El mecanismo
Comics / Gabi Beltrán Y Ángel Trigo

El mecanismo

7 / 10
Joan S. Luna — 24-11-2021
Empresa — Astiberri
Fotografía — Archivo

Gabi Beltrán se hizo un nombre que perdurará en el mundo del cómic en castellano gracias a “Historias del barrio”, una obra que vivió una segunda juventud con la edición integral que Astiberri lanzó en 2016. Y es lógico porque supo hablarnos de cosas importantes sin que lo pareciera. Ahora, con su nueva obra, su perspectiva de las relaciones humanas vira hacia mundos muy distintos. En “El mecanismo” nos plantea un duelo intelectual, un pulso entre dos personalidades que coinciden casi por designios del destino en una pequeña carretera mallorquina. El protagonista, el escritor de cuarenta años Jonathan Bennett, viaja hasta allí para dar forma a un ensayo sobre Robert Graves. Ese es su objetivo hasta que se topa con un viejo perro y, poco después, con su también viejo amo. Pero lo que Bennett no esperaba es que ese hombre le recordase a un escritor, Marcus Carlton, con el que ha estado obsesionado toda su vida y que, según todos los indicios, se suicidó décadas atrás. Quizás piensen que ya les he explicado todo lo que ocurre en “El mecanismo”, y es posible que eso cierto en parte. Solo en parte.

Porque el valor de “El mecanismo” no guarda tanta relación con esa trama, sino con el cara a cara entre los dos protagonistas principales. Ambos van estrechando su relación en un tira y afloja en el que van descubriendo sus secretos y sus debilidades. La experiencia se enfrenta a las dudas, los errores a las certezas, sin desentrañar la incógnita central. Pero, como decíamos, lo importante es el camino, el diálogo, las conversaciones, que Beltrán dirige con mucho oficio y acierto, y que Ángel Trigo dibuja con un trazo que le encaja a la perfección a tan enigmática obra. Los protagonistas de Beltrán hablan mucho, aunque lo realmente importante quizás esté entre líneas mientras charlan sobre Carlton y de su obra, esa “El mecanismo” que le da título al cómic. Bennett acabará siendo –cambiando la selva por una villa mallorquina– una suerte de Charlie Marlow a la búsqueda de Murtz en “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad, y el viejo, un Prétextat Tach (“Higiene del asesino” de Amélie Nothomb) sin Nobel de Literatura de por medio.

Beltrán ha levantado su nueva historia sobre una montaña de ambigüedades, esas tras las que se esconden los personajes, con sus rincones emocionales inescrutables e intrigantes, y la propia ambigüedad que plantea un final que no sabría uno si entender como nihilista o como todo lo contrario. Quizás esa sea la intención de su autor o quizás solamente sea una de las múltiples formas en las que puede entenderse el funcionamiento de ese mecanismo que es la mente humana.

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