Arena y Mescalina
Conciertos / Colour Haze

Arena y Mescalina

8 / 10
Ioritz Ipiña — 04-10-2022
Fecha — 27 septiembre, 2022
Sala — Kafe Antzokia, Bilbao
Fotografía — Unai Endemaño

Un cuarto de siglo a las espaldas de cualquier banda son palabras mayores. Y cuando te dedicas a un estilo musical que se ha repetido tanto a lo largo de los años, parece complicado que aparezcan nuevas y frescas ideas. Sin embargo, en la capital de Baviera, todavía existen cuatro humanos capaces de transportarnos a una tierra de ensueño dominada por seres caleidoscópicos, sonidos alucinógenos y explosiones de riffs crudos como el despertar de un volcán.

Nos reuníamos en el Kafe Antzokia preparados para un viaje por varios planos de la existencia tras cuatro años desde la última visita del grupo Teutón. Colour Haze, por primera vez tendrían que demostrar que la ausencia de su veterano bajista Phillip Rasthofer, miembro constante en todos los anteriores trabajos, no iba a notarse en exceso. Con Mario Oberpucher a las cuatro cuerdas nos presentaban “Sacred”, el decimocuarto álbum de los de Munich, confirmando que la esencia de la banda sigue intacta y que la labor rítmica sigue en buenas manos.

Nada más empezar a escuchar el aura generada por la guitarra de Stefan Koglek en “Turquoise”, canción que abre el disco, la gente no ocultó su entusiasmo y se entregó al embriagador ambiente generado por el órgano y los sintetizadores de Jan Faszbender. Rompiendo progresivamente con interacciones más rudas, enlazan con la siguiente pieza en la que todo se vuelve más pesado. “Goldmine” es un tema para que el bajo demuestre el importante peso que tiene en Colour Haze, una canción más cercana al sonido más clásico de los temas más “stoner” del grupo. Y entonces llegó “Aquamaria” acompañada de la histeria del público. Uno de los mayores cánticos de la banda fue recibido con la euforia que se merece, y haciendo a todos los asistentes cabecear con ESA ruptura del minuto 3:13 de la canción.

La voz nos mecía en una cuna mientras afuera, en el exterior de la tormenta, la guitarra iba creciendo más y más. Siguiendo con esta tendencia crujiente “We Are” fue la siguiente elección. Serpenteando con el bajo por esa influencia “Kyussiana” que se aprecia en los temas más desérticos, el propio estribillo de la canción y los pasajes etéreos recuerdan al más puro “Whitewater”.

Con una pequeña pausa para agradecer los vítores que estaban recibiendo, seguimos con “Freude III” pieza final del penúltimo álbum. En esta recuperamos ese aire más progresivo, con una dosis potente de sintetizadores que van evolucionando hasta llegar a una elegante guitarra creciente que nos hace viajar por el espacio hacia un nuevo planeta. Ahí nos encontramos con “Labyrinthe”, con ecos más orientales que transmiten paz interior y que después turnan en un frenético caos controlado. Siguiendo con canciones de su “Jardín” le llega el turno a dos de las piezas favoritas de un servidor, que son interpretadas de manera simultánea. “Skydancer” y “Skydance” pasan de hacernos bailar a retornar a nuestro mundo de fantasía con las melodías hipnóticas que la guitarra construye a través del cosmos.

Llegando ya hacia el final de la actuación, con una mirada muy emotiva y agradecida por parte de Stefan, nos comunica que la próxima canción iba a ser interpretada por segunda vez en su historia (afortunados nosotros) y nos pide compresión por la dificultad que supone ejecutarla. Así con “Idiologigi” pasamos a un espectro mucho más experimental en la que el prog da paso a una pesada, pero rítmica parte que tras el impacto inicial se transforma en una vorágine de sonidos que incluso flirtean con el jazz.

La actuación de Colour Haze estaba siendo una lección de precisión, improvisación, e hipnotismo, a la que todos los asistentes estábamos siendo presentes. Con “Überall” poniendo la nota Kraut de la noche y homenajeando los orígenes de la psicodelia que los Beatles idearon con sonidos a la inversa como los de “Tomorrow Never Knows” con la extensa “Transformation” la actuación finaliza muy climáticamente, abandonando así el escenario para hacernos creer que todo había llegado a su fin. Pero como era de esperar, no se demoró la ovación pidiendo un bis, al que los germanos no pudieron negarse.

Con una sonrisa auténtica, volvieron al escenario para poner la guinda a una actuación soberbia con dos de los temas más emotivos e icónicos de la banda. Primero, fue la vertiginosa “Tempel” la que fue coreada y después cerraron la velada con un himno al afecto y la amistad, el acertadamente denominado “Love”. Un broche mágico para poner punto y final a un espectáculo memorable. Y es que, tras esto, la banda es recibida con un mar de amor y aplausos definitivamente merecidos. Tal vez mi opinión no haya sido completamente objetiva, pero es que una reseña debiera ser un reflejo del alma de las personas que las escriben, y es que, realmente, fue un viaje más allá de los sentidos y el tiempo.

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