Black Sheep Boy

“Lo que vamos a explicaros nace exactamente aquí, en esta canción”, parecen decir Okkervil River señalando el “Black Sheep Boy” de Tim Hardin. Nada de perderse en mil y una influencias. Las cartas sobre la mesa. “Y si hace falta empezamos con una versión y titulamos el disco como la canción y así, una vez esté todo claro, podemos empezar a explicar sobre los pequeños tornados que acabaron convirtiéndonos a nuestro pesar en ovejas negras, en pequeños corderitos esquilados justo aquí, en el pecho”.

Todo eso y más en once canciones que hablan entre ellas, meta poéticas sin un ápice de vacua vanidad postmoderna, hasta entender y aceptar que también nosotros somos ovejas negras en un mundo de corderos con piel de lobo a los que amamos y a los que querríamos desnudar. Once canciones, pues de una inteligencia clara y una voz profunda y cercana, con algún que otro falsete que parece estar incubando una afonía, una instrumentación tan rica como exacta (perfectos los teclados, baterías, cuerdas y trompetas) y un talento para hacer canciones que se agarran como enredaderas que ya querrían muchos.