“Hago discos para aquellos que escuchan lo mismo que yo”
EntrevistasGermán Salto

“Hago discos para aquellos que escuchan lo mismo que yo”

Kepa Arbizu — 20-12-2025
Fotografía — Sara Irazábal

El músico madrileño regresa con un trabajo, “Ojo de bife” (Calaverita Records), donde recupera su esencia musical ligada al rock clásico y al power pop más elegante para construir un delicioso y melódico repertorio. El próximo 24 de enero lo estará presentando oficialmente en Madrid (Sala Copérnico), entre muchos otros conciertos.

(Puedes consultar las fechas de su gira al final de esta entrevista).

La música de Germán Salto siempre está girando. A veces se aleja más de su eje central, sostenido sobre la calidez del rock americano, como sucedió con su anterior trabajo homónimo, resultado de un frenesí barroco, y otras circunda cerca de ese territorio en el que habitan Tom Petty, Neil Young o The Jayhawks. Tal es el escenario en el que se circunscribe un “Ojo de bife” que, respaldado por una banda donde acoge a ilustres de nuestra escena, como Ricky Falkner, Ekain Elorza, Willy Planas o David Chuches entre otros, enuncia la tradición americana con esa elegante dulzura que caracteriza al compositor, convertido ya en un majestuoso músico que no para de crecer en todas las direcciones, pero siempre de manera absolutamente identificativa.

Aunque es evidente que este nuevo disco recupera las influencias ligadas al rock americano, también tengo la sensación de que, en la manera de afrontarlas, ha dejado algo de rastro el más barroco y popero anterior trabajo...
Más bien creo que sobre todo es cuestión de que dentro de la “americana”, y ese tipo de sonidos, siempre me han interesado más bandas como The Kinks que por ejemplo Led Zeppelin. Me pasa que The Jayhawks, que son un grupo de referencia en este ámbito. Me gustan sobre todo porque se les ve que quieren ser más Ray Davies que Hank Williams. En este tipo de géneros buscar la melodía más bonita siempre me ha parecido lo más interesante.

¿Es también una forma consciente de huir de cierta estandarización del género?
Es que en realidad creo que hacer un disco de “americana”, o de otros muchos géneros, es facilismo. Engañar a la gente en ese sentido no es complicado, significa simplemente poner una persona que cante relativamente bien, incluir un pedal steel que suene bonito y una acústica que resulte, y aunque la canción sea una basura, a la gente no le importa porque va a sonar agradable. Por eso cuanto más me aleje de algo parecido a eso creo que mejor lo habré hecho.

"No me apetece repetirme, pero es verdad que eso me lo puedo permitir ahora que tengo pocos discos"

Cada uno de tus discos, respetando una identidad ya consolidada, tiene un carácter propio y distintivo. ¿No repetirte se convierte en una prioridad?
Es algo involuntario. No me apetece repetirme, pero es verdad que eso me lo puedo permitir ahora que tengo pocos discos. No voy a ser como Elvis Costello y hacer un álbum de música clásica y otro de sonido Nueva Orleans, porque dentro de poco se me acabará el repertorio de registros [risas]. Pero siempre me gusta hacer un disco que no haya realizado antes, que responda al momento y a aquello que estoy escuchando en esa época.

¿Eres especialmente permeable a las cosas que escuchas en cada época?
Yo creo que sí. A la hora de componer y grabar me influye un montón. En el anterior disco por ejemplo estaba muy metido en el mundo de Burt Bacharach y ese tipo de cosas, ahora sin embargo estoy volviendo a escuchar a Tom Petty, lo que demuestra que sí va de la mano al final lo que escucho y lo que escribo.

¿No vivir de la música te permite contar con esa libertad para hacer aquello que quieres en cada momento?
Me ayuda muchísimo, por supuesto, pero es que además es algo que veo en amigos a los que les va muy bien con la música y, aunque podrías pensar que son muy felices con ese resultado, al final eso les genera mucha inquietud: qué van a hacer en el siguiente disco o cómo mantener esa oleada de público que les ve les genera mucho estrés. Yo no te voy a engañar, también quiero que me escuche el mayor número de gente posible, pero al final hago discos para aquellos que escuchan lo mismo que yo. Supongo que al principio me hacía sufrir dedicarme a otras cosas que me quitaran tiempo para componer, pero al final ha sido una bendición, y me ha ayudado a saber cuál es mi sitio, mi techo y dónde estoy.

¿Nunca has echado de menos tener una dedicación plena para la música?
Durante algún tiempo sí, pero al final creo que era más una excusa para no castigarme por haber sido tan vago. En realidad, si quiero, puedo sacar muchas horas para dedicarle a la música. En mi profesión, piloto, como hago vuelos de largo radio, al contrario de los que hacen un recorrido más corto que descansan solo veinticuatro horas, yo como consecuencia de esos viajes largos puedo llegar a tener seis días libres, momento que aprovecho para llevarme la guitarra. De hecho, ahora mi siguiente paso sería comandante de corto radio, pero voy a renunciar para poder seguir dedicándome a la música. En verdad me quita más tiempo el teléfono móvil o los amigos que la aviación.

Musicalmente “Ojo de bife” fluctúa entre un concepto orgánico de banda y un manejo de la decoración instrumental muy trabajado. ¿Fue difícil manejar esa dicotomía?
Un poco puede que sí, porque además tuve la mala suerte de que para más de la mitad del disco no pude contar con el batería y bajo de mi banda, aunque claro, los sustitutos han sido de lujo, Ricky Falkner y Ekain Elorza, de Morgan, que ha tocado mucho conmigo. Por eso tenía el sufrimiento de que no fuera a sonar muy conjuntado, pero no fue así. Es verdad que luego los discos se pueden trampear mucho, pero yo sí que escucho esa frescura de una banda tocando en directo a la que luego se suman cosas como el pedal steel, las acústicas o percusiones, que se añadieron por separado. Pero el resultado me ha dejado muy contento, la verdad.

El disco es capaz de pasar del ímpetu de “Rompecabeza” a la absoluta desnudez y delicadeza de “Sobre la maleza”. ¿Buscabas conscientemente ese juego de contrastes?
A la hora de componer no, de hecho suele ser un problema, porque muchas veces tienes la intención de hacer un disco de rock y cuando coges la guitarra en un momento de descanso sale una melodía muy bonita que te indica que lo que tenías que hacer era precisamente eso: por ejemplo una canción como “Sobre la maleza”. Una vez que reúno las composiciones que más me encajan para un disco no me como demasiado la cabeza por el orden que tendrán. Al final es algo que suele caer por su propio peso, pero también soy consciente de que en este caso “Rompecabeza” entra tras el bonito final de “Te oí decir” para luego volver a otro contraste. Pero no es parte de una fórmula que crea puede funcionar siempre, es algo que me pedían estas canciones y el disco en sí.

Has trabajado con diferentes productores a lo largo de tu discografía, siendo ahora el elegido Ricky Falkner. ¿A la hora de pensar en un nombre para esas labores tienes en cuenta el concepto musical que quieres alcanzar?
Salvo los dos primeros discos, que empezaba y trabajé con Rams y Martí que sabían muy bien lo que yo quería, a partir de ahí sí que he elegido de manera consciente. Como para el anterior trabajo quería un sonido de pop barroco orquestal, el nombre idóneo era Íñigo Bregel, al que si le hablaba de referencias como Neil Young o Petty me decía que vaya coñazo. No quería oír nada de eso, pero ahora que he decidido volver a este tipo de sonidos más americanos, la mejor opción era Ricky Falkner, el hombre de las pocas y exactas notas. Y si en el siguiente trabajo busco algo concreto, buscaré de nuevo, aunque dada la cercanía con Ricky, que es casi mi hermano, también se le podría plantear perfectamente.

¿Dejas mucha libertad al trabajo de un productor?
Dejo tanto al productor como a la banda muchísimo a su aire. De hecho, muchos de los músicos con los que toco, que participan en otros grupos, sufren mucho porque nunca quiero retrasar una grabación por no haber ensayado, eso es algo que no me importa demasiado. Hay gente que lleva la canción en una maqueta totalmente hecha, mientras que yo uso como mucho una nota en el móvil con mi voz y una guitarra eléctrica desenchufada. Lo que se le ocurra al batería, o a cualquier otro miembro, a partir de esa base va a ser mil veces mejor a lo que yo pueda aportar, por eso prefiero que los temas se monten entre todos juntos sobre la marcha. Y el productor es como el entrenador, si decide sentar a alguien en el banquillo, no puede protestar.

Has decidido mantener, tras iniciarlo en tu anterior trabajo, la utilización del castellano. ¿Tuviste claro desde el principio que ese nuevo idioma había llegado para quedarse o tuviste dudas sobre si recuperar el inglés para este nuevo disco?
No, estaba claro, pero sí que es verdad que todavía cuando compongo una canción nueva, y lo hago en ese idioma inventado “guachipei”, me pasa que, eso que mola un montón, cuando lo paso al castellano pierde cierta gracia, aunque creo que es algo que está más en mi cabeza que responda a algo real. En ese momento sí pienso que si la hiciera en inglés, quizás me gustaría más. Pero escribir en castellano me ha dado unas alegrías que no he alcanzado de otra manera, primero porque la gente se para a escuchar lo que canto, porque antes ni mis músicos sabían de lo que hablaba [risas], y luego por el reto que supone, que al ser superado significa un placer enorme.

"Cuando grabé el primer disco pensaba que lo iban a escuchar mis padres y mi novia"

¿Al escribir en castellano sientes mayor presión a la hora de cuidar más lo que vas a cantar?
El Germán de hace años te diría que no, que en inglés también le daba mucha importancia, pero la realidad es distinta. Antes quizás me podía permitir algo que simplemente no fuera sonrojante, ahora intento que eso no suceda. Tampoco pretendo que cada verso sea como una cita de Borges, pero sí que todo esté bien, no solo que valga. Por eso también a veces recurro a ayuda. Si en el anterior disco fue Santi Campos, ahora ha sido Ferrán Pontón, de Egon Soda, que es mi otro letrista preferido, de hecho es suya la letra de “Rompecabeza”. Yo tenía ya una, pero decidí que la suya merecía más la pena.

¿Y te sientes muy lejano del Germán Salto que componía en inglés?
Cuando grabé el primer disco pensaba que lo iban a escuchar mis padres y mi novia [risas]. Lo hizo mi parte melómana. Quería obtener aquello que me gustaría escuchar a mí; en ese sentido no había presión ni miedos. Poco a poco vas cogiendo mayor responsabilidad, pero en este trabajo quise recuperar esa sensación primera. Todo surge de alguna manera porque un día mi novia se tatuó en la pierna la portada con el gallo de ese primer disco, y al escucharlo de nuevo tras mucho tiempo sin hacerlo, quise recuperar esa idea de hacer un disco para el Germán que escucha música.

Confieso que las letras de este disco me han encantado, sobre todo por ese recurso de mezclar lo lírico con lo cotidiano e incluso con lo malsonante, creando un juego muy interesante. El mejor ejemplo que se me ocurre es el verso de “sabes mantener el equilibro entre tocarme los huevos y quererme”. ¿Has buscado ese juego de contrarios de manera deliberada?
No conscientemente, pero sí que me doy cuenta de que eso sucede. De hecho, esa frase que mencionas se la canté a mi bajista, Pablo Solo, y me respondió que si estaba de broma, que luego suponía que haría la letra buena [risas]. Es algo que me sale de forma natural. El proceso de escribir me resulta muy extraño, porque hago muy pocas cosas de manera deliberada y me cuesta explicar su funcionamiento. Simplemente salen, pero entiendo que desde fuera se vea como algo premeditado.

Discos como los tuyos, incluido “Ojo de bife”, con sonidos tan cuidados y detallados, son difíciles de trasladar al directo manteniendo su condición. ¿A la hora de grabar piensas también en la salida que pueden tener en los escenarios los temas?
En absoluto. Un disco es un disco, y al igual que The Beatles usaban los recursos técnicos del estudio, yo quiero que el resultado sea el mejor del mundo, porque eso va a ser lo que va a perdurar para siempre. No quiero que quede nada en el tintero. Me encanta salir a tocar en vivo, desde luego, pero disfruto mil veces más en el estudio, con todo ese proceso de hacer una canción en el salón de casa, juntarse con amigos y grabar, en definitiva, componer. Luego cuando llega el directo me adapto, y es que incluso me gusta esa onda jazzera o el Dylan al que la gente critica porque no se ven representados en las canciones tal y como las toca. Al final los temas los he realizado con mi voz y una guitarra, van a funcionar de todas maneras, pero aun así me parece una aportación extra encontrártelos en directo con otra forma.

¿Tienes la sensación de que aunque tu música esté relacionada con el rock americano contiene una forma particular que podría abarcar a un público más diverso?
Puede ser… Lo sí que pienso, sobre todo con este disco, porque los primeros estaban entiendo más ligados al underground y el anterior tenía un sonido particular que te tiene que gustar, es que no está lejos de un fan que escuche a Ángel Stanich, Morgan o Quique González, y no sé por qué hay tanta diferencia en el público. Pero tampoco quiero juzgar ni buscar excusas. A mí lo que me deja satisfecho es mi propio gusto y hacer lo que quiera, aunque no esté a la moda.

Agenda de conciertos:

Jueves 8 ene 19.30h 16,48 €
Viernes 9 ene 20.30h 16,48 €
Sábado 10 ene 21.30h 10€
Sábado 24 ene 21.00h 16,48 €
Jueves 12 feb 21.00h 16,48 €
Viernes 13 feb 21.00h 16,48 €
Sábado 14 feb 21.00h 16,48 €
Viernes 27 feb 21.00h 16,48 €
Sábado 28 feb 21.00h 16,48 €
Viernes 13 mar 21.00h 16,48 €
Jueves 9 abr 20.30h 16,48 €
Viernes 10 abr 20.30h 16,48 €

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