Otro Womad para recordar
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Otro Womad para recordar

8 / 10
Miguel Amorós — 16-11-2022
Empresa — Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria & Cabildo de Gran Canaria
Fecha — 13 noviembre, 2022
Sala — Parque Santa Catalina
Fotografía — Hara Amorós

No tenemos datos oficiales de la afluencia de público de esta edición, pero sin duda igualará alguna de las mejores de las pasadas, antes de la pandemia. Desde el jueves al domingo, riadas de personas con caras de felicidad transitaron entre los dos grandes escenarios situados en las mediaciones del gran Parque Santa Catalina. Pero también por los diferentes espacios donde tenían lugar los interesantes encuentros literarios del Mundo de Palabras, los talleres, los mercados o las muestras de cine.

Otra evidencia de este año fue la calidad de las propuestas presentadas. Que me perdonen los que piensan diferente, pero a este festival no le hacen falta cabezas de cartel. La programación dejó contentos a todos. A los organizadores por el éxito de asistencia de público. A ese público, por la excelencia de los artistas, conocidos y, sobre todo, por descubrir a los desconocidos . Y a esos artistas por sentirse atendidos y acogidos con pasión por ese inmejorable público. Todos juntos saben que compartir esta increíble y diversa muestra de culturas es impagable.
Y sí, Womad es sinónimo de diversidad cultural y musical, sin embargo en está edición hubo algo que muchos de los conciertos que se llevaron a cabo tuvieron en común: una poderosa incitación al baile.

Desde el afrobeat de Seun Kuti, pasando por el vudú rock de Moonlight Benjamin, la folktrónica de Baiuca, el psyco pop asiático de Yīn Yīn, el afrofunk de Ibibio Sound Machine, el arabianfuzz de Al-Qasar, el highlife de Kyekyeku, el desert blues de Tamikrest o el rock africano de Vieux Farka Touré, por nombra algunos.
Ahora bien, si lo que querían era poner a prueba las ganas de bailar de los “womeros”, muchos se sorprendieron de lo expertos que son en vivir de cerca este festival único en su género.

Ahora les invitamos a repasar día a día, grupo a grupo, lo que dio de sí este Womad 2022, el Festival del Mundo.

Jueves 10 de noviembre
El canario Víctor Lemes se encargó de abrir este viaje musical que iba a durar cuatro días. Celebraba sus veinte años de carrera y cumplía veinte más de vida. Su particular proyecto musical no se casa con ningún estilo, pero sí que todas sus canciones se caracterizan por unas letras inteligentes, divertidas y también irónicas. Como muestra la canción con la que inicio su concierto “La Metametáfora”, que hiciera con El Kanka. Junto a su banda cantó al “dolor del amor”, a ritmo de ska en “Escarpías”, se marcó en solitario un mordaz trap, y un divertido y sexual merengue en “La mirada cocodrilo”. Consiguió que su oferta, que funciona muy bien en pequeñas salas, también lo hiciera ante una gran audiencia.

A continuación The Staples Jr Singers desde Aberdeen, Mississipi. Grupo de gospel-blues que nació en ¡1971! como banda familiar. Hoy en día más de cincuenta años, cuatro generaciones e innumerables actuaciones después, Annie, A.R.C. y Edward Brown siguen actuando casi todos los fines de semana en el circuito gospel. Pero en esta ocasión fue especial, era la primera vez que salían de EEUU para actuar en este Womad. Ellos tres, junto a sus tres músicos que le acompañaban, destilaban una gran pasión cantando y tocando. Esos coros repetitivos, junto a esos blues estremecedores, nos hicieron entrar en comunión con sus mensajes religiosos y nos hicieron revivir esas ceremonias gospel en pleno Harlem. Al acabar estaban muy felices, igual que el público.

Otro tipo de blues, aunque seguro que con raíces africanas comunes, el de Tamikrest. Blues tuareg, blues del desierto, pero también rock, a menudo hipnótico y hasta psicodélico. Se presentaron en cuarteto, pero ya desde el inicio con el vigoroso “Awnafin” se palpó que la noche iba a ser vibrante. Eso sí, apenas se comunicaron hablando con el público, pero sí que lo hicieron con su música. Esa forma afligida de cantar de su cantante, guitarra y líder, dice mucho de lo que cuentan sus canciones. Como la doliente “Azawad”, que habla de esa zona al norte de Malí que añoran y reivindican como patria tuareg, pero que no es reconocida por Mali y menos aún por los fanáticos islamistas. Se fueron con el arrebatador “Djanegh etoumast” donde las guitarras sonaron con músculo, mientras bajo y batería mostraron sus habilidades rítmicas. Fue un completo viaje a la magia y mística del desierto.

La noche la cerró el dj Juana la Cubana aka Job Ledesma, antiguo colaborador de esta revista, que en un tótum revolutum musical hizo que su hora de actuación le pareciera corta a todo un público con muchas ganas de Womad.

Viernes 11 de noviembre

Los Hermanos Cubero empezaron los conciertos del viernes. Había gran curiosidad por ver como estos hermanos de La Alcarria eran recibidos en un sitio teóricamente alejado del moderno folclore que presentan. Sin embargo esas jotas, seguidillas, fandangos, pasodobles, polkas, etc. fueron muy bien acogidas e incluso alguien versado en folclore canario nos comentaba que algunas se asemejaban a ritmos folclóricos de las islas. Presentaron temas de sus dos últimos discos editados conjuntamente, “Errantes Telúricos” y “Proyecto Toribio”, y también de otros trabajos. Parte del encanto de este dúo es su propia imagen y también como presentan cada una de sus canciones. Lo hacen explicando didácticamente sus estilos, añadiéndole comentarios irónicos y divertidos. Además sus letras no son triviales. Como “G.U.A.D.A.L.A.J.A.R.A.”, una denuncia a la despoblación, “Trabajando en la MCA”, sobre la explotación en el trabajo, y también momentos personales crudos como “Tu recuerdo es mi consuelo” del disco “Quique dibuja la tristeza”. A pesar de lo “arriesgado” de su proposición, el público volvió a demostrar respeto y admiración por lo ofrecido.

Tras ellos el autentico soul de J.P. Bimeni & The Black Belts. Quizás resulta extraño como un chico de Burundi, viviendo en Londres, se une a una banda española para hacer soul. Pues bien, el resultado está en su espectacular segundo disco editado, “Give Me Hope”. Salió primero la banda para calentar con el instrumental “Ghost City” y así dar la bienvenida a este cantante de gran carisma en el escenario. El haber estado en una banda tributo al gran Otis Redding le han hecho hasta más parecido presencial y hasta vocalmente, pero sus virtudes son propias. Repasó sobre todo ese mencionado trabajo, un tratado de elegante “classic soul” y que en directo funcionó aún mejor. Incluyeron además un par de covers de calidad, el “Keep on running” de The Spencer Davis Group y el “Four walls” de Eddie Holman. Llevan un buen tiempo tocando en directo y esa soltura se nota. Vista la reacción del publico, fueron unos de los triunfadores.

Moonlight Benjamin

El relevo pasó a la sacerdotisa haitiana Moonlight Benjamin. Al igual que J.P Bimeni, primero salió la banda, cuatro músicos que sonaron como enfurecidos, sobre todo los dos guitarras, que adivinaban que algo grande iba a pasar. Apareció ella vestida toda de negro y ya no pudimos dejar de mirar y bailar. Temas como “Nap chape” o “Memwa’n” mostraron su poderosa mezcla de vudú caribeño con rock furioso de los 70’ y tuvieron un efecto arrollador. Ella no paraba un momento quieta, yendo de un lado a otro del escenario, incitando al público, aleccionando a su banda y sonriendo abiertamente cuando veía a la audiencia disfrutar. Con su voz, potente y rebelde, cantó sobre la difícil situación de su país Haití, pero con una tensión musical impresionante. Y aunque nos quedamos con las ganas de escuchar esa versión explosiva que a veces hace del “Immigrant Song” de Led Zeppelin, su ritual musical fue todo un éxito.

Tras el furioso vudú rock, la invitación al baile de los neerlandeses YĪN YĪN
 funcionó de inmejorable antídoto. En rueda de prensa ya habían anunciado que su intención musical era hacer mover al público y vaya si lo consiguieron. Su curiosa e inusitada mezcla de música de los 60´ y 70´ del sudeste asiático, funcionó a la perfección con temas como “Pingpxng”, “Nautilus” o “One Inch Punch”. Pero también los sonidos italo disco como en “Shēnzhou V”. Cerraron con “Dis kô dis kô” convirtiendo el Parque Santa Catalina en una auténtica discoteca.

Cambio total de registro con Al-Qasar. Llegaban del barrio parisino de Barbès, pero con músicos de diferentes países. “Who Are We?”, su último trabajo, ha creado mucha expectación, sin embargó empezaron algo fríos y desconectados. Lo bueno es que eso les duró un par de temas. Para cuando encararon el sugerente “Selma” todo cambió, algo así como Dick Dale surfeando, pero en las arenas del desierto. Llegó después el trepidante “Awal”, para mi su tema más representativo y que en el disco incluye los drones de guitarra de Lee Ranaldo. Hay que decir que su líder, el guitarrista Thomas Attar Bellier es un trotamundos y en su día formó parte de una de las bandas de acompañamiento de Jello Biafra. Por eso, en un intermedio, se oyó la voz en off del de Dead Kennedys leyendo en inglés el poema del poeta revolucionario egipcio Ahmed Fouad Negm y que da título a ese disco que comentábamos. Acabaron con el envolvente “Gnawi”, una muestra de su autodefinido “arabianfuzz” (mezcla de noise, psicodelia, trance norteafricano y groove oriental) y que recordaba sin duda al inclasificable Rachid Taha.

Y llegamos a uno de los artistas más esperados de este año, el explosivo Seun Kuti (foto de portada). A pesar de que su banda Egypt 80 (la que heredó de su padre) puede contar hasta con diecisiete músicos, en está ocasión solo fueron siete. Así pues, tres vientos, una corista-bailarina, batería, bajo y guitarra empezaron con un tema de Fela, que en está ocasión fue “Gba mi leti ki n’dolowo”, para dar entrada al hijo que mejor ha cogido su testigo. Además Seun hasta se parece físicamente a su padre y hasta se mueve casi igual que él. El emblemático “Kalakuta Show” fue el segundo tributo al creador del afrobeat, pero a partir de ahí Seun presentó algunos de sus últimos temas grabados. Entre ellos “Love and Revolution” dedicado a las mujeres rebeldes, en especial la suya. “When We Move” que hiciera junto a Black Thought de The Roots. O T.O.P. donde comentó que eran necesarios más guerreros y menos soldados. Con ese endiablado afrobeat de fondo, Seun cantaba, bailaba, se retorcía enérgicamente y hasta casi convulsionaba con una energía difícil de explicar. Ya sin camisa cerró con el vibrante “Emi Aluta” donde canta sobre la hipocresía de las religiones organizadas africanas, o sea el cristianismo y el Islam. Lo hemos visto un buen número de veces y nunca defrauda.

Para que el alterado público fuera bajando el ritmo, la proposición de Kaleo Sansaa, joven artista que creció entre Zambia y la ciudad alemana de Duisburgo, fue perfecta. Hip hop relajado y seductor, con una dj lanzando bases y loops. Ella moviéndose tranquilamente por el escenario, con una voz suave que rapeaba y cantaba unas letras de temática sociopolítica. Después de todas las rítmicas propuestas del día, fue un final apacible.

Sábado 12 de noviembre
El sábado se abrió con el pop de guitarras de Miguel Cedrés. El guitarra de una de las bandas más emblemáticas de Canarias, Los Coquillos. Presentaba su segundo disco “Verano mortal”, y si bien el grupo sonó muy compacto, algo de presencia y convencimiento en escena no le iría mal. Eso sí, tuvo un buen número de seguidores apoyándole.

Cambio de escenario para comprobar de nuevo lo acogedor que es el público canario, porque asistió ensimismado a la música coral a capela y en occitano de San Salvador. Este grupo de seis jóvenes proveniente del Macizo Central de Francia son capaces de crear múltiples y energéticas polifonías vocales. Si conocen a los legendarios Le Còr de la Plana ya saben de qué estamos hablando. Ellos, además, con la ayuda de las palmas, dos tambores y un pandeiro, enfatizaban esas armonías creando efectos sorprendentes. Temas largos con llamadas-respuestas, y momentos en los que las voces dan vueltas y vueltas con tal intensidad que incitan al trance, al estilo de los cantos marroquíes o del qawwali pakistaní. Cerraron con el asombroso tema que da título a su último disco, “La gran folie”, con unos juegos vocales prodigiosos y con el público encantado.

Vieux Farka Touré

A continuación fue Vieux Farka Touré el que se encargó de maravillarnos con su destreza a la guitarra. El hijo del legendario Ali Farka Touré ha editado dos discos en menos de un año, ambos dedicados, de manera diferente, a su padre. Sin embargo, apenas tocó un corte de ellos. Su repertorio se nutrió de esos temas donde su guitarra podía volar apoyado simplemente por un bajo y un batería. Tras una intro con el relajado “Philipa”, llegó el frenético Borei. Ambientes africanos con “Fafa”, donde la guitarra suena igual de cristalina como la kora. Después el extenso “Walaïdu”, un blues fascinante estilo shonghai (en honor a su padre) con final poderoso. Nos dejó con la cabalgada rítmica de “Lakkal”, dejando claro que de pequeño también escuchaba a Jimi Hendrix.

Y del África más orgánica, a la Galicia más moderna con Baiuca. El proyecto de Alejandro Guillán ha sorprendido a todos y su gira “Embruxo Tour” ha sido un éxito allí por donde ha pasado. Esta era una de sus últimas paradas y de nuevo triunfó. Su puesta en escena es sencilla, él en medio con sus máquinas (sintetizador, secuenciador, efectos), a su izquierda las cantareiras-pandereteiras Alejandra y Andrea Montero, dos de las chicas que conforman Lilaina, y a su derecha el percusionista Xosé Lois Romero. Ya desde el inicio con “Meigallo”, con esas bases marcando un ritmo danzante y las voces nasales cantando eso de “déjame subir al carro carretero”, y que también ha versioneado Manu Chao, la respuesta del público fue asombrosa. Sorprendente fue ver también como todo el mundo coreaba “Fisterra”, el tema que hicieran con Carlangas de Novedades Carminha. El cierre esperado con “Veleno” (lastima que no apareciera Rodrigo Cuevas) confirmó que Galicia está de moda también en Canarias.

Con bases electrónicas también se movieron el dúo franco-marroquí de Taxi Kebab. DJ Romain Henry encargándose de sintetizadores y cajas de ritmos y Leïla Jiqqir a la voz, guitarras y buzuq, son los responsables de este proyecto con influencias del krautrock o del techno, pero de raíz norteafricana. Esta propuesta nació a base de improvisar, y en directo construyen una música cíclica y bailable, que les permite crear dinámicas que se van elevando poco a poco hasta hacerlas explotar. Consiguieron que él público disfrutara con ellos.

Ibibio Sound Machine

Aunque si en este Womad hubo un grupo que brilló con luz propia, ese fue Ibibio Sound Machine. Esta banda con sede en Londres ha crecido exponencialmente en pocos años. Su último disco Electricity”, con la producción de Hot Chip, lo vamos a ver en muchas listas de lo mejor del año. Pero es que su directo fue espectacular. Desde su inicio con el impactante tema que da título a ese nuevo disco y con la magnética presencia de su cantante británica-nigeriana Eno Williams, su afro-disco-funk fue irresistible. Pero es que todo fue in crescendo y a mitad de concierto, su tema estrella “Protection from evil” fue tan intenso que hasta Williams acabó por los suelos. Fue una fiesta continua que cerraron con “Let’s Dance” y “Basquiat”, animando irremediablemente al movimiento. El Parque Santa Catalina estaba repleto y hasta en zonas donde no se veía al grupo, la gente no podía dejar de bailar.

Aunque escaparse del concierto de Ibibio era casi un pecado, no pudimos resistirnos a adentrarnos en la delicadeza escocesa de Gnoss. En el acogedor y repleto Miller Escenario, ese cuarteto de virtuosos y jóvenes músicos demostraron tener un encanto especial. Violín, flauta, bodhran, guitarra y voces que lo mismo entonaron coloristas melodías tradicionales, que bellas canciones, todas compuestas por ellos. Solo fueron unos pocos temas pero supieron a gloria.

Aunque para quien después de Ibibio quiso bailar más, allí estuvo el canario Woodhands. Impartió una excelente sesión de drum&bass, pero adulterada con un buen número de colaboraciones “espontáneas” a base de rap, reggeaton y que volvieron locos literalmente al numerosísimo público que no quería que acabara la fiesta. Carlos realmente se desquitó de la pinchada del año anterior, que por culpa de las restricciones tuvo que hacerla ante un limitado número de público, con mascarillas y sentados. La revancha musical mereció la pena.

Domingo 13 de noviembre
Otra de las muestras de transversalidad y a la vez acierto del festival, fue volver a invitar a Los Gofiones, banda con más de medio siglo de existencia. Ellos fueron unos de los participantes de la primera edición de este festival allá por 1993. Y de la misma manera una cuarentena de músicos tomó el escenario. Para ser un domingo se concentró un gran número de público, sobre todo de edad y familiar, para ver y cantar con ellos esas canciones que han convertido en himnos canarios. Fue un concierto realmente emocionante.

Media hora después de su concierto, el Parque Santa Catalina había cambiado totalmente de público para ver a los ghaneses Kyekyeku & Super Opong Starts. Su mezcla de highlife (precursor del afrobeat) y funk, y con una briosa puesta en escena, animó sin remisión al movimiento. Ellos estaban exultantes y se contagió fácilmente al público que solo mostraba caras de felicidad. Quizás porque todos estaban exprimiendo las últimas gotas de un festival que nadie quería que acabase.

Aunque el punto final lo puso la banda madrileña Beat Bronco Organ Trio. Hammond, guitarra y batería para un refinado soul, jazz y r’n’b que en directo les permite libertad total. Se palpó que se entendían con solo mirarse y así pudieron mostrar su virtuosismo para deleite de los que disfrutamos del último concierto del Womad de este año.

No podemos dejar de nombrar algunos de los grupos que por problemas de coincidencia de horarios no pudimos ver, como los británicos Ebi Soda, los grancanarios Ant Cosmos y los tinerfeños Baldosa.

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