Noches mágicas en Sant Andreu
Conciertos / Festival B

Noches mágicas en Sant Andreu

8 / 10
Albert Fernández — 18-02-2020
Empresa — Cara B
Fecha — 15 febrero, 2020
Sala — Fabra i Coats
Fotografía — Montse Galeano

Este es el festi que nos saca de la madriguera. Con el frío de febrero adherido a las entrañas, la irrupción del Cara•B a mitad de mes obra siempre un subidón mágico que trae calor y devuelve las ganas de salir. Ante todo nos flipa su propuesta musical, muy acertada año tras año, siempre compensando latitudes musicales y saltos generacionales a base de viernes centrados en los sonidos urban y reuniendo a artistas que pocas veces confluyen en un solo evento, y sábados pensados para contentar al público más convencional o veterano, con puntas de lanza del indie, el pop y guitarreo. La cosa es que también resulta imbatible el espacio del festival, una Fabra i Coats que se antoja fabuloso nido industrial para las artes, ahora francamente en peligro de repetir experiencias como este festival, debido a las nuevas viviendas que se han habilitado en el recinto. Razón de más para valorar el buen rollo que genera el Cara•B, y la gozada de encontrarse con un montón de amigos y colegas en un ambiente tan vivo.

Aún así, a primera hora del viernes todavía faltaba mucha gente por llegar a la nave de Sant Andreu. Así que al bueno de Erik Urano le tocó arrancarse con la plaza algo desierta, entre las idas y venidas de los recién llegados. El rapero y productor de Valladolid lo resolvió tirando de oficio e ingenio, derramando sus versos con una confianza envidiable y generando electricidad. No solo se gastó un sonido brutal, que hizo levitar al personal con hits como ‘Molecular’ y ‘Balaclava’, sino que además se permitió gastarle bromas a los presentes entre rima y rima: “Mantened las distancias, no queremos que pase lo del Madrid Arena”. Éramos pocos, pero se gastó zapatilla, se reivindicó a la mujer, se prendió la chispa y la música sagaz de Urano nos hizo flotar en espacios vacíos.

El perreo guapo empezó con Aleesha. La diva ibicenca compareció en escena entre fogonazos de luz y rodeada de cuatro bailarinas con look chandalero, a tope de coreografía imponente y con una estela asombrosa de mega-estrella del pop urbano. Caritas de flipe y multitud de móviles haciendo stories sin parar de bailarlo. El gancho de Aleesha funcionó para traer un gran grueso de gente cuando afuera justo asomaba la luna, aunque se podía haber reservado su actuación para más entrada la noche. Se gozó mucho con el flow contundente de ‘Peligrosa’, se coreó en pleno éxtasis ‘Si tú quieres’ y la artista demostró con algunos arranques a capela que tiene una voz preciosa, más allá del autotune. Y también un carisma que se sale, súper tierna hablando con el público y saludando a sus padres en el primer día que la veían actuar. Pese a que la infalibilidad que te da tirar bases y voces desde la mesa puede hacer demasiado fácil ganar la partida en algún punto, el caso es que la fascinación que conjuró en números como el de ‘Lovers 2 enemies’ fue para relamerse de gusto. Tenemos Rihannita, está claro.

Si el de Aleesha fue un bolo seductor y llamativo, el de Deva fue del todo engorilador y guerrillero. Respaldado sobre las tablas por la compañía de una bajista y un guitarra, además del MC de turno, la cántabra derrochó energía y poderío en su actuación. Gobernó el micrófono mientras nos adaptábamos a un sonido híbrido e instrumental, que vestía de forma insuperable la fuerza de su repertorio de hip hop, funk y r’n’b, elegante y crudo como la puta vida, Tete. Sus aires reggaetoneros y caribeños sacudían los pies, con ‘Wakatay’ y ‘Mala’ las caderas se iban de viga a viga, y allí todo el mundo quería más cuando a esta jefaza de Santander le tocó despedirse, no sin antes recordar que, justo en el día que era, cumplía un año con su novio. 19 añitos.

Lo de Soto Asa también fue de traca, un verdadero tumulto reggaetonero que calentó el ambiente a base de bien con su downtempo voluptuoso, desgranando con carácter las perlitas de su recién estrenado primer disco, “La cruz”. Respirito afuera y vuelta al jaleo, porque la que organizaron Ca7riel y Paco Amoroso también tuvo miga. Lo cierto es que, superada la agitación absolutamente histérica y adolescente con la que se recibió a estos dos raperos argentinos, costó cogerle el aire a su hip hop embarullado y nervioso. Pero poco a poco el diablo iba entrando por las venas, y al final su mezcla de estilos y ese mestizaje rabioso hizo saltar hasta al más distraído.

Con Fanso se dio una inflexión interesante en la noche: el colectivo que conforman Lasser y Cráneo, los beatmakers Made in M y Juan Ríos y el productor Sr. Guayaba tiran de un sonido cadencioso y orgánico, de bajas pulsaciones. Verdaderamente, ‘Música para lagartos’. Bases nítidas, voz directa y fraseos lisérgicos en consonancia con las proyecciones, más esa respiración auténtica que se suele gastar la gente del rap. Ah, y un cameo inesperado de Bejo en los últimos compases, que prendió la mecha para el clímax final.

(Bejo, Locoplaya)

Con el regusto ácido de Fanso todavía palpitando en las sienes, había que hacer pista para el desenfreno final con Locoplaya. Para entonces, ya hacía rato que había quedado claro que el viernes mucha peña con abono se había quedado en casa, reservándose para el sábado. Más anchos estuvimos. El fiestón de cierre que organizaron los canarios Locoplaya fue tanto y más lo que nos esperábamos. Los canarios Bejo, Don Patricio y Uge saben que gustan y se gustan. Tienen esa gracia isleña y la vuelcan en sus estrofas de latineo cachondo. Nos tiraron caramelos, nos lanzaron bolas hinchables y con perlitas como ‘Esa carita que me llevas’ o ‘Enchochado de ti’ nos contagiaron un bailoteo final que fue una verdadera pachanga veraniega.

Cuando se abrieron puertas el sábado, la Fabra i Coats se llenó de caritas de bebé para reírle las gracias a la rarita de Luna Ki, que en esencia debería haber sido programada la noche anterior. Su rollo millenial extreme, una mezcla histriónica y colorida de YouTuber, Britney racauchutada y personaje manga, dio para que la chavalada se corriera de gusto con sus versos y sus ocurrencias. Apareció vestida de cheerleader, no abandonó ni por un momento su teatrillo de voces infantiles y risillas histéricas, y no se quitó el autotune ni para pedir un poco de agua. Preguntó cuántos iban a clase para presentar ‘Septiembre’ y agitó a su gentecilla con ‘Buenos días’ y su repertorio de trap á la Hello Kitty.

Cariño

A todo esto, el segundo día del festi, sold out absoluto, ya rebosaba salud desde temprano. Pero el ratio de canas y camisas de cuadro gordo ascendió a tope a lo hora de Cariño, para mezclarse con los outfits de chandaleo y purpurina. Las tres de Madrid sublevaron al público desde el primer minuto, porque ya tenían al personal ganado antes de tocar una sola nota. Tanto dio que el sonido no fuera perfecto, y que se delataran mostrando dificultades para recordar algún acorde. El tontipop siempre funciona, y las canciones de este trío de Madrid son de las que te rebotan dentro de la cabeza durante días: a ver quién se deshace del estribillo de ‘Bisexual’ o el impulso de ‘Canción de pop de amor’. Lo suyo fue diver y animado, y daba para sacar conversaciones simplonas en el piti de después: ‘¿Cuál es tu Cariño favorita: Alicia, María o Paola?

Derby Motoreta’s Burrito Cachimba no se pierden una, pero aún así no les costó lucirse en un día donde encajaban perfectamente con la programación. No hace falta ningún esfuerzo para dejarse llevar por su kinkidelia cargada de pasión y decibelios. Hubo quien se olvidó del bocadillo mientras se entragaba a las órbitas de sus saltos gitanos y alientos de dragón. No son King Gizzard and The Lizard Wizard, pero se pueden comparar en todo: música, lisergia y nombre largo de pelotas. Y más sevillanos sospechosos habituales: a Pony Bravo les hemos visto tantas veces que siempre entran bien, aunque claro, sabemos a lo que vamos y queremos nuestra mandanguita. Para mi gusto, escatimaron un poco de groove al principio, pero la cosa iba cuesta abajo y no tardó en calentarse y alcanzar ritmillo. Con la más cachonda de su último disco, ‘Totomami’ remataron ese tramo final maravilloso de sus conciertos, donde está todo el pescao vendido. Gustera apoteósica y bailes de ojos cerraditos con las que nos sabemos y nos gozamos, ‘El político neoliberal’ y ‘Mi D.N.I.’. Pero ni siquiera esas sonrisillas complacidas que nos dejaron los conciertos sevillanos y el enésimo rayo de birrilla atravesando el gaznate podían prepararnos para las sorpresas apoteósicas que aún deparaba la noche.

Lo de Él mató a un policía motorizado no tiene nombre ni límite. Los argentinos cultivan una clase de fidelidad entre sus acólitos poco comparable con otras bandas del momento. En cuanto se subieron a las tablas todo voló por los aires. Un pogo gigantesco y fraternal dominó más de la mitad del recinto, y no quedó un solo verso sin corear. Uno diría que la banda prácticamente se podía haber parado, dejar de tocar para ver y escuchar a sus seguidores, que se sacudían, saltaban, sudaban y gritaban como si aquella fuera su última noche en la Tierra. Y no eran solo treintañeros, que había mucha, mucha gente muy joven galopando con los argentinos. Los de Él Mató… son conciertos a los que vas a cantar, a darlo todo. Las letras íntimas y universales de himnos como ‘Más o menos bien’, ‘El tesoro’, ‘El mundo extraño’, ‘Mujeres bellas y fuertes’ dejaron a todo el mundo afónico. Pero lo mejor de todo pasó al final de ese torrente extasiado que fue el concierto. Con los argentinos ya fuera del escenario y todo el público saliendo en manada por el pasillo al patio de Fabra i Coats, se dio un momento de verdadera apoteosis: todas las almas se fundieron para cantar a capela, con una emoción desbordada, los versos de ‘Chica de oro’. Una legión de voces caminando juntas, alumbrando algo que raras veces se ve.

El Mató A Un Policia Motorizado

Tras ese éxtasis de comunión, estaba bastante claro que nada iba a superar ese momento. Pero a esas horas la euforia se elevaba en órbitas ascendentes, y tanto dio que la asepsia pop de Los Punsetes (foto de portada) no acabara de cuadrar como clímax para esa noche. Con todo, los madrileños fueron prudentes y no abusaron de su último disco. Prefirieron clavarla con los estribillos de sus celebradas ‘Opinión de mierda’, ‘Mabuse’ y ‘Tu puto grupo’. Entretanto, recuperamos amigos empapados en sudor del concierto anterior, vibramos a base de encuentros mágicos y nos entregamos sin mirar a la cumbia de carnaval de Ortiga, que se esforzó en levantar el final de fiesta a saltos entre su guitarra, su mesa y sus estribillos ultra-contagiosos. Aquello era un desparrame de peña descamisada, ojos desorbitados y pura celebración. Merengue para agarrarse y menear el culo, un festival de buenas vibras a medio camino entre las fiestas del pueblo y la party más moderna. Y se gozó y se bailó y se amó mucho la vida hasta las tantas con ‘O solar’, el ‘Mambito de los enamoraos’ y lo que nos echaran. Y después, los que quisieron al Apolo, los que quisieron a casa y los que quisieron a perderse por Sant Andreu. Pero todos con una sonrisa indeleble en la carilla, y en la cabeza una reverb de estribillos, aplausos cerrados y aullidos con autotune.

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