Apolo 10 ½
Cine - Series / Richard Linklater

Apolo 10 ½

8 / 10
Daniel Grandes — 14-04-2022
Empresa — Netflix
Fotografía — Cartel de la película

¿Por qué muchísimas de las películas sobre las que escribo últimamente pasan por el filtro de la nostalgia? ¿Qué tiene el presente que parece estar asustando a nuestras historias? No me sorprende que sea justo ahora cuando Linklater haya decidido retratar un pasado contexto histórico donde el futuro era esperanzador. Observar esa posibilidad desde la óptica contemporánea resulta utópico, incluso me atrevería a decir iluso. ¿De verdad en algún momento de la historia el “mejor que ayer, peor que mañana” era el pan de cada día? Puede que por eso Linklater haya optado por recurrir a la rotoscopia una vez más, por el simple hecho de que en el cine de animación lo real parece manifestarse sobre una cierta irrealidad, en una especie de costumbrismo fantástico. El cineasta estadounidense teje un realismo mágico que nos convence de que en el pasado siempre hay algo de romantizado y de que en lo romantizado siempre hay algo de mentira, de ensoñación y de recuerdo falseado. “Yo era un cuentacuentos, una manera elegante de decir que era un mentiroso compulsivo”, aclara el personaje protagonista y alter ego de Richard Linklater en “Apolo 10 ½”.

No puedo evitar emocionarme ante esta última propuesta de un cineasta que ha encontrado en esta película una oportunidad de volver a tantear de cuántas formas posibles puede moldear su esencia narrativa. Si Linklater basa su cine sobre lo extraordinario de lo ordinario y lo ordinario de lo extraordinario, la América que vivió el aterrizaje en la Luna parece sin duda el lienzo sociológico perfecto sobre el que dibujar su último (autorretrato) fílmico. Hay algo mágico en “Apolo 10 ½” justamente por la vaporosidad de su naturaleza, por la forma en la que la cronología se tropieza a favor siempre del relato, por la fluidez con la que lo histórico (lo sucedido) se mezcla con lo soñado (lo recordado). Lo autobiográfico se desenmascara y se presenta por fin como lo que realmente es: una mentira. Esta película es una muestra de que cada vez tiene menos sentido conjugar la historia en singular, pues cada par de ojos la escribiría de formas totalmente contradictorias. Además, ¿quién somos nosotros para decirle a un niño que vió la llegada a la Luna por la tele que realmente no fue él quién pisó la Luna?

“Apolo 10 ½” es un homenaje a la memoria defectuosa o, mejor dicho, a la fotogenia incomprensible del instante recordado. ¿Por qué nuestra memoria se compone por esos fragmentos y no otros? Hay una casualidad innegable en esos montajes mentales que realizamos de nuestra infancia sin la que no podríamos comprender el cine de Linklater. Lo excepcional puede esperar, pues si miramos lo suficiente al costumbrismo a los ojos brotará de él una excepcionalidad diferente, innegable y pura. Porque además de un vibrante retrato atípico de la sociedad del momento –completamente consciente de que empatizar con la mirada infantil conlleva entender las problemáticas coetáneas como “cosas de adultos”– este es uno de los tributos más puros a la cultura pop como parte fundamental del desarrollo personal que he presenciado en los últimos años. Sé lo cliché que suena esto, y siento de verdad tener que convertirme en esa persona, pero es que “Apolo 10 ½” es un homenaje al cine y la música de esos que se escriben en pleno arrebato de pasión (por fin alguien retrata con la misma pasión con la que habla de “2001: Odisea en el espacio” lo mucho que le marcaron las visitas a los parques de atracciones; ¡cada día más en el equipo de este hombre!). Linklater ha escrito una carta de amor más, así que todo el mundo a leerla.

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