ALGUIEN PAGARA POR LO DE LOS CAMIONEROS
Entrevistas / Laurent Garnier

ALGUIEN PAGARA POR LO DE LOS CAMIONEROS

Redacción — 28-01-2000
Fotografía — Archivo

A Laurent Garnier le da igual tener el punto de mira desajustado cuando su intención es acribillar pentagramas. El francés se cubre muy bien las espaldas y juega con la ventaja de saber que, para oler el triunfo, sólo tiene que asaltar una cabina y enchufar los Technics. Además, le importa un carajo lo que digan los entendidos o las cifras de ventas. Para algo F Communications, uno de los sellos más importantes de música electrónica, es suyo.

“Unreasonable Behaviour» (F- Communications/So Dens/Universal, 2000) volverá a prender la mecha de la polémica. El bisturí del buen gusto separará de nuevo al Garnier músico del Garnier disc-jockey. Dos lonchas de personalidad que muchos insisten en comer a la vez y que deben degustarse por separado. Y quizás el verbo degustar resulte impreciso cuando nos referimos a un artista tan brillante en los platos como falto de inspiración en los estudios. Resulta difícil olvidarse del enorme prestigio que el autor de «Crispy Bacon» ha ido acumulando en los mejores clubes del planeta a la hora de enjuiciar su obra. A sus espaldas están los mejores años del boom electrónico, y es que desde que pisara el mítico Hacienda a finales de los ochenta, nuestro héroe ha visto pasar infinidad de sonidos, tendencias y revoluciones varias por sus narices, manteniendo impoluta una hoja de servicios que con el tiempo se ha abrillantado todavía más. Pero el estudio es otra historia; el Garnier compositor no debería contar con la admiración que despierta el pincha. «Son dos mundos totalmente distintos. Siempre he tenido claro que cuando pinchas tienes una única misión: conseguir que la gente se lo pase muy bien. El público va a verte para bailar, confía plenamente en ti para pasar una buena noche. Y creo que como DJ tienes que respetar al máximo aquello que el público te pide. Se trata de pinchar música que te guste, pero que al mismo tiempo satisfaga las ganas de fiesta del público, que al fin y al cabo es quien te está pagando». Por eso sus tropelías nocturnas poco tienen que ver con sus intentos por convertirse en un compositor respetado. «Shot In The Dark» (F-Communications, 94) y especialmente «30» (F-Communications/So Dens, 97) mostraban a un artista empeñado en trascender la pista y ganar genialidad en terrenos más contemplativos; áreas sonoras que, por otro lado, nunca ha sabido explorar –los pastiches ambientales de su segundo disco eran sonrojantes-. «La diferencia está en que cuando eres músico creas, no tocas nada ajeno. Y en ese proceso haces aquello que sólo te satisface a ti. Ahí es donde puedes reflejar tu vida diaria, tus inquietudes... quizás por eso la pista de baile no es el centro de atención». Y ese parece ser el sendero creativo que ha decidido transitar el francés. Su tercer Lp es la prueba fehaciente de que Garnier sólo quiere ver las baldosas de los clubs cuando acaricia losTechnics. «Posiblemente las mejores canciones que jamás he grabado –la mayoría están en este disco (risas)- son las que no van dirigidas a la pista. No me he dejado condicionar en ningún momeno por el dancefloor a la hora de confeccionar este álbum. Cuando eres joven tu único objetivo es reventar la pista con la canción más brutal, pero cuando te vas haciendo viejo te cansas e intentas ir más allá». Las horas de estudio se han musicado con jazz -«The Man With The Red Face»-, retazos de banda sonora –«Downfall»- y los inevitables guiños al pasado más hedonista –«Dangerous Drive» y «Cycles D’Opposition» cumplen con su cometido-. El tiempo ha calmado a la fiera y le ha dado experiencia. «Este álbum no es más que un reflejo del proceso de madurar y crecer. Es el reflejo de un músico que cada vez adquiere más conocimientos y se lleva mucho mejor con las máquinas. Sin duda es mucho mejor que el anterior disco». Quizás madurar sólo consistía en probar nuevos sonidos, andar nuevos caminos. «No he estado buscando nuevos sonidos ni nada parecido. Mucha gente, después de escuchar el disco, me dice: ‘Oye, has probado cosas nuevas’. Y lo cierto es que no es así. Simplemente me he dejado ir. He actuado con toda libertad, sin los límites que consciente o inconscientemente me imponía antes. Quería entrar en el estudio con la mente totalemente libre, en blanco y lo conseguí. A partir de ahí me dije:’ vamos allá’. Lo cierto es que no tenía ningún miedo a lo que pudiese surgir de este experimento. Y lo cierto es que los resultados son buenos». Quizás, pero todavía siguen sin ser lo suficientemente atractivos. Algo falla en esta liberación creativa de la que habla Garnier, aunque «si esta liberación implica que mi trabajo sea cada vez mejor bienvenida sea. Soy un ser humano y me hago viejo, pero también maduro. Eso es ‘Unreasonable Behaviour’».

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