Amateur
DiscosMolly Nilsson

Amateur

7 / 10
Fran González — 21-10-2025
Empresa — Autoeditado
Género — synthpop

Qué clase la de Molly Nilsson. Con casi dos décadas de trayectoria a sus espaldas y considerada ya una de las más icónicas referencias vivas del synth-pop sueco, la artista tiene la humildad supina de titular su décimo-segundo álbum de estudio con un apelativo inverosímil de todo punto para definir su coyuntura actual: “Amateur” (25).

Sabemos que de principiante no tiene ni un pelo, aunque a sus cuarenta recién cumplidos parece que el cuerpo le pedía reiniciar la mirada y retomar el arte con actitud de neófita aprendiz. Una rebelión frente a la búsqueda de la proeza y del dominio que solo se puede efectuar desde la madurez que confieren los años. Eso sí, lejos de que este principio signifique un recule en ambición, Nilsson consigue firmar también algunas de sus mejores melodías, dejando claro que, tras despojarse de la idea de la maestría perfecta, puede acercarnos a su versión más pura y prístina.

Tras mostrarnos el pasado año su cara más combativa en "Un-American Activities" (2024), un disco influido por el espíritu del presente donde la vimos abordar denuncia política desde una óptica más sombría que de costumbre, la sueca regresa ahora a la médula espinal de su impronta con el reflexivo propósito de redefinir lo que significa errar sin prejuicios, amar sin garantías y encontrarse a sí misma en el meridiano de la vida.

Armada hasta los dientes con su sintetizador, Nilsson revierte los géneros y le saca punta a las teclas hasta provocar que sus baladas se salgan de los raíles más heterodoxos. Desde un disonante intento de pop barroco en “Valhalla” hasta el house inmersivo de “Classified”, pasando por ese desaliñado y anárquico laberinto de ritmos incisivos que es “Get A Life”, una pieza punk y de bajo marcado que desmiente cualquier noción de que lo casero no puede sonar poderoso.

Sin embargo, y demostrada su manifiesta habilidad para divergir de lo predecible, donde verdaderamente nos conquista es manejando los hilos de ese pop sintético y azul profundo, deliberadamente pretérito y romántico. Momentos de difuminado intencional, de reverberación etérea y de emoción irreprimible, tan marca de la casa. "Die Cry Lie" abre la baraja con inocencia juguetona, “Swedish Nightmare” recoge el testigo del dream-pop noventero y el estribillo de “How Much Is The World” directamente nos empuja al vítor conjunto, fantaseando con su ejecución sobre las decadentes tablas del Roadhouse de Twin Peaks.

La voluntad vulnerable de la cantante subsiste y perdura a lo largo de los trece cortes, casi como un credo ensimismado o una declaración de intenciones propia con la que subraya vívidamente que la verdadera naturaleza humana reside en el fallo y en la obstinación tenaz. Nilsson, manteniendo la sobriedad en sus planteamientos y sin ostentar ideas desorbitadas, nos ofrece aquí un bálsamo instintivo y autogestionado contra la obsesión contemporánea por el éxito y el control.

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