Revolución pop
Entrevistas / Stereolab

Revolución pop

Luis J. Menéndez — 10-09-2008
Fotografía — Archivo

A mediados de los noventa y en la mitad de su carrera, cuando “Mars Audiac Quintet” y “Emperor Tomato Ketchup” vieron la luz, Stereolab se convirtieron en la quintaesencia del buen gusto entre la parroquia indie. Razones había para ello. Sadier y Gane ejercieron de alquimistas y dieron con una fórmula casi perfecta en la que el pop tarareable casaba con las referencias más intelectuales, su imagen aparentaba despreocupada pero no desentonaba en la portada de i-D, y lo político de su discurso no chocaba con ese aire entre naif y divertido que desprendían sus lanzamientos.

" A veces el resto de la banda nos rebelamos, pero por regla general Stereolab responde a los impulsos de Tim "

El tiempo pasó, las tendencias musicales se invirtieron, Stereolab entraron y salieron de una multinacional, se rompió el amor entre Tim y Laetitia que arrancaron sus propios proyectos en solitario -como compositor de bandas sonoras él y al frente de Monade ella- y Mary Hansen, un elemento esencial en el sonido de la banda hasta entonces, falleció en un trágico accidente de bicicleta. No es de extrañar que, por mucho que hayan sido una banda importante en tu vida, hayas perdido el ritmo de sus lanzamientos. A mí, desde luego, me pasa. Las cajas recopilatorias de los últimos años o esa extraña maniobra que fue “Fab Four Suture” -colección de singles que terminó por recuperarse en un compacto- tampoco ayudaban a aclararlo. “Necesitábamos romper con la rutina de sacar un disco e irnos de gira, tomarnos un descanso. La decisión de sacar una serie de singles me pareció una buena solución intermedia, porque nos obligaba a trabajar las canciones con una concepción más pop, en términos de ‘cara A’ y ‘cara B’, con una metodología de trabajo más rápida y divertida. Habíamos alcanzado una complejidad en el sonido del que teníamos que salir de alguna forma, porque ‘Margerine Eclipse’ fue un disco que dio mucho trabajo en el estudio”. Tim Gane no responde al típico perfil de dictador dentro de una banda de rock, pero Laetitia Sadier, sentada a su lado, asegura entre risas que para ella eso no está tan claro… “A veces el resto de la banda nos rebelamos, pero por regla general Stereolab responde a los impulsos de Tim”. Pues su último impulso hasta la fecha, el que hace el número once en su discografía es “Chemical Chords”, al que Laetitia califica de “pop” y “experimental”. “Pop no significa necesariamente ‘simple’, como demostraron The Beach Boys o The Smiths. The Smiths llevaron el pop a terrenos casi siniestros, por ejemplo. Compáralos con un estandarte del pop actual como pueden ser Coldplay... No me gusta señalar a nadie, pero añoro los días en los que una banda como The Beatles escribían buenas canciones con melodías originales y letras con significado y sin embargo eran número uno de ventas. Hoy eso parece lejano con bandas como ellos en lo más alto. Te puedo decir que nosotros nos damos con un canto en los dientes si llegamos a las tres mil copias”. Turno para Tim. “Yo me siento cercano al espíritu de Franz Ferdinand porque tenemos gustos muy similares. Y ambos tenemos fe en la fuerza de una canción de tres minutos. Creo que cuando Stereolab empezó como grupo tuvimos nuestro peso, nuestra influencia en grupos como ellos, y todavía nos esforzamos por seguir ahí, formando parte de un panorama musical que me parece más cerrado y reiterativo que el de los tempranos noventa”. Tras esta imagen un tanto desesperanzada del negocio de la música a día de hoy, se esconde bastante más que una pataleta de rey destronado. Conocidos por su vinculación y activismo político desde los lejanos tiempos de McCarthy, para Stereolab la publicación de otro disco no es una mera concesión al entretenimiento. “Creo que vivimos un mundo que potencia cada vez más la fantasía con voluntad de sacar al individuo de la realidad. Echa un vistazo a la cartelera, a los discos, la televisión… La cultura es entretenimiento, de acuerdo, pero yo creo en aquellos libros, canciones, etcétera que te ayudan a interpretar la realidad y te traen de vuelta con ganas renovadas de hacer cosas. La fantasía, el sexo… son opresivos, haciendo que el individuo se pliegue sobre sí mismo. Aún quiero estar en un mundo mejor, y para eso hay que moverse y crear”.

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