Después de más de una década estirando las formas de la electrónica instrumental y jugueteando con las texturas del tecno ambiental en su más vasta gama, a Daniel Avery parece que se le ha quedado pequeña la fórmula. Decide así sacar los pies del tiesto con “Tremor” (25), su primer disco con voces invitadas y un pase directo para foguearse con géneros inéditos en su registro.
En este arriesgado salto hay tantos aciertos como tropiezos, por eso no podemos decir que se trate injustamente de una mala propuesta, pero sí de una que definitivamente dejará descolocado a todo aquel que venga buscando el paisajismo introspectivo habitual del británico. Pese a su arranque (con un tema casi onírico y a la Brian Eno, titulado “Neon Pulse”), atrás quedan los retorcidos loops y armazones asépticos de discos como “Drone Logic” (13) o “Song For Alpha” (18). A cambio, Avery diversifica ahora la apuesta, apoyándose en terceros y exprimiendo las posibilidades de un imaginario que ya intuíamos que podía dar más de sí.
Especialmente así lo comprobamos cuando el artista presume de técnica a la hora de deslavazar las atmósferas grises y espesas del shoegaze hasta convertirlas en música de club a golpe de neblina y bombo acelerado (“A Silent Shadow”, con bdrmm). Entre el spoken-word y el susurro, Alison Mosshart (The Kills) continúa tirando de ese hilo industrial e inquietante a la Death in Vegas en “Greasy Off Yhe Racing Line”, convirtiéndose quizás en una de las colaboraciones vocales, junto a Art School Girlfriend (“I Feel You”) y Walter Schreifels (“In Keeping (Soon We’ll Be Dust)”), que mejor encajan en la pugna.
Si bien el resto cumplen dentro de sus estándares individuales, resulta casi palmario que no todas las voces involucradas están en su elemento. El pop cristalino de Cecile Believe (“Rapture in Blue”) y Ellie (“Haze”), la disonancia experimental de yunè pinku (“New Life”) o la distorsión gótica de yeule (“Disturb Me”), parecen tristemente quedarse a medio gas de lo esperado, dándonos en ocasiones la sensación de que, tal vez, hubiera sido mejor que sus temas en cuestión permanecieran exentos de letra y acompañamiento vocal. El equilibrio entre oscuridad y accesibilidad, sin embargo, alcanza su mejor expresión en “The Ghost of Her Smile”, donde Julie Dawson nos arrulla con melancolía noventera hacia el sentimentalismo expreso como jamás vimos en la entrega del productor británico.
Avery hace del rupturismo una declaración de intenciones propia, asumiendo riesgos que no siempre desembocan en hallazgos redondos pero que sin duda aseveran la idea de que del confort creativo al anquilosamiento hay apenas un paso. Si este ambicioso experimento sirve como laboratorio previo para un futuro más depurado en el que carne y beat coexistan con más naturalidad, entonces “Tremor” sí será recordado como el temblor que antecede a un verdadero renacimiento.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.