La psicodelia del boogie o el boogie de la psicodelia
Conciertos / Guadalupe Plata

La psicodelia del boogie o el boogie de la psicodelia

8 / 10
Jon Bilbao — 11-04-2022
Empresa — Muskerra Ekoizpenak
Fecha — 08 abril, 2022
Sala — Crazy Horse
Fotografía — Marta Bravo

Tocan blues rock pero no suenan a nada que hayas escuchado antes. Parten del estilo para deformarlo, acelerarlo, fundirlo, psicodelizarlo y para llevarlo, por momentos, también a su particular terreno cañí. No se sabe si tocan la psicodelia del boogie o el boogie de la psicodelia, pero lo mismo da, el resultado es excitante. Creo que se nota que esta ha sido mi primera vez en directo con el dúo jienense, formado hace más de una década con fines tanto artísticos como lúdicos. En 2019 se fue el bajista y desde entonces han funcionado como dúo, aunque en su propuesta actual no se echa en falta ningún otro sonido.

Aparcaron el más reciente "The Devil Can´t Do You No Harm", grabado junto a Mike Edison (cantante y guitarrista del disco y en su día batería de Raunch Hands o The Pleasure Fuckers), para centrarse en sus composiciones, las que incluyen en sus historias un montón de serpientes, alguna que otra rata, gatos, peleas y navajas. Escupieron al comienzo "Serpientes negras", "Hoy como perro", "Rata", "Demasiado" o la ovacionada "Tormenta", todo sin decir por el micrófono ni una palabra que no fuera cantada. Aún así cumplieron, porque esta peña está para fulminarnos con sus canciones (¡esa "Milana"!), para comunicarse a través de su música, no para falsear el tipo de entretenimiento diciendo eso de que Bilbao es su ciudad favorita para tocar.

Un Crazy Horse hasta los topes vibró con incontestables hits de la dimensión de "Calle 24", "Huele a rata", "Duermo con serpientes" o la sureña (hablando en términos peninsulares) "Lo mataron". En su música hay muchísimos kilos de boogie, pero lo pervierten, lo pasan por su particular garage con parada previa en el pantano, y el resultado (más aún si es en viernes noche) se siente altamente satisfactorio. Uno de los instrumentales me sonó a unos Meat Puppets algo flamenquizados, y en “Esclavo” el guitarrista Pedro de Dios tocó partes del bajo mientras completaba sus filigranas a las seis cuerdas. La velocidad de “Oh My Bey!” contrastó con la adictiva pesadez arrastrada del blues “Tengo el diablo en el cuerpo”, que puso en movimiento la parte superior del cuerpo de los/as vascos/as allí reunidos/as.

Olvidaba mencionar los puntuales y sensacionales detalles de surf. la colaboración de un tercer músico para tocar pandereta y otros instrumentos rítmicos (entre ellos un tenedor rascado contra una botella) y, cómo no, la concentración y destreza rítmica del batería Carlos Jimena, que empastó a la perfección con los pasajes melódicos que iba tejiendo su colega. El público, entregado, ebrio de su blues eléctrico y rural, pidió hasta dos bises y los andaluces correspondieron con uno compuesto por dos canciones, entre ellas la incontestable “El gatito”, que fue pintando el cierre a un concierto único, iniciático para algunos entre los que me incluyo y sobre todo, y visto lo visto, necesario.

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