Donde quiero estar
Discos / Quevedo

Donde quiero estar

7 / 10
Luis M. Maínez — 27-01-2023
Empresa — Taste The Floor
Género — Reggaetón

Que el reggaeton no ha muerto lo certifica la aparición de un artista como Quevedo, que ha llevado la música urbana española a donde no había estado nunca antes. Con apenas veinte años, sin ningún tipo de prejuicio por el género ni por hacerlo suyo, Quevedo firma un álbum como “Donde quiero estar”, en un momento en el que no le hacía falta ningún álbum para seguir siendo la sensación de la escena española. Esto certifica asimismo que el álbum no ha muerto para la nueva ola, pero sobre todo que hay una generación de artistas españoles con Quevedo a la cabeza, y con nombres como Saiko detrás, que miran cara a cara desde muy pronto a cualquier artista latinoamericano que comience en el género. Es normal. El reggaeton a España llegó a principios de los 2000. Vía Canarias, por cierto. El reggaeton surgió al mismo tiempo que las primeras llegadas masivas de inmigrantes latinoamericanos a nuestro país, que lo trajeron debajo del brazo para luego hacerlo sonar en los patios de las casas y en los primeros coches que pudieron comprar a fuerza de matarse a trabajar.

Esta hornada de artistas –la de Quevedo- nació en los primeros años del nuevo milenio y, desde el primer momento, tuvieron el reggaeton presente. La llegada de los tonos para móviles y del Bluetooth hizo que las canciones empezaran a correr de móvil a móvil, de chaval en chaval, sin que se preocuparan de si se parecía a algo que hubieran conocido antes. Simplemente se dejaban llevar. Los más avezados empezamos a excavar en la escena underground con nombres como Coscu o Ñengo, a los que precisamente Cruz Cafuné hace mención en la intro de “Donde quiero estar”, pero también Yomo, Guelo Star o los primeros Jowell y Randy.

El impulso de estos artistas, su recepción por la generación de Quevedo, fue fundamental para que su conocimiento del género y su sedimentación musical cuajara fértilmente, casi (casi) como pudo cuajar en Latinoamérica. En España –seamos honestos, más al sur que al norte donde no solo el clima, sino la forma de vivir, tiene mucho más que ver con la de nuestros hermanos latinoamericanos– no hacemos mal el reggaeton. Muchos de los artistas que consiguieron hacer reggaeton en español en España a mediados de la década pasada venían del sur: pienso en Yung Beef y Dellafuente claramente, y Kaydy Cain y C. Tangana al límite de ese paralelo 40 N que divide el país. Canarias tardó algo más en llegar al nuevo mainstream, pero cuando lo hizo fue cuna de artistas que dejaron huella, con un estilo único, como el propio Cruz Cafuné o la gente de Locoplaya, por mencionar los casos más relevantes.

Quevedo se planta en 2022 con un puñado de buenos temas bajo el brazo y con una repercusión creciente pero todavía menor. Lo suficiente como para llamar la atención de actores importantes como sus mayores en las Islas y de Taste The Floor, que conocen a la perfección el ecosistema de la música urbana en España gracias a su éxito con artistas como Natos y Waor. Al final todo está conectado y el éxito de Quevedo es la cristalización no solo de su propio talento, sino del trabajo y el empeño de muchos otros que domaron los caballos que él cabalga ahora. El éxito de “Cayó la noche Remix”, del que asombrosamente solo ha pasado un año, con el verso ya mítico que comienza con “Bolsito de Dior cuando sale…” se robó los focos y dirigió la atención del público y de la industria hacia sí, revitalizando su catálogo previo y situándole en una posición favorable –que no fácil– para lograr lo que ha conseguido en apenas doce meses. La idoneidad viene determinada por el talento, sí, pero el peso de la fama repentina sobre los hombros de un chaval tan joven no debe ser lo más agradable del mundo.

A mitad de año, Quevedo se sacude la presión con su sesión con Bizarrap y lograra convertirse en la canción del verano en todo el mundo de habla hispana, llegando a llamar la atención de Bad Bunny y logrando un fenómeno tan importante con su “Quédate” (un estribillo que, bien mirado, tiene también algo de la métrica y los motivos clásicos de la música popular española) que se hizo incuestionable. Desde antes de que sucediera todo esto, Quevedo ya había ido lanzando singles de lo que ahora es “Donde quiero estar”, su álbum debut. Bajo el hashtag de su #albummode, sorprendía para bien que Quevedo estuviera pensando en lanzar su primer álbum en plena vorágine de éxitos.

Finalmente llega “Donde quiero estar”, un álbum de reggaeton, propio de un artista enorme al amparo de la división de cualquier gran sello afincada en Miami, pero hecho aquí, de forma casi independiente. Esta es la dimensión de un trabajo como el de Quevedo, a la altura del de casi cualquier estrella del género internacional. Myke Towers, por ejemplo, la única colaboración internacional del álbum, al margen de productores, estoy seguro que lo haría. Que un álbum hecho en España suene así es algo que debería llevarnos a todos los que crecimos escuchando reggaeton en los barrios del país a suscribir palabra por palabra la intro de Cruz Cafuné con la que comenzaba esta pieza.

“Donde quiero estar”, en lo estrictamente musical, es un álbum sólido que va en la línea de los referentes del género en la actualidad –no de un “VICE VERSA”, pero sí de un “AFRODISIACO”, por ejemplo- en el que, a excepción de Myke Towers solo escuchamos cantar al propio Quevedo y a Omar Montes y a JC Reyes (un disco hecho en casa). Nos encontramos con un álbum en el que se sacan a relucir los valores que han llevado a Quevedo a estar donde está. A saber, una visión del reggaeton respetuosa con los códigos pero liberada de las cadenas de la pureza, capaz de incluir un primer corte donde aparecen las ya famosas trompetas de Linton (busquen “Ahora y Siempre”) como marca de agua del pasado reciente, para que inmediatamente después surjan los sonidos atmosféricos, la velocidad del beat robado a la electrónica y la espacialidad (no sé definirlo de otra forma) de “Yankee” o de “Vista al mar”.

En el trabajo también aparecen ritmos más tropicales como en “Sin señal” (la mano de Ovy On The Drums), sin olvidar nunca la mira puesta en la innovación, como en “Luces azules” o “Cuéntale”. Un álbum de dieciséis canciones da para mucho, y en este caso, además de para confirmar el gancho de la voz de la Quevedo y su facilidad para firmar melodías de primera, nos da para dividirlo en dos. Una primera mitad donde se concentran los hits más poderosos y un final de trabajo para el que Quevedo se reserva mis canciones favoritas, donde se muestra más personal e innovador y menos universal: “Wanda”, “Me falta algo”, “Éramos dos” o la canción que da nombre al álbum y que sirve para cerrarlo.

Para los que busquen en “Donde quiero estar” un álbum personal, tienen en ese final las dosis necesarias para adivinar al Quevedo humano detrás del artista; pero estarían buscando mal. Sería pecar, casi diez años después del auge del reggaeton en España, de no conocer el género más popular de la última década ni sus códigos.

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