Clamor
Discos / Maria Arnal I Marcel Bagés

Clamor

9 / 10
David Pérez — 05-03-2021
Empresa — Fina Estampa
Género — Electrónica

“Volver a empezar de nuevo, aunque el viento sople de cara, / si hay tempestad, ahora calma. / Volver a sentir el fuego, vivir como si fuera juego / con ese entusiasmo canalla, veremos entonces si calla / un animal compungido, entre cerros perdidos, el miedo que todo lo halla… / Ay…”.

Cuatro años hemos tenido que esperar para mutar libres con “Clamor”, un nuevo estado febril y curativo al mismo tiempo, una revelación y milagro que marca un nuevo principio tras un final. Una invitación al juego, a bailar y saltar en el abismo de la mano de Maria Arnal i Marcel Bages. Once pistas de pop electrónico mutante en las que vuelven a redimensionar el concepto de tradición y lanzarlo al futuro. Todo como arte radical en el que aumentan la intensidad emocional y la experimentación digital, partiendo de una exploración de crisis personal y de la infinita capacidad del ser humano para transformarse y seguir adelante. Un recorrido que va de lo individual a lo colectivo a base de un hipnótico funambular del deseo y la imaginación, donde cruzamos descalzos, profundos y ligeros, la línea del horizonte de punta a punta, en una huida de toda rutina paralizante y búsqueda de ruptura liberadora.

Tras dos EP’s y el sobresaliente e imprescindible “45 cerebros y un corazón” (17), toman una nueva autopista sonora y despegan hacia cielos estrellados. Sin melancolía ni ensimismamiento, arrancando el retrovisor de cuajo y acelerando rumbo a flamantes normalidades de “galaxias medianas”, aquellas que sobrevolaban en “Tú que vienes a rondarme”, donde ardían en llamas azules “todas las voces del universo”, esas que parecen ahora danzar y habitar, clamorosas, reveladoras y vivas, cada uno de los surcos de este segundo round.

Junto a Maria y Marcel, David Soler, productor también del debut del dúo, se remanga y es pieza crucial en “Clamor”, tanto en la composición, como en los cuidadísimos arreglos de cuerdas y voces.
“Vivir un presente eterno hasta que llegue el final, / mis garras y tus garras en gemido gutural. / Quién quiere nacer humana, soporta la humanidad, / tanto latido perdido por el clip del capital...”.

Con su esencial latir social intacto, ahondan en mares sonoros vírgenes, sumando paisajes repletos de coros y atmósferas infinitas, mientras los estribillos no dejan de crecer como una enredadera de neón y fuego en la bruma divina y carnal de la noche. Así nos sorprenden, atrapan y taladran con ese “caminito de perlas, muérdeme el cuello” (imposible quitártelo de la cabeza) del primer adelanto, “Fiera de mí”, un huracán pasional que nos sumerge en una ensoñación de emociones y deseos de la que despertamos con arañazos y una animalidad a estrenar que, huyendo de lo humano, conecta intensamente con el resto de seres vivos. Una historia de amor juguetona, la más irónica y pop del lote, que no renuncia a su espíritu poético y crítico.

Cada pista tiene vida propia y la vulnerabilidad de “Meteorit Ferit” sigue desintegrándose y abriéndose al final de los finales por su propia fuerza, reflejo en llamas de la misma suerte autodestructiva de la especie humana. Pero, antes de adentrarnos en la oscuridad resplandeciente que inaugura la revelación de la profetisa griega del Apocalipsis, con invitada estelar incluida, el viaje comienza luminoso y sanador con ese “Milagro” hecho canción (sé que estamos en marzo, pero puede que haya encontrado mi himno de 2021). Una de esos temas que es imposible escuchar una sola vez y, si cierras los ojos mientras suena, es posible que al abrirlos estés a un palmo de suelo o directamente en otra dimensión. Ese “miedo que todo lo halla” se evaporara como un mal sueño a cada fraseo de Maria, a cada golpe electrónico, a cada loop y riff de Marcel, para terminar en una explosión de luz (se espera big bang ampliado en directo) que te llevará con energía renovada a un repeat sin pausa.

“Todo lo que no ves y es”, la fe o la incapacidad de creer que “Ventura” despliega bajo una modernidad instrumental repleta de matices y resplandecientes atmósferas laberínticas, con unos arreglos que te hacen entrar en trance y dar “un paso adelante, tres vueltas hacia atrás” para, más allá de vivir o adentrarte en el surco de la muerte, elegir transitar ese tercer sendero trazado en la palma de la mano, el de “decir quiero, atreverse al deseo”.

Si el descubrimiento de aquella fosa común en Burgos con vidas robadas, 45 cerebros y un corazón intacto, fue el impulso catalizador del que partieron para recuperar el latido de la desmemoria y desenterrar tabúes y heridas sociales abiertas, tejiendo un puente entre el pasado y el futuro a base de folclore y modernidad sonora con sello propio, tejido con retales de archivos de la tradición oral y grabaciones de campo, ahora, el pulso perdido y encontrado parte de una separación sentimental, de dejar atrás un mundo y empezar a crear otro nuevo. Todo principio parte de un final y, como dice otra de las grandes canciones de lo que llevamos de año (Hermanos Cubero rules): “Y en la cicatriz, una piel nueva / que empieza a sentir y aunque duela, / tiene ese matiz del porvenir, / lo que recuerda y lo que hay por vivir”. De esa personal experiencia dolorosa, vital y transformadora, salta por los aires este Clamor universal. Un renacimiento, cambio y mutación transformadora que vence al apocalipsis y que, conceptualmente, se apoya también y crece con la exposición “Después del fin del mundo” y su propio autor, José Luis de Vicente.

Las emociones siguen cruzándose a ciegas y la revelación continúa en una arcadia sin humanos, un sueño y grabación de campo que nos teletransporta y coloca en medio de un rebaño de cabras que deja sonar mansamente sus cencerros, en la adaptación del drama litúrgico medieval “Cant de la Sibil·la” y, en un parpadeo, volvemos a levitar en el espacio exterior o en un olimpo más allá del bien y del mal, donde flotamos entre voces y sonidos de otro mundo, celestiales y operísticos por momentos. Con la visionaria Holly Herndon al frente, como profetisa electrónica y tripulante especial de una pieza cumbre, donde sobrevuelan los coros y las penas se superponen resplandecientes por mil, rebotando fantasmagóricamente reales, como si estuviéramos bajo una cúpula de misticismos e hirviente carnalidad, para terminar abrazados por el redentor fluir del agua de un río y el relajante cantar de pájaros en un bosque que también se antoja sagrado y mágico.

El desvelo de desbordante fragilidad no cesa y, como personajes únicos que caen y se levantan empoderados tras el doblar de campanas en un laberíntico universo de conflictos internos, cada canción abre su propia ventana y puerta utópica.

La transición inquietante y espectral de la instrumental “Murmuri”, con cortantes arreglos de cuerdas, da paso a “Tras de ti”, con Morphosis Ensemble (Joan Bagés al mando) amplificando la telaraña electro acústica y atmosférica, donde las guitarras procesadas de Marcel, los sintetizadores y la voz solista (pero hiper coral) de Maria prosiguen su danza en el firmamento, cantando sin melancolía a ese centro perdido, a la noche que, aunque quedó atrás, fue día sin fin. Grabada a fuego esa frase susurrada que ilumina y quema como una estrella muerta: “No se puede huir si el incendio arde por dentro”.

“Jaque” al porvenir y “escucha profundo, siente el clamor”. Eso hacemos, sentimos la esencia y caemos rendidos, arrastrados por las pulsaciones electrónicas, un creciente tornado que acelera y nos centrífuga en medio de una tormenta de beats, con Maria alzando la voz entre dentelladas industriales y la mítica Kronos Quartet cortando el aire y la respiración.

En la recta final, Maria multiplica sus cuerdas vocales y rompe “El gran silencio” en una cima más de complejidad y belleza cegadora, rezumando nostalgia y deseos bajo una fina lluvia sintetizada, desembocando en la brumosa densidad de “Hiperutopia”, donde la voz muta, flota y se diluye en universo morfínico y experimental extremo, siguiendo la estela de influencias omnipresentes y liberadoras como Arca, Björk o la sibila Holly Herndon.

Los rayos de la instrumental “Alborada” anuncian un nuevo día y nos empujan a seguir desvelando y transformando, a cada paso, finales en inicios donde volver a arriesgar."Clamor" no es un viaje fácil, pero no querrás bajarte de esta nave espacial que surca carne y estrellas.

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