Quo Vadis, Aída?
Cine - Series / Jasmila Zbanic

Quo Vadis, Aída?

9 / 10
J. Picatoste Verdejo — 13-05-2021
Fotografía — Archivo

Todo conflicto del siglo XX suele tener una suerte de cronista cinematográfico, un cineasta que dedica la mayor parte (o la totalidad) de su filmografía a relatar (o testimoniar si emplea el documental) distintos aspectos del suceso trágico para profundizar en él y evitar su olvido. Lo hizo el barcelonés Jaime Camino con la guerra civil española y el francés Claude Lanzmann con el holocausto judío y lo sigue haciendo el chileno Patricio Guzmán con el golpe de estado de Pinochet y el camboyano Rithy Pan con el genocidio perpetrado en su país por los Jemeres rojos. La bosnia Jasmila Zbanic se está erigiendo, en este sentido y salvo una deficiente incursión en la comedia (“Love Island”), como una custodiadora de la memoria de la cruenta guerra de bosnia y una notaria de la huella que dejó en la sociedad. No es casualidad que, de todos los casos mencionados, la única mujer sea la cronista de la guerra de Bosnia, un conflicto del que las mujeres permanecen como salvaguardas no solo de la memoria del dolor y las vejaciones que sufrieron en sus propias carnes sino también del recuerdo irrecuperable de los miles de hombres civiles que fueron asesinados.

Su primer largometraje, “El secreto de Esma”, ganador del Oso de Oro en el Festival de Berlín, ya lidiaba, desde el presente, con el tema de las violaciones sistemáticas en aquel conflicto. De hecho “Quo Vadis, Aída?”, su quinto filme, recientemente nominado al Oscar a Mejor Película internacional, constituye la primera vez en la que Zbanic sitúa la acción plenamente en los años de la guerra sin mediar una referencia directa al presente. Así, la Aída del título, poderosamente interpretada por la serbia Djasna Djuricic, es una traductora de la ONU que trabaja en Srebenica con los cascos azules neerlandeses en la zona (supuestamente) segura bosnia frente al asedio serbio y rodeado de ciudadanos amontonados que, desesperados, ansían entrar, entre ellos, familiares de Aída, todos varones: el marido y los dos hijos. Si “El secreto de Esma” reflejaba el dolor femenino respecto a su propia tragedia, “Quo Vadis, Aída?” rescata la tragedia masculina a través de la mirada femenina.

Aída, en su modestia, es una privilegiada que va a intentar en una angustiosa carrera a contrarreloj extender su salvoconducto a su familia para asegurar la salvación ante la amenaza inminente pese a que las normas lo impiden por no trabajar ellos en dicha organización. La película no intenta, a través de esta confrontación entre conflicto general y peripecia individual, poner en entredicho la actuación de la protagonista –¿quién le puede reprochar sus motivaciones?– sino hacer tambalear nuestros propios principios: ¿negamos privilegios individuales y la conculcación de normas si con ello se salvan vidas? Esta premisa en la que lo pasional supera lo racional y lo moral sirve como excusa también para mover al espectador en los diferentes planos de la acción, llevarlo desde la explanada exterior hasta los intestinos burocráticos del interior en los que el organismo se atasca y no funciona como debería. Ahí el dedo acusador de Zbanic apunta a las fuerzas de la ONU incapaces, insuficientes e irresponsables frente a la feroz soberbia serbia. Sin embargo, el mayor mérito de la directora es no dejarse llevar por las emociones que suscita lo relatado, no arrebatar el discurso ni regodearse en la exhibición de la masacre. Por contra, mantiene un equilibrio formal sin, por eso, dejar de ser implacable.

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