¡El gran Pan ha muerto!
Libros / Ernesto Castro

¡El gran Pan ha muerto!

6 / 10
Luis M. Maínez — 05-04-2023
Empresa — Lacaja Books

La producción de Ernesto Castro está empezando a ser uno de los fenómenos literarios nacionales del momento. Justifico la afirmación con dos cuestiones (creo que) innegables que atraviesan su obra habida hasta el momento. La primera es la prolífica etapa en la que el joven filósofo madrileño está sumido desde que lanzó su libro sobre el trap allá por 2019. Desde entonces ha revisado su ‘Contra la posmodernidad’, ampliándolo considerablemente; ha publicado Ética, Estética y Política; ‘Jantipa o del morir’, su primera novela de la que ya se está publicando su continuación, ‘Perictone o de la libertad’, y también ha visto la luz su tesis doctoral sobre el realismo poscontinental y este ‘El Gran Pan ha muerto’ que nos ocupa hoy y que, como buen admirador de su trabajo divulgativo, he leído con esmero como el resto de su obra.

En este sentido, el propio Castro reconoce en ‘El Gran Pan…’, que durante mucho tiempo se vio en la encrucijada a la que nos somete el paso del tiempo a todos los que escribimos y creamos cuando los años empiezan a llegar y no tenemos la obra que creemos que deberíamos tener publicada para entonces. Una sequía que le asolaba, ésta no provocada por el cambio climático, que ya ha pasado a mejor vida. Ernesto Castro se parapetó delante de su escritorio y se puso a bailar una danza de la lluvia que le ha permitido publicar a un ritmo endiablado, creando un corpus amplísimo para su edad. La fecundidad ha debido de terminar con, al menos, parte de sus dudas sobre su capacidad creativa.

La otra cuestión ha florecido a raíz de que la promesa del Castro escritor se ha convertido en realidad. Aquí salen a relucir algunas de sus carencias como autor, no sé si provocadas por la velocidad a la que se está esforzando en publicar o por una simple falta de know how. Y es que, como ya comenté en esta revista cuando reseñé ‘Jantipa’, Ernesto Castro ha descubierto una vocación narrativa para la cual ni los lectores ni él estábamos preparados. En ‘El Gran Pan ha muerto’, un híbrido de textos de diferentes características esbozados a lo largo de los años, nos encontramos con una brillante exposición divulgativa y ensayística que se da la mano con un “yo narrativo” que no está a la altura de la fama que le precede. El libro, que se estructura simétricamente, se abre y se cierra con sendas exhibiciones de este “yo”, en un prólogo que ocupa más de cien páginas, que es realmente duro de terminar; y con unos diarios, estos más cargados de emoción, pero cuyo estilo es torpe en su esfuerzo. El libro está para ser cortado por cabeza y pies dejando entre medias un precioso ejemplar de pensamiento contemporáneo inteligente y sagaz; atrevido y original, que tiene todas las dosis de personalidad que le hacen falta por la propia elección de temas y una prosa cristalina a través de la que se ve con claridad el nivel de Castro como pensador. Un nivel que, insisto, queda en jaque cuando leemos a Castro narrar. Los famosos ejercicios de escritura con limitaciones de Perec demuestran que, muchas veces, la imaginación no debe volar sino conducirse a través de una carretera delineada previamente. Ernesto Castro lo evidencia en cada obra en la que deja correr la pluma y la pone al servicio de sí mismo. Además, lo peor de su disertación inicial no es solo la disertación en sí, sino la falta de contenido y coherencia de la misma con el resto de la obra. No mejora ni enriquece el resto de este ‘Pan’, que en este caso se convierte en un trasunto de su autor: agarrarse a la novela, en su caso, tiene mucho de intentar no crecer.

Especialmente dolorosa es su comparación entre Joyce y su ‘Ulises’ como forma de traer a Homero al Siglo XX y su trilogía platónica a la hora de hacer lo propio en el XXI con el maestro de Aristóteles. Parece mentira que un erudito como Castro cometa semejante atrevimiento.

Pongamos, en la otra mano, el ambicioso desarrollo del pensamiento propio del autor que, como único intelectual interesante relativamente joven del panorama del pensamiento español, se siente a sus anchas no solo para acercarse a los grandes temas planteados por sus mayores, sino para definir acertadamente los de su generación. De hecho, el texto en el que pone en duda el propio concepto de generación es uno de sus ensayos más acertados de este ‘Pan’. Otra aproximación original en su planteamiento es su historia de dos ciudades particular, que peca de nuevo cuando se vuelve personal.

Ernesto Castro se afianza como autor y como intelectual y muestra sus carencias como narrador en este ‘El Gran Pan ha muerto’. Pensándolo bien, muchos grandes escritores -pienso en el joven Marías- afianzaron su escritura escribiendo y publicando, en lugar de emborronando cuartillas y tirándolas a la basura.

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