Hay algo de abrupto y vivaz en el trazo de Martín López Lam que conmueve de primeras y nos hace volcar las pupilas entre los trazos gruesos y sus hábiles manchas de color. El suyo es un mundo abigarrado, por eso siempre he pensado que a sus páginas a menudo les sobra prosa. En los primeros compases de “Las edades de la rata” se podría pensar que el artista peruano vuelve a abusar del texto, algo que ya descompensó en parte sus dos notables obras anteriores, “Parte de todo esto” (Edicions de Ponent, 13) y “Sirio” (Fulgencio Pimentel, 16). Al avanzar por cada tramo temporal y las estampas emocionales de esta historia escalonada a través de los diversos episodios en la vida de dos jóvenes peruanos desplazados de su país, Isidoro y Manuela, nos damos cuenta de que esta vez el autor ha sabido desbrozar letras hasta dar con el equilibrio idóneo entre arte y prosa. Lo mejor de todo es que todo eso sucede en relación a los personajes. En los pasajes donde Isidoro cobra protagonismo, los cuadros de texto abundan y cargan de retórica la narración, pero cuando Manuela aparece en escena la historia se aligera con diálogos ágiles y viñetas amplias.
“Las edades de la rata” atraviesa ejes de espacio y tiempo, desde el Perú de los años treinta a la Roma de 2016, con parada en La Rambla de Barcelona allá por 2008. En ese tránsito, López Lam cose con un aliento emotivo e intimista episodios de la historia de su país, reflexiones sobre la inmigración y los anhelos o abandonos del desplazado en un relato intrincado y poético, pero también duro y ansioso, que ha conquistado el Premio Internacional de Novela Gráfica Fnac-Salamandra Graphic. Isidoro vive al margen y viaja siempre a la deriva, mientras Manuela planea sobre las raíces y la historia de Perú. Aunque ambos sienten una melancolía similar cuando ven un atardecer en la playa y el sol no se oculta detrás de las aguas.
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