Garbage publicó un total de cuatro álbumes en el primer tramo de su carrera, aquel extendido desde 1995 a 2005, década en la que se enmarcan los arrasadores “Garbage” (Almo, 95) y “Version 2.0” (Warner Bros., 98). Luego vendría el paréntesis y posterior reunión, en una fase inaugurada en estudio con el prescindible “Not Your Kind Of People” (Stunvolume, 12) y alargada hasta la actualidad. Una continuación que ya supera en extensión a la de los tiempos gloriosos, igualando ahora el número de discos publicados en una y otra por el cuarteto. Un logro que llega con “Let All That We Imagine Be The Light”, sin duda la obra más redonda y poderosa del combo encabezado por Shirley Manson desde el mencionado “Version 2.0”.
La formación completada por Butch Vig, Duke Erikson y Steve Marker regresa a escena presumiendo de solidez y concretando un disco no tan hermético como títulos previos que, por momentos, luce un aspecto más cercano al indie-pop que al indie-rock. Una accesibilidad sonora que resulta favorecedora, en contraste con esa lírica que guía las diez nuevas canciones y apunta a esperanza y luminosidad como vías de supervivencia en un mundo caótico. Una referencia que, en cualquier caso, mantiene latente la más pura y reconocible esencia la banda, con sintetizadores y guitarras compartiendo espacio (con clara ventaja para los primeros) y Manson tirando de una interpretación tan poderosa como sedosa y matizada con calidez. Una fórmula exitosa en “Chinese Fire Horse”, “There's No Future in Optimism”, la oscura “Have We Met (The Void)”, “Hold”, el single “Get Out My Face AKA Bad Kitty”, “Love To Give” o la explícita “R U Happy Now”.
Una química recuperada que, curiosamente, cristalizó después de que banda y vocalista trabajaran por separado debido a una cirugía practicada a la cantante. “Let All That We Imagine Be The Light” es, en definitiva, una buena noticia concretada en el reencuentro con losGarbage de mayor calado, justo treinta años después de la ópera prima del grupo. En su versión madura y cuidada (y que prescinde de cualquier efecto sorpresa), pero capaz de mantener unas constantes vitales que no siempre han latido (sobre todo durante su segunda vida) en el seno del combo. Virtudes amparadas en composiciones más que notables, de aspecto familiar, alma sugestiva y pulso nervioso, al servicio del que, en efecto, es el mejor disco de Garbage en mucho tiempo.
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