Westworld (Temporada 4)
Cine - Series / Lisa Joy

Westworld (Temporada 4)

7 / 10
Luis M. Maínez — 22-08-2022
Empresa — HBO
Fotografía — Cartel de la serie

Algo pasa con “Westworld” que tenía todas las papeletas para convertirse en la serie de la década, en “Lost” veinte años después, en una historia que conecta nuestras inquietudes universales como humanos con los retos tecnológicos y filosóficos en los que nos hemos sumido como especie –el desarrollo de la inteligencia artificial, la biotecnología como ciencia-pilar en la evolución humana, el replanteamiento de la muerte y las dudas sobre nuestra propia naturaleza– y, sobre todo, ser la primera serie bajo la batuta de Jonathan Nolan, el responsable de los guiones y la visión que llevaron a la fama su hermano Christopher. Sin embargo, algo inexplicable ha llevado a “Westworld” a alejarse lacónicamente de la excelencia, para desgracia de un público que roza con los dedos una obra maestra de las que suceden cada mucho tiempo. Tan portentoso estaba siendo el desarrollo de esta cuarta temporada desde sus primeros episodios, como pueril resultó ser el final.

La construcción del universo “Westworld” más allá del propio parque temático en la tercera temporada fue torpe y farragosa a nivel narrativo, e irregular en cuanto a la propuesta estética; los personajes surgían y se relacionaban entre sí con poca naturalidad; a diferencia de lo que ocurría en las primeras temporadas, donde fueron capaces de parir un mundo increíble, nombrarlo y explicarlo fácilmente, sin que los espectadores sufriéramos un hálito de duda. Al calor de los primeros episodios de la cuarta temporada, quedaba patente el intento de zafarse de los recuerdos de la entrega anterior; solo importaban un par de detalles aquí y allí: ni la trama principal, con Vincent Cassel de antagonista y un Caleb (Aaron Paul), que hiede a Frodo desde el principio, como protagonista accidental; ni el arco de Dolores multiplicada.

En este cuarto acto, todo sucede volviendo a empezar. Nolan-Joy no han encontrado en las cuatro temporadas la tecla para darle continuidad a la serie sin volverla a engendrar una y otra vez de nuevo. Los personajes peor construidos, como la Dolores-Charlotte, se permiten inflexiones de carácter continuamente, mudando con antojo caprichoso, adecuándose a los baches de la propia narración. Cuando han firmado al menos cuatro capítulos sobresalientes y tres muy buenos, falta ambición en el último episodio, que no consigue concluir con el talento necesario las tramas que ha ido abriendo. Volviendo al ejemplo de “Lost”, muy criticada por los interrogantes que dejó sin cerrar, una cosa es no explicar un easter egg y otra distinta dejar colgado el sentido de toda una trama. Caleb y su historia funcionan como ejemplo de personaje que únicamente sirve para explicar detalles técnicos de tramas más importantes; el final de Angela es para echarse a reír.

Perder la Champions en la final es más doloroso pero no implica que hayas jugado mal toda la temporada. “Westworld” se quita de encima la decepción que supuso la tercera entrega y, durante muchos momentos, brilla a su mejor nivel. El episodio cuarto es una verdadera joya que exhibe un talento para jugar con el ritmo y con el tiempo de la narración durante más de cuatro horas, algo al alcance de muy pocos creadores. Todavía más complicado es firmar un trío de episodios a continuación que descubren los misterios de una historia compleja con elegancia y sutileza. Maeve es un personaje perfectamente interpretado por Thandie Newton, que junto a Bernard (Jeffrey Wright) son el sostén interpretativo y el motor de la historia. Raíles sobre los que circula el tren de una serie que insiste en desaprovechar a William (Ed Harris), un personaje que no termina de explotar, mientras encumbran a Dolores, que no termina de funcionar. Ambos se descubren como polos antagonistas, creadora y destructor, Diosa y Diablo, para explicar el advenimiento de la nueva humanidad, nada novedosa y muy humana, que nace en “Westworld” como terminará naciendo entre nosotros, en el mundo real.

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