Vida de este Chucho
Entrevistas / Chucho

Vida de este Chucho

Half Nelson — 02-04-2004
Fotografía — Archivo

Tras la sobre exposición afectiva y emocional de “Los diarios de petróleo”, los apéndices que lo completaban y las giras que le llevaron por todo el país se imponía un período de enclaustramiento y recapitulación para Fernando Alfaro, Chucho. Tras una hibernación que no ha sido tal gracias al trabajo en sus propios temas y en los del proyecto a medias con su compañera Isabel León, Alfaro vuelve a dejarse ver para dar los últimos toques a su cuarto álbum. Allí estuvimos.

Martes, 9 de marzo

Me siento afortunado mientras el vetusto ascensor de una regia finca del ensanche modernista barcelonés me lleva hasta el ático, hasta los Estudios donde Fernando Alfaro y Javier Fernández (batería) mezclan los temas de “Koniec” (Sinnamon, 2004), el que ha de ser cuarto disco de Chucho y el primero que el albaceteño y sus compañeros planchan para el sello Sinnamon. Pocas veces tiene uno la oportunidad de compartir con un artista parte de su proceso creativo y, aunque en este caso tan sólo vamos a poder asistir a un par de sesiones de mezcla del nuevo disco, más por imposibilidad de quien esto escribe que por falta de voluntad de Alfaro, siento un ligero cosquilleo al ser de los primeros en poder escuchar las nuevas canciones de uno de los artistas más personales y justamente respetados de la escena nacional.

"El lenguaje religioso debe ser sincero y capaz de unir íntimamente a las personas "

Asisto al final de la mezcla de “Y minera”, una nana acústica (el sonido de las mandolinas es medido y analizado hasta el más minúsculo detalle) en la que Chucho recrea una conversación mantenida mientras arropaba a una de sus hijas. “Las canciones nunca son totalmente autobiográficas, pero en el momento en que cuentas, te estás contando a ti mismo, porque todo narrador debe sentirse conmovido por lo que está diciendo –si esta frase no es de Chejov, merecería serlo–. Después surge un cierto deseo de distanciamiento, de interponer personajes, pero en el fondo todo son historias personales”. Precisamente fue esa exhibición casi morbosa fue lo que hizo de “Los diarios de petróleo” (Chewaka/Virgin, 01) y de sus fragmentos complementarios uno de los hitos de la independencia estatal. Aciertos que se suman a una carrera a la que no le ha faltado el calor del público. “Supongo que lo que siempre ha llamado la atención de mi música es la sinceridad que me ha gustado reflejar. Eso es algo difícil de encontrar estos días (leve sonrisa), pero es que en mi caso esa absoluta falta de pudor es casi el motor de la historia. Gran parte de nuestro... éxito –suelta la palabreja con una mueca de humildad– se debe a que se está hablando de algo real”. Ese reflejo de la realidad se ve potenciado por las crudas imágenes que a Alfaro le gusta dibujar, muchas de ellas extraídas del imaginario religioso. “Analizando un poco a posteriori diría que el lenguaje religioso debe ser sincero y capaz de unir íntimamente a las personas... algo en lo que las religiones actuales fallan bastante, la verdad. Diría que nos hemos subrogado en su lugar”.

"Aunque exista el tópico de que el inglés sea perfecto para el rock a mi me gusta mucho el castellano"

Pero Fernando Alfaro está en Barcelona para finalizar las mezclas del que será el sucesor de aquel “Los diarios de petróleo”. Como aperitivo, el Ep “La mente del monstruo” (Sinnamon, 2004) avanza uno de los temas más sangrantes de “Koniec”. “Es la palabra checa o polaca que salía al final de unos dibujos animados que veía cuando era pequeño”. La capacidad evocadora de ese nombre para toda una generación es algo que merece explicación. “Me quedaba helado porque, aparte de que se acababan los dibujos, no sabía lo que ´koniec´ podía significar, era un misterio. Pero no se trata del final de nada, no es eso lo que he querido reflejar en este disco”. La aclaración viene a cuento tras mi insistencia en saber si “Los diarios…” eran un final de etapa, un ajuste de cuentas con el pasado. “No, aunque ahora mismo no trabajo en la gasolinera. Es de mi familia y tengo la suerte de poder dejarla y retomarla a mi conveniencia. Me es muy útil para componer porque me paso allí muchas horas solo pensando, pero he querido estar involucrado al cien por cien en el desarrollo de este disco. Lo hemos grabado en Albacete, salvo las voces y un coro de Manolo de Astrud que se han grabado aquí, en Barcelona”.

Martes, 16 de marzo

Mi segunda visita al estudio se produce justo después de que Fernando Ramírez, fotógrafo de esta casa, protagonizara lo que podía haber sido algo más que una anécdota -que acabó en denuncia- al dejar olvidada una mochila con su material y producir la lógica alarma de los responsables de seguridad del edificio (agudizada por los terribles hechos de Madrid). Sin relación con lo anterior, al otro Fernando, al Alfaro, se le nota mucho más nervioso. No sé si son las ganas de volver a ver a sus hijas o la premura de tiempo (apenas queda una semana de estudio y aún faltan la mitad de las canciones por mezclar), pero no deja de levantarse, agitarse y rascarse mientras conversamos largamente en una de las salas de descanso. Pese a los nervios, Alfaro me explica, con profusión de detalles y tarareos, cada una de las canciones que forman las sesiones de “Koniec” dando lugar a un diálogo en el que las cuestiones musicales, literarias y filosóficas se mezclan sin ningún tipo de cortapisa. Aunque la selección y el orden aún no son definitivos, cuando el disco salga al mercado a finales de mayo debería parecerse mucho a esto:

“Capitán en altamar”

“Me encanta el inicio porque es como el primer disco de The Clash (tararea). Cuando entra la voz se expande y suena más como un tema de The Who en los setenta. Habla de cuando conoces a alguien nuevo y tienes deseos de conocer de golpe todos sus entresijos, de hacer un nuevo amigo de verdad... Cosa que yo he conseguido gracias a la música. Soy bastante tímido y antes de la música tenía problemas para entablar relación con la gente. También hay un pequeño guiño a The Magnetic Fields”.

“Túnel de lavado”

“Aquí Chucho le habla a Fernando Alfaro como lo hacen los viejos: ´no vas a cambiar nunca, no tienes arreglo´. Como en “La religión” el protagonista ha perdido el control de la situación, como cuando entras en un túnel de lavado: ya sólo puedes ir hacia donde te lleva la máquina (risas). Pero también es algo irónico, porque el túnel del amor se convierte en el túnel del miedo. También es una epifanía. Trata de esas ocasiones en las que pese a estar a punto de perder el control, te das cuenta de que ni siquiera eres capaz de perderlo totalmente: como esas personas que creen que no son inteligentes, y sólo por interrogarse sobre ello ya demuestran mucha inteligencia. Musicalmente, me recuerda a “London Calling”, aunque la secuencia de acordes es muy clásica, parecida a la de ese hit de la disco music que es “I Love The Nightlife” de Alicia Bridges”.

“Esos vinos de reserva”

“Empieza como The Byrds, pero con la voz cambia hacia un Elvis Costello de los primeros discos con un sonido muy natural, con piano. Muy nítida. Es como un relato con textos en primera persona en el que el final es fundamental para redondear la historia”.

“Koniec”

“Es como quiere ser este disco: transparente, sin giros. Explico el significado que para mí tiene esa palabra directamente, sin dejar relucir otros posibles sentidos, lo que no significa que no los haya. Intento rememorar esa sensación que tenía de pequeño cuando esa intrigante palabra aparecía en el televisor: la desorientación que produce la vida a todo el que pasa por ella, algo que no nos abandona nunca”.

“Sé”

“Es bastante directa, con un cierto punto brasileño, sobre todo en las estrofas ya que el estribillo es mucho más sixtie. Este es uno de los casos más claros en los que la letra cambia totalmente al ser escuchada dentro de la canción ya que tiene un punto de cinismo reforzado por la melodía y por la interpretación. También tiene mis típicos juegos fonético

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