Toma solera
ConciertosYerai Cortés

Toma solera

8 / 10
Mer Gómez — 18-08-2025
Fecha — 14 agosto, 2025
Fotografía — Adrián Fatou

En el histórico Patio de la Tonelería, dentro de la centenaria Bodega González Byass y en el marco del ciclo Tío Pepe Festival. Fue un concierto que prometía magia con un cielo lleno de estrellas, un levante suave que traía consigo el aroma de la madera de barrica y del vino de Jerez. El patio, aunque era el Patio de la Tonelería, evocaba un pequeño cortijo jerezano en una noche de verano, íntimo y cercano. Entre aficionados, críticos y algún cantaor que saludaba al público, todos esperábamos lo que Yerai Cortés estaba a punto de compartir. Como evocan los versos de Antonio Machado: “A todos nos han cantado en una noche de juerga…”, esa noche la guitarra parecía cantar nuestra memoria, fusionando pasado y presente, emoción y raíces.

El espectáculo Guitarra Coral es la evolución escénica de su álbum y documental La Guitarra Flamenca de Yerai Cortés. Seis mujeres vestidas de blanco acompañaban a Yerai, formando un coro que parecía provenir de las diferentes culturas que marcaron Andalucía, recorriendo sonidos de Al-Ándalus, África e incluso Cuba, mezclados con palos de flamenco que iban de la soleá a la bulería. La guitarra de Yerai contaba historias de vidas pasadas entrelazando sus acordes flamencos con estos sonidos y con la virtualidad tecnológica de nuestros tiempos. Es decir, su guitarra honraba la raíz del flamenco jondo, pero la dejaba evolucionar, crecer y transformarse, como la vida misma.

El público que acompañaba a esa transformación de la vida, era variopinto desde puristas hasta jóvenes que buscan esos sonidos nuevos del flamenco. Se encontraba expectante, no contenía las palmas, cada “toma que toma, guapo, ole tú”, era un latido compartido entre artista y público. La actuación combinaba los palos tradicionales – malagueñas, soleares, bulerías, alegrías de Cádiz- con ecos de músicas andalusíes, sefardíes y recuerdos de culturas que dejaron su huella en nuestra tierra.
En un momento especialmente simbólico, Yerai se sentó de espaldas al público en la silla de enea, enfrentándose a las sombras del escenario, que proyectaban las figuras de los propios músicos. Aquellas sombras parecían las raíces de todas las culturas de la que había bebido, un acto de respeto y conexión con el pasado que resonaba con la fuerza de la tradición. Las luces seguían los diferentes momentos que quería trasmitir el guitarrista agudizando la sensibilidad de los temas, jugando con ellas, para crear el aura necesaria para atraer al público.

Yerai terminó su actuación y el público se levantó, llamándolo de nuevo con palmas por bulería, como queriendo devolverle todo lo que habían sentido. Él respondió con una bulería, una conversación sin palabras en la que cada acorde y cada compás eran un abrazo compartido. En ese instante se hizo visible la complicidad que había ido forjando a lo largo de la noche: el artista agradecido y la gente honrando su arte. Se despidió llevando el dedo al público y la mano al corazón, se fue marcando por bulería tímidamente, con respeto a la tierra que pisa, Jerez, cuna de la bulería, mientras los jaleos marcaban el compás, reflejo de respeto y entrega que solo un flamenco de raza sabe transmitir.

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