Crock Of Gold: A Few Rounds With Shane MacGowan
Cine - Series / The Pogues

Crock Of Gold: A Few Rounds With Shane MacGowan

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Begoña Donat — 30-09-2020
Fotografía — Archivo

El Festival de San Sebastián reconoce con el Premio Especial del Jurado “Crock Of Gold: A Few Rounds With Shane MacGowan”, el documental que Julien Temple dedica al líder de The Pogues

Tras documentar las trayectorias de Sex Pistols y The Clash, y el influjo de Wilko Johnson y Ray Davies en el movimiento punk, al director británico Julien Temple le faltaba un pieza de su puzzle cinematográfico dedicado a la escena musical británica de los setenta. Era un nombre propio, que trascendía el grupo en el que se dio a conocer, el del poeta irlandés Shane MacGowan, líder de The Pogues. Esta cuenta pendiente la ha saldado con el documental musical “Crock Of Gold: A Few Rounds With Shane MacGowan”.

El título replica el de una novela sobre filosofía y folklore irlandés escrita en 1912 por James Stephens. Lo del puñado de rondas, a la vida macerada en alcohol del autodestructivo sujeto de la película. La odisea de Temple para armarla ha sido reconocida con el Premio Especial del Jurado del Festival de San Sebastián. “Este proyecto venía con una alerta: Shane no es un tipo fácil. Ha sido todo un reto. El documental capta parte de la ferocidad de un personaje que te lleva al límite”, reconoció el realizador a su paso por la ciudad vasca.

El director de “La gran estafa del rock and roll” (“The Great Rock’n’roll Swindle”, 80) y “La mugre y la furia” (“The Filth And The Fury”, 00) tuvo que lidiar con un hombre depauperado, en silla de ruedas a los sesenta y dos años, agresivo y ofensivo las más de las veces y afable, las menos. El vocalista de Primal Scream, Bobby Gillespie es una de las víctimas de su mal talante durante el metraje. “Tratas de dirigirlo, pero no quiere. Es un héroe trágico, pero el más creativo, generoso y cálido”, contrasta Temple.

Para superar los obstáculos ligados a su carácter inestable e imprevisible, el realizador ha recurrido a un ingente material de archivo, piezas de animación original de Ralph Steadman, entrevistas a su entorno y a… Johnny Depp. De hecho, la película es un encargo del actor, quien mantiene una larga amistad con el músico. “La primera vez que escuché a The Pogues, el sonido punk rock me transmitió rabia y cabreo, y el bajo, la mandolina y los instrumentos folklóricos, melancolía. Me impactó”, compartía el intérprete, que ejerce como productor del filme. Les presentó Gerry Conlon, uno de los llamados Cuatro de Guildford, condenados injustamente por dos atentados del IRA. Su trance personal se detalla en la película “En el nombre del padre” (Jim Sheridan, 94).

Así describe Depp su primer encuentro hace tres décadas con el que considera uno de los grandes poetas de todos los tiempos, a la altura de Boris Vian: “Conlon me llevó al estudio de Shane y lo encontramos con una cerveza en la mano y una guitarra en la otra. Se estuvo tambaleando durante quince minutos”.

Temple es contemporáneo de McGowan. Frecuentaron los mismos bares y salas de conciertos durante la eclosión del sonido punk, en sus via crucis particulares en pos de la energía de Sex Pistols. En su opinión, después de Sid Vicious, el irlandés era la persona más interesante de aquella década vibrante. De ahí que dispusiera de materiales donde rastrear la trayectoria de su talento singular.

La eclosión de “Fairytale Of New York”, considerada por su artífice como el “Bohemian Rhapsody” de The Pogues, los abocó a una gira interminable en la que el cantante abusó sobremanera de la bebida y las drogas. El momento culminante llegó en Nueva Zelanda, donde, instado en un viaje de ácido por unos entes mahoríes, MacGowan pintó de azul la habitación del hotel en el que se hospedaba y a él mismo. Tras ser expulsado de la banda, inició una carrera en solitario en la que no cejó en arruinar su hígado mientras devolvía el orgullo a los irlandeses que, como él, emigraron a Inglaterra.

Para Temple es importante revelar el larvado conflicto nacionalista a través de la figura del artista, que reivindicó sus raíces gaélicas y se definió como simpatizante del IRA. “El Brexit ha vuelto a sacar el tema ahora, sobre todo para que los adolescentes que no tienen ni idea de qué paso en los años treinta y cuarenta asuman sus consecuencias hoy en día”. No por casualidad, durante su huraño retiro, recibe la visita del que fuera presidente del Sinn Fein, Gerry Adams.

El momento final del rockumental es una celebración multitudinaria de su sesenta años aniversario en el National Concert Hall de Dublín, con tributos a cargo de Sinead O’Connor, Nick Cave, Bono, Johnny Depp, Carl Barat, Bobby Gillespie, Glen Matlock y Cerys Matthews, y la entrega de un premio honorífico a cargo del presidente de Irlanda.

Como ha resumido Temple en un torrente de adjetivos, Shane MacGowan es “irascible, intratable, exasperante, fascinante, espantoso, irritante, belicoso, comatoso, cascarrabias, cadavérico, imposible e imparable”, pero filmarlo y, en consecuencia, asistir como espectador a la montaña rusa vandálica, inspirada y agotadora que son su carrera y su vida es “como volar a través de un arco iris radiactivo donde al final hay una vasija de oro esperando a ser descubierta por aquellos que se esfuerzan lo suficiente”.

 

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