Diez. Antes de nada quiero dejar clara la puntuación que voy a dar al nuevo disco de Brent Cobb. Y lo hago pensando en ustedes. Por si quieren hacerme caso y en lugar de leer esta reseña que no va a hacer sino loar el nuevo trabajo de uno de los grandes del rock de raíces actual irse corriendo a su tienda de discos para hacerse con este impecable trabajo. Hace tiempo que Brent Cobb, para mí, forma el parte del póker de ases del género junto a Sturgill Simpson, Ryan Bingham y Tyler Childers. Tipos que no hacen sino sacar álbumes sin mácula – que sí, que a Simpson lo de la banda sonora del manga japonés se lo perdono– y que canción a canción van haciéndose un hueco entre esos nombres grandes que todos conocemos.
Para la ocasión, Cobb ha contado con la producción de Brad Cook, conocido por su trabajo junto a Bon Iver, que ha dotado de un carácter más intimista a las diez espléndidas canciones del disco, con evidente olor a vaca.
No se puede poner ni un pero a este cuarto trabajo del georgiano Brent Cobb. Ni uno solo. Cuando las canciones son magníficas, la producción acertada y la interpretación emociona solo toca decirlo y dejar que la aguja llegue al final de las pistas para volver una y otra vez a disfrutar de un disco descomunal. Y lo mejor de todo es que Cobb logra esa grandeza desde un tono discreto que funciona a las mil maravillas. Y más para esas canciones basadas en vivencias personales y en la introspección, algo quizá esencial para los tiempos que corren. Ya saben, mejor mirar para dentro que lo que está pasando fuera. Brent es tipo listo, y se deja ayudar en la composición para centrarse en darle a canciones como “Sometimes I’m A Clown” o “Keep’em On They Toes” el tono que merecen. Por si no lo he dicho antes, diez.
Excelente apreciación sobre el disco de Brent, ahora me gustaría que comentaras algo de como se puede hacer dos discos tan diferentes y tan buenos como Sound y Fury y Cuttin Gras de Sturgil....
Juan pablo