Cine africano contemporáneo
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Cine africano contemporáneo

8 / 10
Daniel Grandes — 01-06-2021
Empresa — Catarata

Ocurre al ponerse delante de la portada de “Cine africano contemporáneo” de Olivier Barlet lo mismo que sucede cuando uno tiene en sus manos un ejemplar cerrado de “¿Qué es el cine?” de André Bazin. Es complicado no sentirse mínimamente abrumado ante el tan arriesgado como ambicioso microcosmos teórico que sus títulos nos invitan a imaginar escondidos entre sus páginas. Responder a la eterna pregunta (más vigente hoy que nunca) de qué es el cine me parece tan complicado como pretender diseñar una topología conceptual, histórica y cultural completa del contexto cinematográfico de los países africanos contemporáneos. Pero es al hombre osado a quien la fortuna le da la mano, como bien se suele decir.

Me es imposible no sentir cierto temor, impulsado por un (creo que) justificado síndrome del impostor, a la hora de escribir esta reseña, creyendo casi imposible hacer justicia a todos y cada uno de los interesantes escondrijos que presenta este escarpado paisaje literario esculpido por Barlet. “Cine africano contemporáneo” es un libro escrito aislado de cualquier complejo, que abraza la subjetividad y aparta con el pie lo fríamente académico. Se remarca con una cálida efusividad impulsada por lo imperfecto la presencia de una persona antes que la de un escritor, en concreto la de alguien que, como buena persona, presenta más dudas que certezas. Con la audacia se encubren grandes miedos, también se suele decir.

Olivier Barlet describe sin prejuicios un cine africano que lamenta tener que asociarse siempre a lo político, que parece señalar en cualquier acercamiento creativo patrio la marca de la fractura colonial. Pero esta lamentación implícita no consigue hacer caer al escritor en la mirada condescendiente, ya que no se manifiesta pudor a la hora de remarcar con carácter los que serían los pecados del por Pierre Haffner denominado “cine monstruo”. Se entiende en el libro la reivindicación del cine africano como un sinónimo de una exigencia con el mismo, el cual parece sublimar lo pedagógico por encima de lo creativo, según explica Barlet, para rehuir la frustración resultante de creer que aquello manifestado nunca va a ser mostrado a aquellos que deberían verlo. Es poético como Barlet utiliza las palabras de Richard Wright, ese “lanzaría piedras a la oscuridad y esperaría que sonara el eco”, como metáfora no sólo del cine africano per se sino también de su libro sobre el cine africano, declarando indirectamente que, aunque parezca una batalla perdida, aún se puede ganar la guerra contra la invisibilidad cultural africana.

Son innumerables las concretas reflexiones que surgen del global punto de partida que supone el debate sobre el estado actual del cine africano. Se reivindica en estos párrafos el papel urgente de una crítica que debe adoptar un carácter casi activista y revolucionario, que debe aceptar su papel como constructor subjetivo de una forma colectiva de ver. Se ponen sobre la mesa también preguntas sobre el problema del aislamiento del cine africano, sobre si es este generado por una crisis creativa, mercantil o una mezcla de ambas, sobre si hay alguna forma de derrocar el status quo del mercado cinematográfico actual azotado por el neoliberalismo occidental. Se pregunta también Barlet si debe el cine contemporáneo ante las problemáticas actuales "asumir el presente, despertar a los dormidos" o dejar soñar a aquellos que son más felices con los ojos cerrados ("actuar es lo que el escritor desearía por encima de todo”, dice Jean-Marie Gustave Le Clezio).

"África es el asunto, pero el tema es el mundo", sentencia Olivier Barlet en una de las primeras páginas de su libro, sintetizando a la perfección desde el inicio todo lo que está por venir. Porque este pensamiento sobre el cine africano acaba hablando también del lector. Además de ser una puerta de entrada a un tsunami de títulos, directores e incluso narrativas que nos resultaban inexistentes y que inundarán sin duda cualquier watchlist de Letterboxd, el libro es también una recriminación pasiva. Esta lectura me ha llevado a plantearme por qué me han sido invisibles estos universos cinematográficos. ¿Lo han sido por una industria que ni siquiera ha intentado hacernos llegar estas películas o por mis propios prejuicios inconscientes creyendo que esas historias no iban conmigo? En un mercado tan globalizado donde las barreras territoriales son cada vez más inexistentes para la distribución audiovisual, ¿por qué lo africano sigue quedándose fuera? "No existe frontera que no podamos cruzar", manifiesta el libro.

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