Si el ska resultó el triunfador indudable en la escena californiana a mediados de los noventa con aquella hornada de bandas virtuosas (Hepcat, The Slackers, The Pietasters), quizá sea este comienzo de nuevo siglo el tiempo propicio para que el reggae se implante y cuaje entre un público tan poco militante y variopinto como el americano, en el que la amalgama incluye a universitarios en busca de identidad, algún skinhead sesentero desperdigado y chavalucos de instituto en pleno apogeo hormonal.
El tercer trabajo de los californianos cuenta con elementos perfectamente reconocibles en sus álbumes precedentes como la incisiva presencia del órgano Hammond, unos coros femeninos ocasionales y un sonido machacón, carácter éste inherente al sonido que facturan. Si bien, aporta nuevas notas de color, como algún dub esporádico, rocksteadys intercalados, sitares o aproximaciones más roots, necesarias para estimular nuevamente a aquellos que ya habían sido maravillados por obras anteriores y en sus impetuosas descargas en directo: su primera aparición peninsular embutidos en aquellos monos azules de obra les granjeó unos cuantos adeptos a la causa. ¡Aggrojonante!
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