Sabemos que la música nos ha acompañado desde siempre e incluso poniéndonos bíblicos no cuesta trabajo imaginar que al séptimo día de crear el mundo Dios descansó y de fondo sonó una sinfonía celestial. Pero ¿y la crítica? ¿En qué momento uno de los componentes de la audiencia, levantó el dedo, dio un paso al frente y mostró al resto su parecer sobre lo que estaban escuchando? Posiblemente al mismo tiempo, porque música y crítica musical parecen indisolubles. En cualquier caso “Repertorio de vituperios musicales” no da respuesta este interrogante, aunque a tenor de la selección de críticas que contienen estas 300 y pico páginas, el origen del oficio de crítico habría que ir a buscarlo bien atrás en el tiempo… Los textos compilados por Nicolas Slonimsky se escribieron entre 1800 y 1950 y prácticamente cubren la práctica totalidad de los grandes nombres de la música clásica: apenas Mozart y Bach se libran de la pluma envenenada de la crítica, aunque me temo que se trata más de una cuestión meramente temporal –se tratas de críticas firmadas a raíz del estreno de las obras- que unanimidad a la hora de señalar su infalible genialidad.
De esta manera se califica a la "Segunda Sinfonía" de Beethoven de “dragón herido que se retuerce abominablemente y se niega a expirar”, de Mussorgsky se afirma que es “uno de los ejemplos más flagrantes del caos mental al que la incompetencia de la educación ha reducido a la intelligentsia de nuestro país”, y a la vanguardista “Ionización” de Varese se la despacha tal que así: “Estoy deseando que Varese escuche mi composición orquestada para dos fogones y un fregadero. La he titulado ‘Sinfonía del golpetazo’ y describe la desintegración de una patata irlandesa bajo la influencia de un potente pulverizador”. Aunque atendiendo a la recopilación sin duda los dos compositores que más habrían enfurecido a los críticos a lo largo de la Historia serían Schoenberg y Wagner. Del primero se dicen entre otras lindezas que su música es como escuchar un poema en tibetano y sugiere las fantasías enfermizas del delirio, que o está loco como una cabra o nos encontramos ante un estafador sumamente listo y que “si alguna vez se acepta esta manera de hacer música, espero que la muerte me libere de oírla”. Wagner por su parte “no tiene piedad: te clava el clavo en la cabeza lentamente con grandes golpes de martillo” y su “Lohengrin” produce “un dolor de cabeza terrible. Después de asistir al concierto me pasé toda la noche soñando con un ganso”. Y si a alguien le genera alguna duda la solvencia intelectual de los autores de estas líneas hay que señalar que entre los firmantes se encuentran intelectuales –y profundos amantes de la música- del peso de George Bernard Shaw, Friedich Nietzsche y Oscar Wilde.
En realidad cualquiera podría pensar que Slonimsky, cuya principal actividad profesional y artística es la de compositor, está saldando cuentas pendientes con la crítica a la que este volumen deja en evidencia señalando sus errores garrafales, las terribles valoraciones de obras que el paso del tiempo ha convertido en clásicos indiscutibles. Sin embargo el propio autor y su prologuista Peter Schickele lo desmienten. “Repertorio de vituperios musicales” es, además de un divertido pasatiempo, la versión hardcore y sin paños calientes del “Música de mierda” de Carl Wilson, un libro que a través de su recorrido histórico nos habla del buen y el mal gusto, de la construcción del mismo y de la manera en que nos aproximamos a la música, además de un recopilatorio de ingeniosos comentarios escritos desde las vísceras. Sólo hay que repasar el índice de vituperios incluido en las páginas finales: “aberración”, “anticristo”, “barbarie”, “charlatán”, “dolor”, “estiércol”, “náusea”, “repugnancia”, “tortura”,... son algunos de los términos empleados a lo largo del libro para calificar según qué obras. Unas formas, por cierto, impensables en la prensa contemporánea en la que prima el buenismo y lo políticamente correcto. Va a ser cierto aquello que dicen quienes acusan a los críticos musicales de ser unos mierdas, aunque las razones a día de hoy sean justamente las contrarias...
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