El cantautor australiano (de Tasmania, para más señas) es uno de los solistas más respetados de la escena independiente española, a la que pertenece desde que estableció su residencia en Madrid hace ya casi diez años. Pero eso no ha sido suficiente para alcanzar una posición en la que sentirse a salvo del zarpazo de la estafa económica que nos devora. “Estuve a punto de dejarlo”, confiesa. “Pensaba que la cosa ahora sí que estaba jodida de verdad, que no tenía ningún sentido sacar otro disco. Pero los de mi sello (Everlasting) me animaron mucho”.
Hay otros motivos por los que Thomas ha tardado más de tres años en sacar disco. “Tener una hija te quita mucho tiempo, obviamente. De hecho, vengo a hacer entrevistas sin apenas haber dormido (risas). Aparte de eso, para grabar el disco quería tomarme mi tiempo, no quería una grabación intensa. Entre otras cosas porque me preocupa menos que nunca lo que piense la gente. Sólo quiero hacer lo que me gusta, sin presiones de ningún tipo”, asegura. La superación de toda esta crisis profesional se antoja razón de ser del título del álbum que nos entrega, “Blues and Greens”. ¿Tiene algo que ver con tristeza y esperanza? “Me gusta el significado del verde en español, porque en inglés está asociado a la envidia. Creo que es un buen título para un buen disco. Me dio miedo que fuera demasiado heterogéneo, pero creo que al final conseguí que la atmósfera se unificara a través de mi voz, y he quedado muy feliz con él”.
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