Bong Joon-ho no será recordado como uno de los grandes cineastas de nuestro tiempo por “Mickey 17”. Eso ocurrirá, con toda seguridad, por películas tan brillantes y redondas como “Memories Of Murder”, “Mother”, “The Host” o, por supuesto, “Parásitos”, su thriller buñuelesco que arrasó en los Oscars de 2019. De hecho, da toda la impresión de que el autor surcoreano se tomó la propuesta de Warner de adaptar la novela homónima de Edward Ashton con bastante relajación y cierto cachondeo.
Pero eso no implica que deba despreciarse esta obra en la que el autor surcoreano combina dos de sus géneros favoritos, la ciencia-ficción y la comedia negra. Los cien millones de dólares de presupuesto lucen en la gran pantalla, gracias a la estupenda fotografía y al imponente diseño de producción. No obstante, lo mejor de “Mickey 17” es que, a pesar de su aparatosidad, en su corazón, es un artefacto subversivo de serie Z, un cruce entre una película de la Troma y el Terry Gilliam más carnavalesco con los medios de la primera división hollywoodiense.
Como mucha de la ci-fi de todos los tiempos, nos conduce a un futuro distópico para señalar los males del presente. Bong Joon-ho no se esfuerza demasiado en disimular que su objetivo es ofrecer una sátira vitriólica de la actualidad política, una suerte de “¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú”, sustituyendo el escenario de la Guerra Fría por el del ascenso de unos líderes patrioteros, ineptos, ridículos y populistas que, desgraciadamente, están en boca de todos. El gran villano de la función, el senador Kenneth Marshall (interpretado por un Mark Ruffalo desatadísimo, transfigurado en Peter Sellers), es una versión apenas más desmadrada que los originales de un Javier Milei o un Donald Trump. Un enajenado aspirante a dictador facistoide que tiene el plan de colonizar un remoto planeta con sus seguidores estilo MAGA, una vez que haya exterminado a las formas de vida que lo habitan (sin importar que estas parezcan dotadas de inteligencia).
Nuestro desventurado protagonista, Mikey (un muy inspirado Robert Pattison), es un individuo sin suerte, un perdedor nato acosado por las deudas, lo que le ha llevado a alistarse en la lunática empresa espacial de Marshall. Por desgracia, no ha advertido que su contrato indica que asumirá, durante el viaje, las misiones más peligrosas… cuando previsiblemente muera (por recibir dosis masivas de radiación, probar compuestos experimentales, hacer reparaciones de alto riesgo...) será clonado, reimpreso con todos sus recuerdos, una y otra vez. El problema tendrá lugar cuando, debido a un accidente, coincidan dos Mickeys a la vez.
La mayor parte de las críticas que se ha llevado “Mickey 17” inciden en su caótico tercer acto, cuando sus diversas subtramas confluyen y explotan en un estallido catártico de violencia, humor y locura. Es posible que, en efecto, la burlona épica espacial de Bong Joon-ho tenga un final muy excesivo y pasado de rosca (también es posible que le hubiera venido bien un metraje más ajustado). Pero basta con echar un vistazo a las noticias de las últimas semanas para comprobar que el ilustre director no ha exagerado en absoluto. La realidad es ahora mucho más bizarra y gore que cualquier ficción.
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