"El truco está en no deshacerte de nada de lo que llevas dentro"
Entrevistas / Guadalupe Plata

"El truco está en no deshacerte de nada de lo que llevas dentro"

David Pérez Marín — 05-08-2023

Séptima, tenebrosa y serpenteante entrega de la banda  preferida de Iggy Pop, los genuinos e inconfundibles Guadalupe Plata.

Los ubetenses vuelven con las esencias intactas, sumando matices y piezas muy afiladas. De la inclusión de saxos por primera vez, a hechizantes melódicas y camaleónicos teclados de 8 bits que mutan en voces de inframundo. Todo bajo el bautizado “Estudio ataúd”, a fuego lento y con hierro y cromo en vena.

Güija sobre la mesa y un hechizante nuevo juego que emerge de entre las sombras, serpenteando y situándonos en la casilla de salida… tiramos los dados y nos reunimos con Pedro de Dios y Carlos Jimena en su más allá particular, desde donde nos cuentan los entresijos de "Guadalupe Plata" (23) y mucho más.

 Tras la marcha de Paco Luis y el disco junto a Mike Edison, ¿Cómo os habéis enfrentado al proceso de creación y grabación de estas nuevas trece canciones volviendo al formato dúo-boogie de vuestros inicios?
Pedro: Desde entonces hasta ahora no ha variado mucho el proceso. Nos juntamos y vamos jugando sobre ideas que traigo o cosas que se van improvisando sobre la marcha. La diferencia más notable con respecto a los otros discos, ha sido disponer de todo el tiempo y poder grabarnos nosotros mismos a través de una tascam de 4 pistas.
Carlos: La experiencia de tener el Estudio Ataúd como aliado ha sido la mejor manera de poder conseguir un sonido trabajado y peculiar, teniendo en cuenta que se ha grabado, como ha dicho Pedro, en una tascam 246 en 4 pistas. Es un proceso muy satisfactorio, el poder manejar el sonido desde que llega la idea hasta que queda plasmado en una cinta de casete. El bordado y remate final en La Mina con Raúl.

"Enfrentarse a todo esto ha sido una guinda que Satán ha puesto en nuestro Martini"

Siempre con ese sello único de humor surrealista y oscuridad envolvente de serie B, rezumando sabiduría popular ubetense y aromas rurales de la España vaciada y profunda, a medio camino de pasajes desternillantes y fantásticos de José Luis Cuerda y la aridez afilada de Sara Mesa… ¿Cómo es el modus operandi a la hora de crear las letras y filtrarlas por ese universo guadalupeño tan característico vuestro?
Pedro: Espontáneo e intuitivo. Muchas de las letras son un robo a mano armada a otros sitios que te llaman o que ya has vivido. Pueden provenir de cualquier lugar, desde una frase mal escuchada, a una falseta, una canción popular… Surgen como un enamoramiento hacia estas palabras. Otras veces es simplemente un decir lo que te viene en gana.

Tirando de ese hilo mágico que nos lleva a otra dimensión apocalíptica y funesta, donde habitan serpientes, muertos, ratas, demonios o gatos negros… ¿Cuáles son los referentes que inspiran este mundo creativo de la banda a lo largo de toda vuestra discografía? ¿De qué os alimentáis artísticamente, cuáles diríais que son las influencias que os han ayudado a tejer, consciente o inconscientemente, vuestro personalísimo averno pesadillesco y sombrías historias?
Pedro: Proviene del gusto hacia el mismo género apocalíptico y funesto. Te podría mencionar a H.P. Lovecraft, La Familia de Pascual Duarte, Alan Moore, David Lynch, Ennio Morricone, Screamin Jay Hawkins, Frank Zappa, Link Wray, John lee Hooker, La Paquera de Jerez, Dimensión desconocida, Atahualpa Yupanki, Cine de Barrio, Howlin Wolf, Skip James, El niño Miguel, Edgar Allan Poe, Bloodbowl, Jose Luis Cuerda, las guitarras rotas, La noche de los muertos vivientes, Captain Beefheart, Robert Crumb, Las pinturas negras de Goya, Los indios Tabajaras, Misterio y fenómenos paranormales, Drácula, Frankenstein, El Hombre lobo, Asesinos, presos y gente del malvivir, el Tarot, cosas del pasado…

Y hablando del pasado, ¿qué música/discos se escuchaban en casa de vuestros padres? ¿Qué recuerdos se os vienen a la cabeza?
Pedro: Así a bote pronto, en mi caso recuerdo los viajes en un Renault 5 con un aparato que leía unas cintas gigantes que no he vuelto a ver. Escuchábamos la banda sonora de “El bueno, el feo y el malo”. Los Relámpagos, Carlos Cano, Antonio Machín y Adamo. También recuerdo un cassette en la cocina y una cinta de Leonard Cohen junto a otra recopilación de Música de los 60, llamada “Aquellos Maravillosos Años”, que tenía el clásico “Stand by Me” y “La Bamba”, me gustaba escucharlas antes de ir al colegio por la tarde. Las mañanas de mi madre cantando cosas de la Jurado y la Pantoja, casi inventándose las letras. Los viajes en el coche de mi abuelo al campo escuchando a Juanito Valderrama. El canto de los canarios malinois que mi padre criaba por entonces…
Carlos: En mi casa, la compra de una cadena musical hi-fi de la marca Sony fue todo un acontecimiento, mi padre tenía una gran colección de discos a la cual se fue sumando la de mi hermano y la de mi hermana, yo llegué ya cuando irrumpió el CD. Allí se podía encontrar una colección completa de obras de música clásica, mezclada con Mocedades y Barón Rojo, había mucha música española de guateque y Los Sabandeños. Recuerdo levantarme la mayoría de los sábados de mi niñez con “Amor de hombre” de Mocedades, mientras mi madre hacía limpieza en la casa. Mi primera compra de un CD, pirateado y me costó una pasta, fue “We're only in it for the money”, CD que fundí sin descanso.

Centrándonos en el nuevo trabajo, recorramos algunas canciones, para empezar, la que lleva como título el nombre del serpenteante y misterioso juego de la portada, “Ruina”, a ritmo de hechizante vals, con Screamin' Jay Hawkins paseando “desde el Molino al Sacromonte”. ¿Cómo nace esta canción? ¿Qué sucesión de catastróficas desdichas pasaron esa larga noche granaína?
Pedro: Nace en Granada, un día de esos que te pilla el cuerpo un poco tonto. De unas cervezas en el bar El Molino, en el Realejo, mi barrio, sin mucha pretensión. La cosa empezó a liarse de mala manera hasta terminar a las mil en una cueva del Sacromonte. En cuanto a las desdichas, prefiero guardármelas para el sumario.

"Hay que tener en cuenta que en el juego hay una casilla secreta que solo nosotros conocemos, unas letras en una casilla que significan mucho"

¿Qué creáis antes, la canción o el juego? ¿Lo habéis probado ya? ¿Alguna recomendación para principiantes?
Pedro: Juego y canción van de la mano. Está probado y sólo podríamos decir que es una auténtica ruina. Les diríamos que recen una Salve y se persignen antes de jugar, por lo que pudiera pasar…
Carlos: Hay que tener en cuenta que en el juego hay una casilla secreta que solo nosotros conocemos, unas letras en una casilla que significan mucho. Quiera Dios que se mantenga en secreto por el bien de la educación y la compostura.

De los aires del desierto con regusto a apocalipsis y sones de anatolia en la “Calima” inicial, al “Zapateado” que hace que despierte el campo santo al completo, pasando por ese fronterizo atardecer en el que “El Cóndor pasa”, hasta llegar al penúltimo e inquietante “Maleficio”, con una hipnótica melódica y afilados saxos incluidos de nuevo. Contadme un poco como se fragua este póquer de instrumentales, que siempre tienen un peso fundamental en vuestros trabajos
Pedro: Nos gusta mucho el tema instrumental, es inevitable que algo caiga. Normalmente, surgen sobre la marcha, “la del cóndor” fue de las primeras canciones que me enseñó mi padre a tocar con la guitarra. Tanto “Calima” como “Maleficio” se deben en gran parte a nuestro amigo Matias Lamb, que participó en el 10 pulgadas tocando el trombón para la canción “Baby me vuelves loco” y al que le pedimos que añadiera algo de melodía a las bases que habíamos creado.
Carlos: La verdad es que es la primera vez que apetece esta textura en nuestros discos, le ha dado significado a las canciones, “Calima” ahora sería impensable sin los vientos, y digo “Calima” porque es mi canción preferida, pero es aplicable a las demás, donde el hijo de John Mayall ha hecho su trabajo.

“Stabat Mater” simplemente es tremenda como composición, pero si ya la ves en el contexto, te puede llegar a emocionar de una manera muy profunda…"

Tu voz, Perico, parece poseída en la terrorífica “Tía Tragantía”, un morfínico blues que tiene sus raíces en una historia popular ubetense, ¿verdad? Al igual que ese cierre crepuscular, “Stabat mater”, himno revisitado (con extra de oscuridad guadalupeña) de la cofradía de La Soledad de Úbeda… Contadnos, por favor, como surgen y las raíces de estas dos canciones
Pedro: Así es. Son canciones que conocemos desde chicos, una que se usaba para meternos miedo de niños y la otra es una marcha muy emocionante que llevamos escuchando desde que tenemos uso de razón y, a nuestro entender, una de las mejores piezas de la Semana Santa Ubetense; tarde o temprano, tenía que suceder que la tocáramos, ya que tiene todos los ingredientes que nos gustan.
Carlos: “Stabat Mater” simplemente es tremenda como composición, pero si ya la ves en el contexto, te puede llegar a emocionar de una manera muy profunda… además de ser himno cofrade, tiene la virtud de sonar también como un western crepuscular, ¡perfecta!

Los boogies primigenios y galopantes (como “Nunca llueve como truena” o esas almas dibujadas a navajazos de “En mi tumba”), además de esas encrucijadas pantanosas en la que os movéis como demonios en el fuego, donde se funde el Delta y el North Mississippi hill country blues (“Al infierno que vayas”), siempre laten, entre lamentos y alaridos en vuestras obras… Raíces americanas que parecen crecer entre olivares plagados de murciélagos… Habladnos de esta alquimia de la banda en la que fundís folclores ajenos y propios, dando fruto a ese sonido tan definitorio que os hace únicos.
Pedro: No sabría decir como sucede, simplemente tratamos de crear la música que nos gustaría escuchar con los ingredientes que disponemos y con las cosas que nos atraen.
Carlos: Lo he dicho en muchas ocasiones, yo creo que realmente el truco está en no deshacerte de nada de lo que llevas dentro desde que empiezas a mamar música, todo está ahí, lo antiguo y lo nuevo, y sería un tremendo error renegar de tus propias raíces para intentar hacer música de raíz.

Para terminar, un puñado de versiones ganadoras, filtradas por vuestro tenebroso y único ADN: de la ya nombrada “El condor pasa”, a ese clásico de Agapito Marazuela en el que, a ritmo de blues aflamencado con arabescos y regusto fronterizo, “La cigüeña” entra de cabeza a formar parte de vuestro fantástico y oscuro animalario; sin olvidar los aullidos de vuestro y nuestro querido Howlin' Wolf, al que le hacéis una ruta de bares ubetense en “No hay donde ir”.
Pedro: No sé si podrían estar dentro del ámbito de ganadoras, igual en su tiempo o en las cloacas. Pero si te podría decir que todas ellas son canciones que forman parte de nosotros.
Carlos: Amén.

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