El castigo es colectivo
Discos / Victimas Club

El castigo es colectivo

8 / 10
Holden Fiasco — 10-01-2022
Empresa — Autoeditado
Género — Punk Rock

Me cuesta creer que no te hayas enterado ya, pero, aún a riesgo de parecer un listillo, te lo voy a explicar yo: Iñaki Urbizu "Pela", Joseba B. Lenoir y David Marín ya estaban ahí, aquel día en que despedimos a los Sumisión City Blues en el Mendigo Aretoa de Barakaldo. Y me remonto a ese día porque les he leído contar que fue allí y entonces cuando los dos primeros camelaron al tercero para que se les uniera y formaran el grupo del que hemos venido hablar aquí, que yo aún no he escrito ninguno, así que de mi libro no podemos hablar. No sé si ya lo habían decidido, pero se iban a llamar Víctimas Club. Lo que sí tenían claro, que esto también lo han contado, es que querían que en la nueva banda hubiera un piano. Buscando uno, se toparon con Julen Postigo. Y ya solo nos queda uno, el bajo, para formar el quinteto titular. El elegido fue Jon Zubiaga, alias Osoron, que igual te suena, claro, porque antes estuvo en Gatillazo y en otros.

Pues, eso, que se juntaron, fundaron su club, y ya llevaban un par de años entre nosotros, rondando por ahí, haciendo lo que podían cuando les dejaban, y, justo cuando frisábamos el 2022, han publicado nueve canciones en un disco que titularon “El castigo es colectivo”. Lo ha grabado y mezclado el propio Joseba B. Lenoir en Gakobeltz Hit Faktoria, allí en Durana. Además de las labores de técnico, Lenoir ha producido el disco en la faceta artística y, según sus propios compañeros, la producción se ha notado. Luego, lo ha masterizado Jonan Ordorika en Mamia Mastering, que no está en Durana sino en Azkarate. La cubierta es cosa de un pluriempleado Lenoir, y lo edita Kaset Ekoizpenak, que, por hacer el viaje más completo, en esta ocasión, está en Algorta, y no en Durana ni en Azkarate.

Te doy mi opinión. Creo que este es un disco de punk y rock, que enreda en el cajón del pop, y se mueve por donde merece la pena: por los márgenes, que es mucho más interesante que seguir el camino que marcan los cánones y las convenciones. Meten la cabeza en una tiniebla latente que saben trasladar muy bien en las composiciones, con disonancias llenas de significado que casan muy bien con las letras, a veces elusivas, otras veces tan concretas que parecen apuntar con el dedo. Ese es el estilo del Pela al escribir, que te cuenta las cosas sin concesiones. El piano, claro, es lo primero que llama la atención: no va por ahí repuntando líneas o decorando molduras, no; es más bien la cumbrera del tejado, la viga maestra, siempre en el centro de la canción, pulsando el nervio. "Farsantes contra farsantes", y sigo dándote mi opinión, se sustenta en una emoción inquietante que colma un bajo envolvente, algo que pasará luego en “Cortando encía”, donde raciona la energía con sus cuatro cuerdas. Ésta es la última del lote y de lo más destacado del mismo, y no la podrán radiar mucho que dura más de diez minutos. Con Terry Edwards dándole viento a la canción, tiene una tensión creciente, jadeante, donde resalta la percusión y los contrastes en el ritmo, porque parece que andas caminando sobre concertina, que no descansas hasta esos cuatro minutos finales con los que crean un minucioso universo instrumental, un cosmos que fascina: te quedas como levitando, intentando trasegar todo lo que has ido tragando antes. "El profesional" le sigue la estela en temática, pero el tajo atraviesa recto hasta el tendón. Cuerdas bien puestas sobre la pujanza dramática que dibuja el piano. Un ritmo imparable precinta una letra explícita. Volvemos al deleite de las imágenes poderosas, escabrosas, tan instigadoras y habituales en Iñaki Urbizu: el pan se moja en la escupidera, la cuchilla saja la encía, te arrancan como a una gran postilla. "Pandemia Revisited" y "Somos tu nueva normalidad" podrían usarse en el juicio como prueba de que no solo tienen los pies plantados en el suelo, también se los embarran sin miedo. Dos palabras resuenan en ambas canciones, la primera es precisamente "palabra" y la segunda el verbo declinado "confía" que no se fía de tu recepción y se repite con miga y confitura. Los teclados multiplicados dilatan una canción que parece implosionar con calma. La sexta es "Número 6", instrumental que nace del vacío y de repente surge una voz que, en un monólogo apresurado, presenta una escena violenta y desasosegante. Ellos mismos han dicho que "Mamashima" es la más pop y el estribillo se te pega al paladar. Puede que te parezca que "¿Cuánto tiempo llevamos así?" es la más usual, ordinaria en una historia que puede que interpretes con más facilidad, pero la rima, las preguntas al vuelo, la manera de cantar de Pela la llenan de pliegues y matices. Y para cumplir con mi oído equivocado y subjetivo, me queda la que quizás represente mejor esa toxicidad, ese canallismo surrealista, esa épica vulgar de barrio y serrín, colillas y gargajos en el suelo del bar que ellos mismos han confesado buscar en alguna entrevista, con esa turbia agitación que trepana el ritmo: "Cristo nacido en Judizmendi y muerto en Lazkao."

Era más difícil llegar del principio al final del párrafo anterior, que hacerte un viacrucis de Judizmendi a Lazkao. Si te lo has leído entero, enhorabuena, entonces sí que sabes lo que es un castigo, colectivo y/o individual. El de este disco, si lo es, invita a la flagelación y al sadomasoquismo. Ahora mismo, me vuelvo a escarmentar. Y esperemos que, pronto, los escarmientos lleguen en directo, porque, con el poso y la ciencia que tienen estos, y las nueve canciones que les han quedado, el directo promete. Por ahora, métete dentro, es mi consejo, y si escuece es que está curando.

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