A mano armada
Discos / Los Fusiles

A mano armada

8 / 10
Kepa Arbizu — 23-03-2023
Empresa — Family Spree Recordings
Género — Rock

Solo tres discos, contando el recién publicado, “A mano armada”, le han bastado a Los Fusiles para encaramarse hasta los lugares más altos, sino a la misma cúspide, de esa pirámide que representa los diferentes proyectos ligados al rock hecho en castellano. Una posición de privilegio que desde luego solo se puede conquistar a base de tesón pero sobre todo de mucho talento. Conscientes y sabedores sin ningún reparo de su vínculo directo con lo más representativo y destacado de los sonidos eléctricos de carácter castizo, léase desde Gabinete Caligari a Los Enemigos pasando por 091, dicho legado es asimilado con tal riqueza particular que han logrado instaurar un sello propio que determina su personalidad más allá de las diferentes apetencias puntuales a las que sometan a sus composiciones.

Aunque no vayamos a encontrar cambios sustanciales en el contenido de un nuevo álbum que sigue ofreciéndonos por encima de todo el retrato de una sobresaliente banda de rock and roll, sí delata el proceso de profundización emprendido en cada uno de sus pasos a la hora de entender de manera más expansiva el género, siendo capaces de llevar hasta el extremo su cariz más contundente al mismo tiempo que servirse de su dinamismo. No es casualidad que en su trabajo más versátil sea la primera vez que aparezcan posando en portada y bajo unas hechuras con marchamo de icónicas en cuanto a declaración de intenciones y principios. De hecho, la tantas veces mal entendida evolución como un mero ejercicio por echarse encima diferentes prendas sonoras sin mayor propósito que el simple fin de lucir diferente, aquí se muestra bajo una plena conciencia de que el estamento guitarrero, pese a lo que muchos piensen y señalen con dedo acusativo, no se trata de una mordaza creativa sino el néctar del que poder extraer un rico abanico de sabores.

Si importante -o cuanto menos incita a sacar conclusiones- puede resultar dicha fotografía grupal, no lo es menos un título abierto a innumerables connotaciones, no ya solo si desgranamos la idiosincrasia de la banda sino el contenido de un álbum que más allá de sonar imponente se extiende como una panorámica donde los episodios cotidianos son hijos, deseados o no, de su contexto social, porque aunque muchos sigan empeñados en permanecer ciegos a lo que les rodea, las noches, las miradas furtivas lanzadas entre el aire beodo o las innumerables madrugadas teñidas de tacones rojos no pueden abstraerse de su entorno, convirtiéndose, irremediablemente, en elementos que también cotizan en bolsa. De ahí la maestría, en este caso aplicada a Pablo Cuevas, compositor de la formación, para conseguir que sus letras se citen entre lo mundano y lo ilustrado; entre el fervor de la pulsión íntima y la instantánea de una época convulsa.

Un disco de estas características solo puede empezar de una forma, y efectivamente esa es de manera fulgurante, agitando desde el primer instante unos riffs “stonianos” que, sumados al empuje que aporta el saxofón, convierten “A tumba abierta” en su particular “Rocks Off”, donde se sirven del ingenioso recurso de manejar una terminología económica para delinear a sus personajes. Infraestructura y superestructura expuestas sobre el pentagrama. Un énfasis que se encadenará a otro pieza, “El ritual”, que incluso exhibe mayores cotas de fogosidad, llevándonos hacia siluetas de bandas como The Real Kids, señal inequívoca de la materialización de una tensión melódica que nos anuncia una enmienda a la totalidad frente a la “fiesta de la democracia”. “El intento”, un enérgico medio tiempo donde resalta esa épica condición melancólica, sustrato que el grupo andaluz ha logrado convertir en máximo exponente de su representatividad, será un inspiradísimo interludio antes de acometer con el nervio juvenil de unos Tequila “Capitán”. El costumbrismo convertido en reflejo de la “realpolitik”.

De forma premeditada, o no, el disco extiende en su primera parte las virtudes que ostenta la formación para ejercer el rock and roll desde premisas donde la velocidad y la intensidad son bienes en pujanza, mientras que en una segunda, en la que “Nada importante”, más evocadora que psicodélica -al estilo de Los Enemigos o Los Marañones- en su invitación a danzar un vals sobre el serrín de las tascas con paso nostálgico, funciona como bisagra que conduce hacia las aptitudes más iconoclastas del álbum, porque aunque pocas dudas quepan sobre cuál es la militancia de estos andaluces, eso no significa repetir eternamente el mismo vestido. Y es que aunque el single que nos presentaron, “Que no se acabe nunca”, podía vaticinar un cambio más trascendental en su estilo, a la postre, y viendo ya en conjunto el trabajo, no fue sino una bomba de humo que recoge en realidad un momentáneo abandono de ese paisaje cultivado con conmovedora rudeza para introducirse en un registro de cálido colorido, donde se impone una ambientación funky repleto de coros y exquisito trabajo de cuerdas con el que se mimetizan bajo una envidiable prestancia. Alardes versátiles que desplegarán para hacer bailar al respetable a ritmo de un ska -facción Madness o Los Cardiacos- por el que se cuela rizos arabescos en “La esquina de tu casa” o cerrar el álbum, previo al último vendaval cuasi punk de alma romántica (“No me tientes”), engrosando sus matices, armados unicamente de guitarra acústica y armónica, tras llamar a las puertas del cielo que habita Bob Dylan en una magistral “La maestra”.

Los Fusiles acometen con su nuevo disco la siempre arriesgada tentativa de buscar agilizar unos ademanes ya plenamente consolidados. Su particular acento no únicamente sale impoluto de tal agitación sino que propicia a la formación andaluza alcanzar su botín más preciado y variado hasta la fecha. Convertidos desde su primer hálito de existencia en bastión de un género al que rinden fidelidad al mismo tiempo que engendran todo un concepto propio, sus historias se presentan dibujadas sobre un espíritu vehemente pero de profundo latir emotivo. Una condición incrustada firmemente en el sentir de una audiencia que sabe reconocer y admirar a una banda que recupera y enarbola esa natural capacidad del más inspirado rock and roll para generar himnos que ser aullados por, y para, aquellos exiliados de la calle principal.

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