Los americanos Black Tusk repetían en Barcelona apenas diez meses después de su última y adrenalítica visita. Cambiaron de espacio, a una calle de distancia, de Razzmatazz 3 al bar musical Rocksound, un escenario aún más pequeño pero totalmente adecuado a la propuesta del trío. No porque otras localizaciones mayores les queden grandes -la banda posee más que tablas y arrasa en cualquier festival-, sino porque un club garajero, sudoroso y con solera parece el hábitat natural para sus brutales y contundentes descargas.
Black Tusk, podemos afirmarlo ya, no fallan. Se codean con Baroness y Kylesa por motivos profesionales y geográficos, pero lo bueno de su caso es que preservan intacta la genuina despreocupación de las bandas underground, además de poseer unas referencias y coordenadas sonoras más extremas y cercanas al punk hardcore.
Todo ello cristalizó esta noche en una apabullante actividad escénica retroalimentada por la respuesta entusiasta de una audiencia numéricamente modesta pero absolutamente ruidosa y entregada. Stage divings imposibles, pogos, demostraciones colectivas de headbanging, sonrisas, sudor, cervezas al aire; tal fue el rastro del torbellino Black Tusk tras tocar tierra, con epicentros localizados como “Enemy of Reason” o “Bring Me Darkness”. Un diez. A su lado, poco más que correcta resultó la actuación de los alemanes Downfall of Gaia y su post-metal de querencia crust; mientras que los barceloneses Mount Cane, interesante proyecto de stoner rock liderado por exmiembros de The Eyes, convencieron y nos dejaron con ganas de disfrutarlos mejor en futuras ocasiones.
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