Créeme, no verás jamás una gama de magentas, grises y negros como la que aparece en este libro. Tampoco verás una guardas similares ni esnifarás un olor tan penetrante como el que emana de estas páginas. La de Ryan Heshka también será posiblemente la mejor portada de cómic que se publicará este año, y cuando empieces a descubrir cómo se las gastan Wanda, Wendy, Pinky, Blackie, Sweets y McQualude, te rendirás bajo sus tacones con gesto suplicante.
Este club de desclasadas, abandonadas y empoderadas mujeres tiene su sede en la casa club, oculta en los bosques que circundan la ciudad que maneja a su antojo al alcalde Schlomo, un ser despreciable que se alimenta de beicon y mueve los hilos con furia machirula de primera categoría. Cuando el hombre se percata de la influencia que las chicas malas puede ejercer en el resto de mujeres, urde un plan de acoso y derribo para aniquilarlas, valiéndose de Roxy, personaje colosalmente controvertido, causante involuntaria del casi final del club de las chicas malas. Pero al final, tanto madero panoli, tanta lombriz infame y tanto tío mierda del planeta serán insuficientes para masacrar algo ya imparable, el pauer de las chicas malas, salvadas gracias a la transformación de Pinky en un monstruo de poder incontrolable. Ojalá las jovencitas de tu ciudad sigan sus pasos, la revolución está en marcha.
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