Cat Power Sings Dylan: The 1966 Royal Albert Hall Concert
Discos / Cat Power

Cat Power Sings Dylan: The 1966 Royal Albert Hall Concert

9 / 10
David Pérez — 21-11-2023
Empresa — Domino
Género — Folk Rock

Cuenta Chan Marshall que, cuando la llamaron para ofrecerle dar un concierto en el Royal Albert Hall londinense el 5 de noviembre de 2022, tardó pocos minutos en decidir que esa actuación no sería un recital al uso de Cat Power: interpretaría sólo y exclusivamente canciones de Bob Dylan; y si el reto autoimpuesto era ya arduo, la cosa iría más allá: tocaría el mismo setlist que su héroe de Minnesota interpretó en el templo de la música londinense a mediados de la década de los sesenta, velada que quedó inmortalizada en “Bob Dylan Live 1966, The Royal Albert Hall Concert” (The Bootleg Series Vol. 4). En realidad, sabemos que aquella mágica y electrificante grabación (mitad de set acústico en solitario y segunda parte con guitarra eléctrica y The Hawks (The Band) como compañeros de viaje a tumba abierta, dentro de la gira que dio Dylan a lo largo de Reino Unido y que sería, tras la mecha encendida meses antes en Newport, un antes y un después en la música popular), no corresponde al concierto del Royal Albert Hall, sino al Free Trade Hall de Mánchester. Dato anecdótico que sólo le insufla a la grabación (donde reina una especie de tensión divina, devoción y caos pasional pocas veces transmitido en vivo) un ápice más de misterio y leyenda.

Si alguien me preguntara, de todos los conciertos de la historia de la música, ¿a qué concierto te gustaría haber asistido? Sin tiempo a parpadear, diría que al de Dylan en el “Royal Albert Hall”. Me pilló mal ese día de 1966 y no pudo ser (nací dieciséis años después), pero sí que pude estar (eternamente agradecido y con la mejor de las compañías) en el que nos ocupa, el majestuoso tributo que le rindió Cat Power al maestro en Londres. No sabíamos que esa actuación única se estaba grabando, pero ya quedó entonces, instante a instante, imborrable, en el disco duro de todos los presentes.

Sale a escena Chan Marshall, ovación y “She's got everything she needs, she's an artist. / She don't look back…”, un hechizante fraseo que en pocos segundos para el mundo y se erizan de emoción hasta las alfombras del Royal Albert Hall. De la “She Belongs to Me” de inicio, al éxtasis final de “Like a Rolling Stone”, las 15 masterpieces en el mismo orden, siete primeras en acústico (acompañada de guitarrista y armonicista), y las ocho restantes con su particular The Band incendiando el teatro. Tan frágil y poderosa como nunca, poseída por una energía que nos envuelve y araña en cada susurro, en cada magnética frase, como si cada una de las palabras que pronuncia cobraran vida por primera vez en su boca, creando el mundo canción a canción. Hay que ser muy valiente y kamikaze para enfrentarse a corazón abierto a este repertorio en este lugar y sobrevivir a la aventura… Nos estruja el pecho y regala vidas extras a cada paso, de la belleza cegadora de una “Visions of Johanna” que hoy sigue hurgando en nuestros adentros, a una descomunal “Desolation Row” en la que se entra, pero, afortunadamente, no se sale, pasando por una “Just Like a Woman” que se creó para que Cat Power la interpretara, o una “Mr. Tambourine Man” que cierra el set acústico y estremece hasta a la muerte que pulula llorosa de emoción, como nosotros, tambourine en mano. “I'm not sleepy and there is no place I'm going to, / Hey, Mr. Tambourine Man, play a song for me, / In the jingle jangle morning I'll come following you”.

Estamos vivos de milagro y Chan termina por dejarse llevar y “romperse la camisa” en la parte eléctrica, arropada por sus compañeros habituales de escenario e inyectándonos mercurio resplandeciente en vena, haciendo vibrar a un Royal Albert Hall que no para de frotarse los ojos. De una “Tell Me, Momma” que crece poco a poco y arde en su estribillo, a unas sentidas y enérgicas “I Don’t Believe You (She Acts Like We Never Have Me)” y “Just Like Tom Thumb's Blues” en las que alcanza nuevas cumbres interpretativas… Nunca baja de las alturas ni nos deja tocar el suelo, cada fraseo, respiración y entonación es perfecta, siguiendo a la original, pero haciéndolas eternamente suyas, eternamente nuestras. Dicen que Dylan no estuvo presente, pero a mí me pareció verlo en el patio de butacas y no dejaba de sonreír de felicidad en cada uno de los temas.

Disfruta como si no hubiera mañana en la psicodelia de “Leopard-Skin Pill-Box Hat” y nos hiere y sana en cada embestida de “One Too Many Mornings”. Y sí, alguien se nos adelanta y grita: “Judas!”, Chan contesta “Jesus”, y nos brindan una antológica “Ballad of a Thin Man” en la que nos habríamos quedado a vivir la eternidad y un día. Sensualidad y fuego en cada fraseo, empoderamiento definitivo que remata con ese “Like a Rolling Stone” que es amargura y felicidad desbordante, una obra maestra que saborea (con la banda quemando las naves) lanzándose al abismo en cada estrofa. Seguimos allí y ahora podemos revivirlo una y otra vez. Una auténtica maravilla.

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