¿Esta enfermo Suehiro Maruo? ¿Lo estamos nosotros por leerlo y disfrutarlo? Ni una cosa ni la otra. O quizá las dos, qué sé yo.
Esta nueva entrega de nuestro mangaka chalado favorito (“Midori”, “Dr. Inugami”, “La sonrisa del vampiro” y muchos otros títulos) recopila quince relatos cortos que publicó en la década de los años ochenta y en los que hace gala del eroguro más auténtico, provocador y, si me apuran, recalcitrante. ¿Y de qué van estas short-stories? Pues de sexo, estupor y horror bien macerados, puro subgénero más que consolidado por autores de reconocido prestigio como Hideshi Hino, Shintaro Kago, Kazuo Umezz, Junji Ito y el que nos ocupa. Nada nuevo. O sí, porque, en la década de los ochenta la censura no estaba tan atenta a manifestaciones artísticas extremas y lo políticamente correcto no era un valor en alza ni por asomo.
Aquí los ecos de la perversidad Ballardiana (o Cronenbergesca, por extensión), la decadencia moral y la crueldad física alcanzan cotas sublimes –entendiendo por sublime no la categoría estética definida por el pensamiento grecolatino que luego desarrolló la filosofía kantiana sino la más abyecta y sin tradición religiosa como es la japonesa– y obligan al lector a tomar descansos visuales para asimilar el pandemónium de atrocidades y perversiones que –uno tiene una edad– ya no son tan fáciles de mirar. Lamer cicatrices, vestirse de muñeca para fornicar, introducir objetos cortantes en genitales o heridas, bondage, coprofagia, agonofilia, necrofilia, infantofilia, salirofilia, paradoxia y un reguero de barbaridades retorcidas del gran maestro del sueño erótico y las atrocidades gráficas. Parental advisory y todo eso que ya se saben ustedes.
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