“Pesimismo mágico” nos presenta una serie de escenas –al tiempo inconexas, pero coherentes entre sí– de la vida de una chica, Laura, que vive en Madrid, aunque lo que nos relata podría ser aplicable a una joven que residiera casi en cualquier parte del mundo desarrollado, pues si hay algo universal en nuestra época, es la tristeza agobiante, la sensación de constante ansiedad. Laura es, evidentemente, un alter ego del autor que ha sido monologuista en Comedy Central y guionista de programas como “Museo Coconut”, “Carne Cruda” o “La resistencia”.
Nuestra heroína deambula entre los ecos de relaciones fracasadas, curros basura, empleos que a priori deberían ser más interesantes como cómica o escritora televisiva que terminan adquiriendo tintes bastante siniestros, problemas físicos y muchísima medicación. De hecho, los pequeños capítulos que componen esta obra toman su título de los compuestos que recetan a Laura para luchar contra su incipiente depresión o la úlcera que le causa el estrés: Espironolactona, Omeprazol, Lorazepam, Fluoxetina, Espironolactona… (es casi un tópico afirmar que vivimos en la sociedad más medicada de la historia, pero es inquietante darse cuenta de que, aunque no los hayamos consumido nunca, todos nos suenan e incluso conocemos sus efectos).
Es una historia que ya hemos visto o escuchado mucho antes de examinar la primera página de este cómic. Es bastante probable que la haya protagonizado, con pequeños matices, un amigo o familiar o que nosotros mismos nos hayamos vistos en unas circunstancias similares: con dificultades para hallar vivienda, bajo el yugo de jefes tiránicos o acosadores, saltando entre trabajos que sólo tienen en común lo desagradables que te resultan, recurriendo a una pastilla para reunir la suficiente energía como para levantarte de la cama o para conciliar el sueño. Por así decirlo, son escenas que forman parte de la rutina diaria en las primeras décadas del siglo XXI, en este estadio tardío del capitalismo.
Lo que vuelve “Pesimismo mágico” un cómic interesante, que vale la pena abrir, es que, en lugar de relatarnos esto de manera costumbrista, el autor opta por representar las diferentes penurias vitales de Laura a través de alucinaciones expresionistas, pesadillescas, de visiones dignas de una película de terror, en un viaje que nos conduce de círculo en círculo de su infierno personal. Y con un humor oscurísimo y, a menudo, muy afortunado: la secuencia en la que presenta a un comercial de una famosa inmobiliaria como un émulo del Conde Drácula es antológica (y para nada exagerada, por desgracia).
Lo que viene acompañado de unas imágenes oníricas y deformantes, fuertemente pictóricas, deudoras de la obra de Francis Bacon; un trazo que no es el más ortodoxo en el mundo del cómic, pero que funciona a la perfección a la hora de introducirnos en la atormentada psique de Laura. “Pesimismo mágico” fue reconocido con el XV Premio Internacional de Novela Gráfica Fnac-Salamandra Graphic. No siempre los jurados de los premios –o los intereses comerciales que se ocultan tras sus nombres– aciertan. Pero en este caso, sin duda, sí lo hicieron. Por último, señalar que el final, en su sencillez, me parece conmovedor. Resulta un pequeño alivio saber que, muchas veces, la ruta de escape de una prisión mental se encuentra en algo muy cercano y que casi nos pasa inadvertido.
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