Un segundo
Cine - Series / Zhang Yimou

Un segundo

8 / 10
J. Picatoste Verdejo. — 15-10-2021
Empresa — Vértigo Films
Fotografía — Archivo

En 2007 Zhang Yimou fue uno de los treinta y cinco directores que participaron en la película conmemorativa del sesenta aniversario del Festival de Cannes con la realización de un cortometraje de pocos minutos. Su pieza, “Movie Night”, recreaba el alborozo con el que era recibida, sobre todo por parte de los niños, una nueva sesión de cine en un pueblo chino. “Un segundo” amplifica ese homenaje al séptimo arte y lo reivindica como creador de segundos eternos rescatando su significación más profunda de entre otros usos más pragmáticos.

El cineasta chino, en cuya filmografía coexisten películas espectaculares de artes marciales (“Hero”“La casa de las dagas voladoras”), dramas intensos (“Sorgo rojo”“Semilla de crisantemo”) y relatos románticos e íntimos (“El camino a casa”, “Amor bajo el espino blanco”), toma como protagonistas dos parias en la Revolución Cultural comunista en la China de los años sesenta, un preso huido y una adolescente que roba para cuidar a su hermano pequeño. Sus caminos se cruzan gracias al celuloide, más específicamente, un fragmento de la película que toca proyectar en un pueblo y en el que los dos están interesados. Una para llevárselo, otro para protegerlo. Los dos tienen motivos para actuar de la manera en que lo hacen.

Esa es la característica principal de la obra, su humanismo, el convencimiento de que todo acto humano está motivado y no puede ser valorado de manera justa si no se conoce todo lo que le ha rodeado previamente. Es así como también se construyen personajes hondos que con los que el espectador cambia su relación a medida que conoce en profundidad la peripecia que los mueve y define. De la misma manera, los dos protagonistas, como toda pareja de caracteres opuestos, se acaban comprendiendo y complementando hasta ser yin y yang en una sociedad que les es hostil: cada uno de ellos suple lo que le falta al otro. Así, en este relato humano, delicioso y delicado, Yimou tiene espacio para el apunte crítico histórico y social, posiblemente ya existente en la novela de Yan Geling, autor que el cineasta ya adaptó previamente en “Las flores de Shanghai” y “Regreso a casa”: solo las ansias de poder y la autoridad tienen la capacidad de corromper al ser humano, de deshumanizarlo, incluso al proyeccionista del pueblo, una suerte de dios para los lugareños, un pequeño dictador de pies de barro que teme perder su poder.

Por cierto, séptimo arte y celuloide, expresión y concepto en desuso utilizados en este texto, van como anillo al dedo a “Un segundo”: en plena era digital, cuando el cine ya no es lo que era, literalmente si hablamos de formatos, Yimou nos recuerda el proceso mecánico y humano, laborioso y preciso, lleno de cuidado y dedicación en el que consistía el hecho milagroso de formar imágenes en una pantalla. La reparación y lavado de rollos de celuloide es una de las perlas que esconde el film y que todo nostálgico del cine apreciará y recordará en el futuro.

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