Fruta lunar
Entrevistas / Silver Apples

Fruta lunar

Joan Cabot — 06-03-2008
Fotografía — Archivo

Encajan tan a la perfección en la descripción de grupo de culto que bien podríamos decir que Silver Apples son la medida: dos álbumes por delante de su tiempo, reacción tibia, separación, reivindicados décadas después por tipos como Sonic Boom o Thurston Moore. El 8 de marzo, Simeon estará actuando en el Astro, en Madrid, y el 10 en la sala Apolo de Barcelona.

Así como cuenta la historia Simeon Coxe III, más conocido en el mundo de la música como Simeon a secas y actualmente el único miembro de Silver Apples, todo parece azaroso y espontáneo, y probablemente azaroso y espontáneo sean a pesar de todo dos buenas maneras de describir la música de Silver Apples. “Yo cantaba en la típica banda rock de Nueva York y Danny Taylor era el batería. Una noche traje un oscilador y lo conecté a mi amplificador de voz y empecé a hacer ruidos durante un solo de guitarra. A los del grupo no les gustó nada, excepto a Danny, y fueron abandonando uno a uno hasta que nos quedamos solos. Y decidimos conseguir más osciladores y seguir adelante nosotros dos. Así empezó todo. Muy simple”. Esa es la historia tras un grupo cuya tibia recepción en su tiempo contrasta con el número de artistas que han declarado la gran influencia que sus dos primeros discos tuvieron sobre ellos. La lista empieza por Suicide y acaba en Daedelus, pasando por Spectrum, Laika, Add N To X y especialmente Spacemen 3. Sonic Boom siempre ha sido un declarado fan de Silver Apples y con Simeon grabó el álbum “A Lake Of Teardrops” publicado por SpaceAge Recordings. “Estoy especialmente orgulloso de ese disco”, comenta Simeon. “Coincidimos en el mismo cartel y tocamos yo durante su set y él durante el mío. Nos lo pasamos muy bien juntos y de allí salió la idea de hacer un álbum los dos”. Silver Apples son un grupo de culto y lo son gracias a dos álbumes que contradecían cualquier evidencia de su tiempo. Donde la contracultura intentaba devolver al hombre a la naturaleza, ellos se dedicaban a anticipar un futuro gobernado por las máquinas. “Silver Apples” y “Contact”, ambos publicados en Kapp en 1968 y 1969 respectivamente son de esos discos que, incluso cuarenta años después, te llevan inevitablemente a preguntar de dónde carajo salió todo eso: “No sé de dónde salió. Yo sólo toco y escucho lo que tengo en la cabeza. Supongo que elegir no tocar un instrumento real me ayudó a crear mi propio sonido. Era original porque realmente no había nadie a quien imitar”.

¿Cómo te sientes al escuchar de nuevo tus primeros trabajos? ¿Te siguen sonando igual de futuristas?
Las reediciones tienen una claridad de sonido que los primeros LP’s no podían reproducir, básicamente por limitaciones tecnológicas. Me encanta la reedición de MCA, publicada hace diez años, así como la reedición del año pasado que publicó Bully. Me suenan frescas. Nunca he pensado en mi mismo como alguien futurista o adelantado a mi tiempo. Simplemente hacíamos música usando instrumentos diferentes a los que usaban los otros. La inspiración siempre fue mi reacción hacia el mundo y la sociedad en que vivíamos...

¿Hasta qué punto depende el sonido de Silver Apples de la parte técnica? Muchas de vuestras canciones parecen construidas a partir de la improvisación.
Soy tecnológicamente estúpido. Me gusta hacer el mono con los instrumentos y hacer ruidos con los circuitos pero no sé como funcionan. Un pianista no tiene por qué saber cómo construir un piano para experimentar con él. Yo me tropezaba con sonidos y me decía, joder, puedo usar esto. Luego alguien me preguntaba cómo lo había hecho y no tengo idea de qué contestar. La gente olvida que soy un rockero no un científico.

¿Teníais relación con otras bandas de vuestra época?
Yo vivía en el Albert Hotel, donde como mínimo había veinte grupos de gira durmiendo allí en cualquier momento. Era un zoo. Otros que pasaban por allí a compartir sustancias, como The Mothers O Invention, T-Rex, The Blues Magoos, Blood Sweat & Tears, The Rascals y dios sabe quién más entre la niebla...

A la vez que sonáis claramente influenciados por la música psicodélica, no veo tan claro que fuerais un grupo fácil de asimilar dentro del movimiento hippy...
No éramos hippies. Éramos dos tipos normales de Nueva York, nunca me embarqué en el viaje del Flower Power, pero lo que sucedía con lo hippies es que salían a la calle a mendigar dinero para ir a conciertos de rock, tomaban drogas y se dejaban llevar por la música sin importarles quién o qué estaba sonando. Así que cuando Silver Apples tocábamos en el Filmore, por ejemplo, siempre había público, aunque no creo que tuvieran ni la más mínima idea de qué estaban escuchando.

Tras grabar un tercer álbum que nunca vería la luz, Silver Apples se separaron en 1970. En la década de los noventa, Simeon resucitó el proyecto, en gran medida debido al interés creciente en la banda gracias a artistas que los citaban como influencia. Danny Taylor, que murió en 2005, no formó parte de esa nueva formación. Su lugar lo había ocupado Xian Hawkins. “Después de que nos separáramos trabajé conduciendo un camión de helados, de reportero de televisión, de diseñador gráfico y de camarero. A principios de los noventa, algunos amigos artistas me hablaron sobre el renovado interés en Silver Apples. Busqué a las bandas que estaban tocando mi material”. Thurston Moore, Beastie Boys, Portishead, Alec Empire... Silver Apples crearon dos álbumes excepcionales cuya huella sonora sigue todavía presente en la música de algunos de los artistas más atrevidos y aventureros del rock contemporáneo. Ahora, Simeon disfruta de una suerte de segunda juventud, una sensación acentuada tras el accidente que, en 1998, casi lo aleja de los escenarios de por vida. “Además de salir de gira y hacer conciertos, estoy trabajando en la edición de nuevo material a través de Gifted Children Records”, explica. “Estoy muy ocupado”.

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