Cementerio Estelar
Comics / Carlos Giménez

Cementerio Estelar

7 / 10
José Martínez Ros — 03-04-2023
Empresa — Reservoir Books

Resulta innecesario presentar a una leyenda del noveno arte como es Carlos Giménez (Madrid, 1941), el autor de clásicos como “Paracuellos”, “Los profesionales” o “Dani Futuro”. Con más de ochenta años, y una larguísima trayectoria, sigue lanzando nuevos trabajos al mercado, muestras de una vitalidad artística que no decae. Ahora nos llega “Cementerio estelar”, un curioso caso de autoremake.

La historia la explica el propio Giménez en el prólogo: a principios de este siglo XXI, su viejo amigo, Alfonso Azpiri, le sugirió que escribiera un guion para él. La idea es que se tratara de un relato de ciencia-ficción que le permitiera dar rienda a su inigualable imaginación visual. Giménez cumplió el encargo a la perfección, adaptando tres cuentos de Jack London: “El rojo”, “La gran medicina” e “Ik-Kok”, a los que traslada a un escenario de space opera. Así el primer “Cementerio estelar” fue publicado por Norma en 2005. Muchos años más tarde, después de finalizar el noveno, y último álbum de “Paracuellos”, nos cuenta Giménez, sintió el anhelo de realizar una obra que no estuviera tan al servicio de la palabra, en la que pudieradisfrutar del simple acto de dibujar en viñetas amplias y espectaculares. Y decidió recuperar ese viejo guion, que sólo modifica para hacer un pequeño homenaje a Azpiri, que falleció en 2017.

En su prosa, London nos situaba en lo que, a finales del siglo XIX, eran las últimas fronteras de la humanidad, los últimos territorios salvajes e inexplorados, el ámbito ideal de la aventura: las montañas heladas de Alaska, las islas del Pacífico. Giménez nos lleva a un futuro remoto, cuando en los confines de la Vía Láctea existe un lugar llamado el Cementerio Estelar, que se ha convertido en un foco de atracción, en una paradójica atracción turística, ya que ahí descansan los cuerpos –más o menos completos- de viajeros espaciales que sufrieron muertes violentas o no fueron identificados en aquel sector de la galaxia. Un pequeño robot sirve de guía a los visitantes, y se convierte en el narrador de las historias de tres “pálidos” como se conoce a los seres humanos que, en el universo urdido por Giménez, han reproducido a escala cósmica las dinámicas de la colonización, y avanzan planeta tras planeta reduciendo a la esclavitud más vil a las distintas estirpes, más primitivas en lo que a tecnología se refiere, que se cruzan en su camino.

Pero los protagonistas de estos cuentos, que participan en la crueldad de esa invasión, también pagarán un precio por sus actos. Como sucede en muchas obras literarias de Conrad, los “civilizados” hombres blancos, en la soledad de junglas remotas, en contacto con culturas y creencias extrañas, descienden fácilmente al salvajismo o la locura. De hecho, en la mejor de estas tres fábulas, “El Rojo” –que presenta una premisa tan apasionante que incluso merecería una adaptación más extensa y ambiciosa-, London se acerca muchísimo al Conrad de “El corazón de las tinieblas” para desembocar en una enigmática resolución a medio camino entre “Picnic extraterrestre” de los hermanos Strugatski y el “Solaris” de Stanislaw Lem.

En “Cementerio estelar” nos encontramos con un Giménez en la plenitud de todas sus facultades como narrador. El dibujo, por supuesto, es muy distinto a la “versión original” de Azpiri, mucho más suelto y caricaturesco, pero sin que esto disminuya el impacto de unas historias cargadas de violencia, humor negro y misantropía. A estas alturas, Giménez no compite con nadie: es un maestro que disfruta con su arte. Y nosotros podemos estar agradecidos por ello.

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