Hormone Lemonade
Discos / Cavern Of Anti-Matter

Hormone Lemonade

7 / 10
José Carlos Peña — 02-04-2018
Empresa — Duophonic / Music As Usual
Género — Post Rock

El parón indefinido de Stereolab se prolonga ya casi una década, pero Tim Gane, una de las cabezas más brillantes y personales del pop de los noventa (no precisamente sobrado de ellas), sigue a lo suyo. A toda máquina con su proyecto berlinés y el tercer largo de Cavern Of Anti-Matter, este Hormone Lemonade.

El tercer largo en tres años de la banda que completan Holger Zapf y Joe Dilworth, éste el primerísimo batería de Stereolab, se mantiene en los insobornables presupuestos estéticos del británico. Resulta imposible no sentir simpatía por la génesis del disco -elaborado a partir de unas cajas de ritmos propias (bautizadas, muy adecuadamente, como Takron Z3 y Takron Z2) diseñadas por el propio Zapf-, cuya estética, desde la misma portada abstracta, constituye una prolongación clara del retrofuturismo de la casa. Es un signo inequívoco del tipo de músicos con que tratamos: incondicionales del puro sonido analógico electrónico.

Junto a las cajas de ritmos, un arsenal de sintetizadores modulares y secuenciadores de los 70 y los 80, usados con sentido minimalista y limitaciones, se funde en una serie de experimentos e improvisaciones en los que, como sucedía en Stereolab, el sonido y las notas forman una simbiosis indivisible. Festival de teclados analógicos y percutivos irresistibles, ritmos primitivos engarzados con trepidantes bajos de espíritu kraut, sonidos robóticos y abrasivos de esa utopía tecnológica suplantada desde hace años por el todo a cien del software; y, por supuesto, homenajes a los habitantes originales de este planeta sonoro, en cortes como la inicial Malfunction (naturalmente, Kraftwerk) o la divertidísima Make Out Fade Out (Devo), aquí hay motivos de sobra para perderse por las galaxias exteriores y no volver. Incluso cuando Gane y compañía recuperan glorias lounge (en Phase Modulation Shuffle se echa en falta la voz de Laetitia Sadier).

Sólo un pero al álbum: su desmesurado minutaje, un clásico de la casa. Algo disculpable cuando se oye al trío pasarlo en grande transmitiendo su entusiasmo, hipnotizándonos en sus bucles electrónicos y su viaje de doble sentido entre el pasado y el futuro.

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