Lee un extracto de “Talento innato”, biografía no autorizada de Extremoduro
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Lee un extracto de “Talento innato”, biografía no autorizada de Extremoduro

Redacción — 15-03-2023
Fotografía — Cortesía de Domingo J. Casas

Alianza Editorial acaba de editar en nuestro país "Extremoduro. Talento innato", biografía no autorizada de Extremoduro, firmada nada menos que por nuestro colaborador Jesús Casañas. Hoy os invitamos a que leáis un extracto del libro.

Para que te hagas una idea de lo que vas a encontrarte en el libro, te invitamos a leer la introducción y el capítulo trece, que lleva por título "Crisis y catarsis". Esperemos que te parezca tan interesante como a nosotros.

"Extremoduro. Talento innato" de Jesús Casañas, dedicado a una de las más grandes bandas del rock español, ya está disponible en todas las tiendas de la mano de Alianza Editorial.

Introducción
La banda sonora de nuestra vida

Bajo con mi familia al alto que da al patio del colegio de mis sobrinas. Todo para ver cómo cantan junto a otro centenar de niñas y niños «Ama, ama, ama y ensancha el alma». Nosotros no podemos entrar, entre otras cosas por el protocolo sanitario: estamos en 2021, en plena pandemia. Los colegas siguen debatiéndose entre devolver su entrada de la gira de despedida (después del trabajo que nos costó conseguirla) o conservarla hasta el último minuto. También sobre si ir a ver a Robe en sus nuevos conciertos en solitario. En mitad de aquel verano, recibo una oferta que no puedo rechazar: escribir la nueva biografía de Extremoduro. Tras hablar largo y tendido con mi editor, D. B. C. (el culpable de todo, por eso prefiere el anonimato) y superar el vértigo inicial, me meto de lleno a bucear en su historia, su música, sus letras, sus leyendas urbanas…La biografía la he abordado de forma cronológica, dedicándole un capítulo a cada disco: su composición, su grabación, su publicación, su repercusión y su presentación en directo. Atendiendo a estas cuestiones, la historia se ha escrito sola. Tratando en todo momento de enmarcarla en el contexto musical de cada época: los grupos, los músicos, las corrientes, las discográficas, los formatos… Construida (siempre con el máximo respeto y objetividad) a partir de las declaraciones de los miembros y de los comentarios de la prensa especializada. A medio camino entre el relato periodístico y la «biografía oral» de Extremoduro, que llega hasta la etapa actual, incluyendo los trabajos personales de Robe y ‘Uoho’ con sus respectivas bandas para intentar comprender su abrupto final.

Las fuentes consultadas comienzan por los propios discos. En plena era digital, olvidamos la cantidad de información que contienen los álbumes en formato físico: letras, fotos, agradecimientos, créditos (músicos, lugares y fechas de grabación, equipo técnico)… También rastreando todas las entrevistas, crónicas y críticas que he encontrado en revistas y webs especializadas, radios libres y comerciales, diarios nacionales y autonómicos, fanzines… A medida que nos acercamos al presente la cantidad de documentación aumenta considerablemente (comenzando por los propios canales oficiales de Extremoduro y Robe), pero arrojar luz sobre los primeros años no ha sido tarea fácil. Para esto ha sido fundamental consultar los dos libros que ya había previamente, Extremoduro (Iñaki Fernández, 1997, Ed. La Máscara; 2.1 ed. 1998) y Extremoduro. De profundis. La historia autorizada (Javier Menéndez Flores, 2013, Grijalbo). Sin olivar los blogs especializados «Si miro a las nubes», «La ley de Extremoduro» y «Extremoduro en Plasencia». Destacar en especial el gran trabajo en el canal de YouTube de uno de los autores de este último, Juan Carlos Ramos ‘Juancaraes’. Todo ello unido mis propios recuerdos: habré asistido a unos veinte conciertos de Extremoduro, así como a sus comparecencias de prensa desde que me dedico al periodismo cultural.

En cuanto al contenido de las canciones, he analizado cada una de ellas como cada vez que recibo un disco para reseñar: atendiendo a su letra y a su música. Tratando de aportar mi visión y mi experiencia como músico (además de estudiar guitarra durante ocho años en el conservatorio, llevo tocando rock media vida: primero con Joder Qué Prisas, y ahora al frente de la banda Palabras Necias, con la que llevo grabados tres álbumes).
No es nada nuevo ir tras los pasos de Roberto Iniesta. Lleva marcando mi agenda (igual que la de tantos otros) desde que Extremoduro llegó a mi vida. Fue con Agila, cuando pegaron el pelotazo. Yo apenas tenía quince años, y aunque el nombre ya me sonaba de las camisetas que llevaban los más macarras del barrio (aquellas llenas de buitres y bellotas radioactivas), no había caído en mis manos ningún disco suyo. Nos voló la cabeza a todos: en el instituto, en la pandilla, en el pueblo… Aquella forma de decir las cosas no tenía comparación. Hablaba de los mismos temas que los otros grupos de la época, pero de una forma completamente diferente. Huía de lo panfletario y de lo manido, metía poesía en una estrofa y era más punki que nadie en la siguiente, igual te tocaba una jota que una rumba entre guitarreo y guitarreo… Corrimos a devorar todos sus discos anteriores, grabándonos uno en cada cara de nuestras cintas de noventa. Cada uno de ellos nos gustó más: Deltoya, Rock transgresivo, ¿Dónde están mis amigos?... Aquellos álbumes no tenían desperdicio ninguno. Hasta la tosquedad de Somos unos animales o el experimento de media hora de Pedrá terminaron por entrarnos y conquistarnos.

A partir de aquel momento empezaron a sonar en cualquier parte. En el loro del parque, en los garitos roqueros, en los de pachangueo, en las casas okupas, en las discotecas light, en las casetas de las fiestas locales, en la traca final de las orquestas de pueblo… Gustaban a punkis y a pijos, a heavies y a hippies, a roqueros y a raperos, a tu hermana y a tu cuñado… Muchos de los que llevaban ya años siguiéndoles dejaron de escucharles ahí, cuando todo el mundo se subió al carro (la ortodoxia es así). Nosotros acabábamos de empezar, y nos abrieron el mundo de los conciertos multitudinarios. Empezando por aquel mítico en Las Ventas de 1997, del que recordaba tan poco al día siguiente (por suerte, se grabó en vídeo y pude revivirlo tiempo después). A partir de ahí no perdoné ninguna gira, siempre expectante cada vez que pasaban por Madrid o incluso alguna ciudad cercana si nos quedábamos sin entradas.

También corrimos a aprendernos sus canciones con la guitarra, soñando con ser algún día los nuevos Robe o ‘Uoho’. Así ocurrió: años después, los grupos influenciados por su música salían de debajo de las piedras. Los ecos de su estilo suenan en cualquier canción kalimotxera compuesta desde mediados de los noventa a esta parte. Pero, como dijo Bunbury, no todo el mundo es Iniesta:

«Y recordad, Robe es Robe, y tú, no».

El caso es que han sido la banda sonora de nuestra vida. Renegué de ellos, como de casi todos los grupos de mi adolescencia, cuando pensaba que había madurado, para volver a caer en sus brazos poco después con el rabo entre las piernas. Canciones prohibidas fue un chasco (a pesar de tener temazos), así que no le hice el caso adecuado a Yo, minoría absoluta, y el recopilatorio me parecía un refrito innecesario. Pero al final, temas como «La vereda de la puerta de atrás» terminaron por ablandarme el corazón (como si tuviese algo que perdonarles) y volver para quedarme. La ley innata confirmó que había hecho lo correcto, y ya incluso me tocó salir a defenderlos cada vez que alguien venía con el discurso trasnochado de que ya no eran lo que fueron. Son historia viva de nuestra música. Han vendido más de tres millones de discos sin pasar por el aro promocional de las discográficas, alérgicos a las entrevistas, los videoclips y las apariciones televisivas. Robe siempre confió en su talento innato, pensando que el boca a boca haría su trabajo. Y, como siempre, tuvo razón, aunque el resto tardásemos años en darnos cuenta. Siempre se ha jactado de hacer lo que le ha dado la real gana. Y por eso nos cautiva: esa libertad, esa sinceridad, esa naturalidad, esas polémicas cada vez que abre la boca en contra de lo que considera inadecuado (independientemente de lo que le parezca al resto del planeta). Hablar de la historia de Extremoduro es hablar irremediablemente de la de Roberto Iniesta. Aquí va.

***

13
Crisis y catarsis
La ley innata
(2008)

[…]
A eso de las 22:30 h, las luces se encendieron, y Robe saludó a su pueblo natal de forma contenida: «¡Ya estamos aquí, por fin, por fin!». Junto a sus seguidores de toda la vida, había toda una nueva generación de paisanos demasiado jóvenes para haber podido verles en el concierto de 1995. Así lo comentaba Juancaraes en su crónica para el blog Extremoduro en Plasencia: «El concierto del sábado fue grande, muy grande. Pero lo hizo grande la gente. Personas de Badajoz, de Cáceres, Navalmoral, Las Hurdes, El Valle, La Vera… de Burgos, de Madrid, de Granada o de Euskadi. Por allí estaba ‘Salo’, envejecido y emocionado (nos pidió el concierto de El Barco de Ávila y acordó con nosotros una entrevista), Baby García (ese que le hizo las entrevistas a Robe en la radio), Crisna y Gabri (los hijos de Paramio, uno de los cofundadores de Extremoduro), el hermano de Robe y sus sobrinos, el concejal de Juventud Enrique Tornero (muchas gracias por el concierto)… Vamos, que estaba todo Plasencia».

En las elecciones de 2003, José Luis Díaz Sánchez (aquel político del Partido Popular que los había vetado) había dejado de ser alcalde. En su lugar había entrado Elía María Blanco Barbero (candidata del PSOE), quien gobernaría durante dos legislaturas (hasta 2011; en 2015 ingresaría en prisión por delitos de fraude y prevaricación). Elía María era aquella seguidora del grupo que, en sus inicios, les había buscado más de un concierto cuando todavía era concejala delegada de juventud. Una de las pocas políticas (puede que la única) que les había apoyado cuando todavía no les conocía nadie. Sin duda la pieza clave para que Iniesta volviese a tocar en su pueblo natal, cual hijo pródigo.

Aunque puede que el concierto que más diese que hablar en aquella gira fuese el de Aranda de Duero (Burgos) el viernes, 19 de septiembre, cuando tocaron en el recinto ferial permanente para las fiestas patronales de la localidad. Robe ya advertía de su cabreo en su saludo inicial: «Buenas noches a todos menos a los que están ahí sentados». Se refería a un grupo de unas treinta personas que estaban viendo el concierto desde fuera del recinto. El cantante consideró que aquello era injusto para las 5.000 personas que sí que habían sacado su entrada (de 22 euros), y paró el concierto hasta dos veces, hasta que la Policía y la Guardia Civil desalojaron a los «gorrones». Iniesta se enfadó más aún cuando el público se puso del lado de los desalojados, y algunos de los asistentes terminaron lanzando objetos al escenario y destrozando algunas vayas. Aquello dio mucho que hablar, y muchas fueron las voces críticas contra la actitud del músico.

En cualquier caso, la gira siguió adelante sin mayores incidentes, finalizando con un nuevo doblete en el Palacio de los Deportes de Madrid los días 14 y 15 de noviembre, donde un total de 32.000 personas asistirían a casi tres horas de repertorio tras la apertura de Memoria de Pez. Seguían en plena forma, colgando el cartel de sold out en ambas fechas.

Un par de meses antes, el 9 de septiembre de 2008, se había publicado al fin La ley innata. Su idea recordaba irremediablemente a Pedrá: un disco conceptual, integrado por una única canción, aunque esta vez separada en seis partes cual obra clásica (una introducción, cuatro movimientos y una coda).

[…]

En el inlay interior, una foto en blanco y negro del grupo en pleno concierto, ante cientos de personas. En el inlay exterior, la lista de canciones: «Dulce introducción al caos», «Primer movi- miento: el sueño», «Segundo movimiento: lo de fuera», «Tercer movimiento: lo de dentro», «Cuarto movimiento: la realidad» y «Coda flamenca (otra realidad)».

«Dulce introducción al caos» era el adelanto que habían subido a su web a principios de mayo, y que el público ya había podido corear en los conciertos. La música utilizaba la fórmula ya usada con tan buenos resultados en otros temas como «Standby» o «Salir »: Robe dibujando arpegios y riffs con su guitarra en limpio sobre la tonalidad de Sol mayor (esta vez a un ritmo ternario de 12/8, tipo vals, en lugar del habitual 4/4 de la mayoría de canciones de pop y rock), con ‘Uoho’ (acompañado después del resto de la banda y del sinfín de músicos colaboradores) metiendo por encima todo tipo de punteos armonizados y arreglos, que incluían hasta la melodía principal del «Jesús, alegría de los hombres» de Johann Sebastian Bach (su compositor clásico favorito). En la letra, Robe arrancaba haciendo referencias a su crisis creativa: «¿Cómo quieres que escriba una canción si a tu lado no hay reivindicación?». El hecho de plasmar sobre el papel la dificultad de escribir había servido paradójicamente para llenar finalmente una letra, consiguiendo crear a costa de destruir: «Ya no queda nada de ayer porque el viento se lo llevó. No. No hay esa canción». Un recurso utilizado en otros temas de compadres suyos como «A veces cuesta llegar al estribillo» de Rosendo o «Fantasmas» de Fito (ambos siempre han sostenido que les cuesta mucho menos componer música que escribir letras). La canción termina de forma apoteósica, con unas quintas distorsionadas sobre las que se reproduce una melodía que, tras desaparecer el resto de instrumentos (con un fade out, el efecto donde se va bajando el volumen poco a poco), se queda tocando a solas una guitarra (una octava más abajo) para enlazar con la siguiente parte.

De este modo, el final de la pista uno sirve de principio para la dos: «Primer movimiento: el sueño». Un tema onírico, como su nombre indica, donde Robe vuelve a hablar de lo poco que le gusta lo que ve en los telediarios: «No hay día que me levante y no haya muertos delante; es peor que un mal sueño. Hoy han dicho en la tele que han muerto tres mujeres y que han sido ellos». El autor se enfrenta a una realidad extraña e incómoda, y decide evadirse en el falso refugio que ofrece el mundo de los sueños: «Si no te vuelvo a ver, no quiero despertar; la realidad no me abandona».

Hacía, por primera vez, referencia al problema de la violencia machista (aquel 2008, 78 mujeres murieron asesinadas por sus parejas o exparejas). «Vivimos en un mundo de violencia que está por todos lados. Matamos a nuestras mujeres, a nuestros vecinos, a los de nuestro pueblo, a los del barrio contrario. La violencia está en todos los lados, empezando por el colegio», explicaría poco después en una entrevista. La música, que sigue tranquila aunque haya cambiado a 4/4, toma toques psicodélicos con el Hammond de ‘Uoho’ y los arreglos de slide de Batiz, terminando con un breve allegro gracias al ritmo de batería de Cantera.

Tras un pequeño parón, arranca «Segundo movimiento: lo de fuera» con un solo de oboe, al que se une en la segunda vuelta una flauta, una guitarra rítmica y vientos en la tercera, y una guitarra solista en la cuarta. Después empieza a cantar Robe junto a su guitarra acústica. Se trata del corte más largo, con casi doce minutos de duración. Aquí desarrollan todo tipo de ideas, como las que salen de repetir su pegadizo estribillo: «Necesito saber. Dime tu nombre, de dónde sale el sol y de qué se esconde». Vuelve a renegar de la tele: «Hay un televisor en medio del salón. No me interesa». Y es que lo que le sigue atormentando principalmente es el amor, ese que se ha ido: «Se me cae la casa desde que se marchó, y ahora ya solo espero el derribo». En el minuto 7, repiten una estrofa del primer movimiento: «Buscando mi destino, viviendo en diferido…». Repetir fragmentos e ideas de unos temas en otros es algo con lo que se jugará a lo largo de todo el trabajo, dotando de una unidad conceptual al conjunto, tanto musical como líricamente. Poco después, llegando al minuto 8 es casi como si empezase otro pequeño tema dentro del tema, más roquero y acelerado, tal y como dice la letra: «Sueño que empieza otra canción; vivo en el hueco de su voz, entretenido». Y, de repente, para la música antes de repetir el estribillo de forma quizá innecesaria y recreativa («Necesito saber…»), pero esta vez con arreglos orquestales, en un tono casi burlesco, hasta llegar al final.

[…]

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