de 2020) y el 10 nos confinaron. Teníamos cuarenta bolos. Estábamos de promo, iba a viajar a Barcelona y ya no pude ir. No pudimos girar. Habíamos estado ensayando la semana anterior para empezar. El concierto con el que íbamos a empezar en Santiago se hizo a los dos años. En verano hicimos algún concierto puntual con sofás y al aire libre, Hoy parece un mundo paralelo distópico. De hecho, en esa época retomé “1984”, “Nosotros” -que no conocía-, “Un mundo feliz”…”Nosotros” (del ruso Yevgueni Zamiatin) es la primera novela de este tipo, creo que es de 1917. Me puse a leer todo eso, menos mal que compensé con El Quijote (risas).

“No estoy en contra de los festivales, pero son como parques de atracciones”

Lo de tocar en esas condiciones tuvo que ser complicado…
Era un bajón, pero por otro lado la gente necesitaba escuchar un poco de música en directo. Este año se ha abierto la veda y ha sido una explosión, con todo el mundo tocando. Al final pudimos tocar aquel disco y hacer más o menos una gira. Grabamos algunas canciones por Zoom tocando cada uno desde casa. No fue hace tanto. Fue duro porque llevábamos dos años y pico trabajando en el nuevo disco. Pero es algo pasado. De lo negativo hay que quedarse con lo mejor, reflexionar sobre lo que pasó, y tirar hacia delante. Estar en el día a día: lo digo en “Tempestad”. Es un título oscuro, pero habla de eso, de lo que nos cuesta. Siempre estamos diciendo: “Molaría hacer esto dentro de tanto tiempo”, y lo que importa es lo que pasa ahora.

“Arrecife”, como tu trabajo anterior, está totalmente autogestionado. En una entrevista en relación a “Sueños y tormentas” hablabas de la parte ingrata de ello, de todas las servidumbres y dificultades que supone hacerlo tú todo. ¿Cómo lo gestionas?
Mira, no tenía ganas de pasear el disco por ningún sello y soy muy cabezón. Pensé que nadie lo iba a cuidar más que yo. Lo que pasa es que esto tiene una contrapartida: lleva mucho trabajo extra de administración, correos electrónicos, que si la distribuidora, esto y lo otro. Estás metido en muchas partes del proceso que no son la creativa. Eso me quita mucho tiempo de concentración. Ahora estoy empezando a tocar para posibles conciertos y digo: Joder, llevaba sin tocar un tiempo. Es que estoy más pendiente de un mail, de que salga el disco o de la preventa. Tengo ayuda con la promoción -la gente de Emerge- y con mi manager también para los conciertos, con Los Enemigos lo hago y estoy acostumbrado, pero la verdad es que me lo voy a pensar para el futuro, porque me desgasta. Pero, por otro lado, estoy cansado de que con un sello al principio todo sea muy bonito y a los cuatro días, no. O generas, o estás ahí en un segundo plano. Es lógico, porque tienes que tener un montón de grupos y le van a dedicar más atención a lo que más genera. Esto no quiere decir que esté en contra de los sellos, pero sí es verdad que nadie lo va a cuidar mejor que yo.

Enlazando con esas reflexiones: tú que estás dentro de una banda de rock de éxito pero también tienes un proyecto muy personal e independiente de verdad, ¿cómo ves el panorama tras la pandemia y cuáles son tus expectativas?
Hombre, a mí me gustaría tocar y hacerlo con banda, pero sé cuál es la realidad. Con el primer disco toqué un concierto con grupo: en la presentación en Madrid. Después hice algunos con un trío de cuerda cuando nos lo podíamos permitir y si no, solo con la acústica o el piano. Tocar solo con la guitarra fue una experiencia muy potente. Después de tanto tiempo con un equipo, con cierta producción con Enemigos, enfrentarte a los conciertos en solitario fue una experiencia intensa. Me encantaría poder llevar mis canciones a muchos sitios, pero a día de hoy presentamos el disco en Murcia y a partir de ahí veremos qué nos podemos proponer. Es un disco de largo recorrido, como el primero. Vamos a ir viendo la respuesta para ver si podemos entrar en algún ciclo y hacemos conciertos en solitario o podemos hacerlos con banda. Me gustaría hacer alguno con grupo porque en el disco he metido muchas cosas cuando la canción me las pedía. Si después no se puede hacer en directo, ¿qué le vamos a hacer? No tengo por qué hacerlo igual, no es como Enemigos, donde se toca más o menos lo que se graba. Lo mismo con una canción como “Forma de ser” no puedo meter toda la instrumentación, porque requiere de un montón de músicos, pero ojalá sea posible. Yo soy de los que lo deja abierto. En mi vida imaginé poder hacer una canción en el desierto con una orquesta en el programa “País para escucharlo”, y lo hice. Estoy abierto a todas esas experiencias.

¿Crees que estas dificultades obedecen a una cierta saturación de la oferta, a que hay poco público para tantos conciertos, a un cambio generacional, a la explosión de después de la pandemia?
Influye todo mucho. Es difícil llegar a la gente más joven, que quiere música más energética, no tan reflexiva quizá. Están los festivales, y la cultura de salas ha salido bastante perjudicada. No quiero decir que esté en contra de los festivales, no me voy a cerrar esa puerta, está claro, pero un festival es como si fueras al parque de atracciones: ahora me voy a montar en esto, después en aquello, entre medias me voy a tomar una cerveza…Todo eso es cojonudo, pero la cultura de ir a un concierto en una sala a ver un grupo con el que tienes una cercanía más directa, una comunión, es muy interesante que no se pierda. Creo que ambos mundos tienen que convivir, y no como ahora, cuando parece que sólo salen festivales porque es lo que funciona. A los grupos también les interesa porque tienen mucha visibilidad. Pero no es lo único. No creo que los festivales sean los culpables, simplemente estoy haciendo una reflexión de los tiempos que vivimos. Yo no puedo hacer una gira en la que si sufres un pinchazo tienes que hacer diez conciertos para cubrir. Vale, no tengo veinte años. Ahora hay que ser un poco más cauto a la hora de plantearte los conciertos y las giras.

Es que se ha llegado a un punto en el que hay grupos que sólo tocan en festivales.
Totalmente. Y que han nacido en festivales. Eso es así, qué le vamos a hacer. Es el signo de los tiempos. Todo depende mucho de los seguidores que tengas, al final te lo va a decir un promotor o un manager. ¿Cuántos metes? Pues así cobras. Hay cierta injusticia en todo eso, porque hay un desnivel de cachés brutal entre grupos.

¿Hace veinticinco años no era tan extremo?
Yo creo que no. Para nada. Hay gente que se ha subido a la parra como si fuera la hostia. Para los artistas pequeños o las carreras a largo plazo se pone más complicado, porque se busca el éxito inmediato que asegure el mejor caché posible. Me sorprende que algunos grupos lleguen de pronto a cachés estratosféricos. Se podría equilibrar todo un poco, no dejar sólo a los “reyes del mambo” y después estén los de abajo, que van por lo que sea.

Igual es otro efecto de la tecnología: todo tiende a concentrarse en menos manos.
Claro. Hay mucha oferta, todo el tema de las redes con tu plantilla de seguidores...ha cambiado mucho. Lógicamente hay que estar en los tiempos actuales y ver cómo fluye todo, pero con el tiempo y esfuerzo que lleva crear y grabar un disco, después generalmente quieres tener un resultado y poder ofrecerlo en directo. Rafael Berrio decía que si tuviera 70 ó 100 personas en cada ciudad viviría encantado. Pero es que hasta eso es mucho a veces (risas). Si tienes quince o veinte, ¿qué? ¿Te vas a plantear organizar un concierto? Es jodido, y más cuando llevas un montón de tiempo en esto. Ahora, si vas a depender de tocar en unos cuantos festivales y ya está…bueno, estupendo para quien lo vea así. Yo creo que festivales y la cultura de salas tienen que convivir.

Debería ser así.
El de José González fue el primer concierto al que fui tras la pandemia y flipé, porque me di cuenta de lo que me importa la música. Llevaba siete u ocho meses sin ir a un concierto. Me emocioné simplemente con la sensación de ver a alguien en directo. Los sitios medianos y pequeños son los que nosotros hemos conocido cuando empezamos, por los que apostamos y donde nos lo curramos. Los Enemigos fuimos funcionando así poco a poco, hemos vivido todo eso. No es que ese camino lo tenga que hacer ahora un grupo, pero cuando no había infraestructura de nada, todo eso se fue creando. Esa cultura no se debería perder.

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