Gene
Discos / La Priest

Gene

8 / 10
Noé R. Rivas — 12-08-2020
Empresa — Domino / Music As Usual
Género — Pop

El segundo trabajo en solitario de Sam Dust (LA Priest) nos deja con muy buen sabor de boca a la hora de dar vida a lo que presupone ser pop cósmico, reuniendo un buen puñado de canciones donde los ritmos funk más esotéricos acaban dando la campanada. Si atendemos a su debut “Inji”, vamos a comprobar como en esta ocasión todo resulta más desafiante, desprendiéndose de los matices de psicodelia lo-fi para apostar por unas canciones repletas de giros inesperados. Aquí ya no aparece el buen gusto por todos esos sintetizadores que quieren colocarte en una nube de una forma un tanto narcótica, sino más bien todo lo contrario, intentando que la sacudida sea máxima.

Tras lo exitosa que resultó su asociación con Connan Mockasin formando el dúo Soft Hair, ahora nos presenta un mundo tan sensual como alucinado, dando rienda suelta a esa cara del pop setentero que parece girar alrededor de las voces sumergidas. Aunque esta influencia en un primer momento parece resultar bastante marcada, a lo largo del trabajo vamos a descubrir cómo poco a poco los experimentos se suceden dando un mayor protagonismo a una capa electrónica que mira hacia el minimalismo.

Resulta bastante agradecido comprobar cómo el disco poco a poco va capturando nuestra atención, rompiendo los esquemas más lógicos que siguen los primeros temas para adentrarse de forma definitiva en una auténtica fiesta de sonidos robóticos, jazzísticos e incluso tropicalistas como bien podemos comprobar en “Black Smoke”. Parece que LA Priest se atreve con todo tratando de controlar su hiperactividad para no pasarse de frenada y que las novedades acaben por colapsar al oyente. Afortunadamente esto no tiene lugar ya que sabe cómo intercalar bien la catarata de loops con canciones más desnudas y de predominancia guitarrera como es el caso de “What Do You See”.

Con momentos de gran brillantez donde la repetición de estructuras se torna cada vez más acechante, canciones como “Open My Eyes” emergen como un oscuro alegato a la extrañeza con la que puede ser percibido todo lo que tenemos a nuestro alrededor. Quizás el hecho de contar con Erol Alkan como productor le haya permitido saber cómo enredar el apartado más atmosférico del trabajo, acentuando todos los graves para propiciar esa sensación de estar ante un disco con un trasfondo mucho más inquietante que lo que sugiere su capa melódica. Solo así es posible sonar extravagante y coherente con su trayectoria sin caer en lo empalagoso y repetitivo.

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