Flux

La presión de la industria estaba acabando con Poppy, a través de “I Disagree (more)” ya dejó claro el pasado año el enorme agotamiento que le suponía mantener su artificial personaje con vida y soportar las imposiciones que recibía constantemente por parte de su equipo. Aún así, ese álbum seguía atado a las cadenas de Titanic Sinclair y, como tal, desprendía toda la esencia del universo que la pareja había construido mutuamente. Finalmente, Poppy decidió separar su vida de Sinclair, acusándole de manipulación, para “florecer”, como bien cita en uno de los temas de este nuevo álbum. Quería olvidar así toda la fría robótica que llevaba arrastrando, con la que no se sentía verdaderamente representada, y plasmar por primera vez sus emociones en su música. “Flux” es, por tanto, una necesaria recopilación de esas primeras palabras que salen del corazón de una artista que ha logrado al fin su libertad creativa. Un disco que pretende dar a conocer al mundo mucho más a Moriah Rose Pereira, que a la Poppy que nos solían vender. El inicio de una nueva era que grita evolución por todos lados.

No solo se trata de una auténtica declaración de intenciones para hablar del exceso de control sufrido en sus anteriores proyectos. De cómo se sentía ahogada entre discursos e historias exigidas. Sino que, también, supone un crecimiento sonoro hacía una nueva dirección musical con la que identificarse mucho más y sentirse cómoda en esta nueva etapa. “Flux” deja un poco el metal para embarcarse en un pop-rock inundado de un enorme espíritu punky y un profundo amor por el grunge de los 90s. Justin Medal, productor de figuras como Paramore o Wolf Alice, ha sido el encargado de reconducir la dulce voz de Pereira y entregarle a ella el absoluto protagonismo hasta convertirla en una diva. Se enfrenta sin miedo a unas baterías pesadas y poderosas; se mueve a la perfección entre guitarras y distorsiones. Nunca antes habíamos visto a una Poppy tan versátil a nivel vocal, tan cómoda, con un mensaje tan directo y, por supuesto, segura de sí misma a la hora de crecer entre las nuevas canciones.

Un perfecto ejemplo de ello es esa estupenda “Her”, que la artista describe como la canción más importante de su vida, en la que saca su lado más crudo para encararse a toda esa toxicidad que llevaba arrastrando durante años y que le hacía sentirse como una muñeca de trapo con la que jugaban sin descanso (“Give her a face, give her a name, That isn't hers, then make her yours. Say she's adored, call her a whore. Then pick her up, throw her on the floor”). Una sensación que se podría resumir perfectamente también en ese grito liberador que inunda por completo el final de la canción y que, a esas alturas del álbum, te hace comprender hasta qué punto Poppy necesitaba dar este salto. Otro de los grandes temas del disco es también ese “Lessen The Damage” con una frenética percusión que crece hasta provocar el caos como símbolo del nuevo poder y la fuerza que proyecta Poppy en este proyecto. O, también, el corte showgaze que llega al final del álbum con “As Strange As It Seems” y que incita a un futuro musical más onírico que domine el mundo actual de la artista.

Está claro que “Flux” es un álbum sanador con el que ha eliminado muchos demonios del pasado. Por primera vez sentimos que Pereira está presente como humana, hay mucha menos sangre derramada y mucha más alma en las canciones. Es un álbum de superación, de enfrentamiento, pero también de dejar muy claros sus valores y apartar los miedos. “I won’t fear what I don’t know. You gotta flux and flow”, explica en el tema que da nombre al disco. Como decíamos al principio, nos da la sensación de que este disco es un punto y final a una era para comenzar una completamente más luminosa y fresca. Por esta misma razón, sabemos que lo que aquí escuchamos de la nueva Poppy no son más que las raíces de una artista que no piensa ponerse límites algunos y dispuesta a crecer e inundarse de todo aquello que le haga evolucionar a nivel creativo. Ahora toca conocer por fin a la humana que no nos dejaban ver trás tantos escudos de metal que, por suerte, terminaron rompiéndose.