La música lo salva todo
Conciertos / Primavera Sound Madrid

La música lo salva todo

7 / 10
JC Peña — 12-06-2023
Empresa — Primavera Sound
Fecha — 10 junio, 2023
Sala — Ciudad del Rock / Arganda del Rey
Fotografía — Eric Pamies (Foto de portada - cedida por la organización)

La primera edición de Primavera Sound en Madrid se topó con las consecuencias de la inoportuna lluvia y una respuesta del público inicialmente tibia en la enorme Ciudad del Rock de Arganda del Rey. El balance de una apuesta tan valiente y ambiciosa arroja, pese a los problemas, bastantes más luces que sombras.

Lo primero, el mal tiempo, es inevitable, aunque resulta doloroso que, tras la pertinaz sequía que ha sufrido la ciudad durante meses, las lluvias intensas hicieran acto de presencia justo antes de la jornada del jueves. Hubo de ser suspendida por razones de seguridad, tras las reuniones entre la organización, las autoridades municipales de Arganda del Rey y la Policía. Según el comunicado de Primavera Sound, las instalaciones habían sufrido las consecuencias de las lluvias persistentes de los días anteriores. Conciertos soberbios como el de Blur aliviaron un poco el dolor. Al menos, para los 2500 afortunados que tuvieron acceso a La Riviera.

Según los organizadores, cerca de 90.000 personas -bastantes más el sábado que el viernes- disfrutaron de la música en el gran recinto de la Ciudad del Rock, perfectamente acondicionado como émulo del Parc del Fòrum. Primavera sumó un total de 222 conciertos programados durante una semana en que Madrid se convirtió en capital mundial de la música pop en todas sus expresiones, tomando el testigo de Barcelona. La cifra de asistencia al recinto de Arganda es notable, sí, pero se queda lejos del cuarto de millón largo de la edición barcelonesa. La parte positiva es que en un entorno amplio y menos masificado de lo habitual en festivales los asistentes estuvieron en condiciones privilegiadas en casi todos los sentidos, incluyendo la ausencia de colas para comer, pedir bebida o ir a los baños. Bien mirado, todo tiene su lado luminoso.

Las sensaciones han sido, pues, más dulces que amargas, teniendo en cuenta el gigantesco reto de la empresa. La organización replicó el ambiente de la edición barcelonesa en la Ciudad del Rock con muy buen gusto -incluyendo, claro está, las letras móviles emblemáticas y la elegante iluminación- y un imponente despliegue de medios humanos y materiales, sonido excelente marca de la casa y sin molestos limitadores de volumen. No se insiste demasiado en lo meritorio que es el buen sonido, teniendo en cuenta el tamaño de los escenarios. El consabido despliegue de talento de artistas y grupos de distintas generaciones, con especial énfasis en los sonidos electrónicos, fluyó en horarios impecablemente respetados que se sucedieron como un reloj. Los desajustes del viernes, que los hubo, se suavizaron el segundo; se notó el savoir faire y la larga experiencia de la organización.

Sin embargo, un recinto que parecía especialmente hecho para acogerlo, sin las hipotecas de las quejas vecinales y además, carente de los desniveles del Parc del Fòrum, sufría y sufre de un hándicap insalvable: la distancia al centro de Madrid. Se me antoja que este factor ha sido decisivo en relación a la floja asistencia del viernes. El enorme esfuerzo puesto en las lanzaderas que salían y dejaban en distintos puntos de Madrid intentó paliar esta desventaja en la medida de lo posible.

Pero empecemos por el jueves: el shock que provocó el anuncio de la suspensión de la primera jornada del festival a última hora de la tarde del miércoles, alimentó en redes sociales una cascada de comentarios de decepción, quejas amargas y hasta algunas teorías conspiratorias. Incluso se trasladaron de boca de algún asistente indignado a los conciertos en salas de la ciudad (como tuve oportunidad de presenciar entre canciones durante la actuación de Blondshell en el Teatro Eslava). Es el signo de los tiempos. Una frustración comprensible hasta cierto punto, porque el jueves concentraba las actuaciones de algunos de los artistas más esperados de la edición, como Blur y New Order, quienes llevaban muchísimo tiempo sin pasar por Madrid.

Foto: Christian Bertrand

Es una pena, en todo caso, tener que volver a empezar haciendo una especie de crónica de sucesos e incidentes en lugar de centrarnos en lo que importa: el arte. Pero la decepcionante suspensión del jueves pone de relieve, por si hiciera falta repetirlo, la gran dificultad que entraña la puesta en escena de un macro evento como Primavera Sound, complejísimo engranaje de mil detalles, y el hecho de que, por mucho empeño y tecnología que haya detrás -la aplicación que gestiona las entradas y crédito para la barra funciona razonablemente bien-, hay circunstancias que siguen escapando a nuestro control. En este mundo de redes sociales en el que las quejas se amplifican hasta el infinito y la reputación de una marca puede quedar muy mermada, curarse en salud es comprensible, sobre todo teniendo en cuenta los precedentes vividos en Madrid en estos últimos años.

La lluviosa semana había empezado, de hecho, muy bien, con los conciertos de Primavera en la Ciudad que inundaron las principales salas madrileñas de propuestas muy interesantes a precios asequibles; bolos memorables como los de Cloud Nothings y The War On Drugs, St. Vincent con su funk pop sofisticado, Pet Shop Boys o Built To Spill encontraron una notable respuesta de público entusiasta. En el caso del mítico dúo electrónico londinense Pet Shop Boys, se trataba de una ocasión única de disfrutar de su repertorio de hits inmortales en un entorno diferente al de los estadios -aunque repetirían en una jornada inaugural en el estadio Metropolitano, en la que se suspendió el concierto de La Paloma por la lluvia. Neil Tennant y Chris Lowe repasaron su carrera con energía y brillantez haciendo las delicias de los asistentes, entre los que estaban no pocos fans famosos como Alaska y Mario Vaquerizo. Al día siguiente le llegaba el turno a Doug Martsch y Built To Spill, que acompañado por su nueva formación femenina, impartió una clase magistral de rock norteamericano asilvestrado de guitarras infinitas.

La respuesta del público fue fulminante también en el caso de los conciertos en el Teatro Príncipe Pío, con la presencia de referentes míticos de la vanguardia del tirón de Swans, John Cale y Laurie Anderson. Las entradas se agotaron.

El fatídico jueves algunas bandas consiguieron reubicarse en salas de la ciudad, dejando muy buen sabor de boca. Fue un sálvase quien pueda de boca a boca, mensajes y alertas en el móvil, emocionante y hasta cierto punto divertido: los británicos Yard Act y los norteamericanos OFF! se hicieron hueco en la sala de referencia del punk Wurlitzer Ballroom dando un recital de punk visceral desde ángulos muy diferentes; Come muy adecuadamente tocaron en el espacio underground La Faena II... Y Blur hicieron lo propio en La Riviera, algo a todas luces imposible en circunstancias normales; aunque, como era inevitable, mucha gente se quedó sin ver a los británicos -las entradas se agotaron en minutos, dejando una considerable estela de frustración-, encararon su histórica actuación de la mejor manera posible: pasándoselo en grande y con un mágico repaso a un legado que, a diferencia del de otros compañeros de la generación del Brit Pop, ha crecido mucho, como vieron los privilegiados que tuvimos la suerte de congregarnos en la sala madrileña.

El cuarteto tiró de su primer disco -de los aires madchesterianos de “There´s No Other Way” a la melancolía shoegaze de “Sing”-, y pusieron patas arriba al recinto junto al Manzanares con “Parklife”, “Beetlebum” o “Song 2”, reservándose “Boys and Girls” y su nuevo single “The Narcissist” para el bis. El estado de forma de los londinenses es impresionante, pero sobre todo emociona el nivel de complicidad de un desdentado y simpatiquísimo Damon Albarn (“Gitano Damon”, como se llamó a sí mismo) y el excepcional guitarrista Graham Coxon, que dio otra lección de inventiva y clase. Como sucede con los grandes grupos de la Historia, los cuatro elementos de la banda, muy diferentes y casi antagónicos, se complementan creando algo especial y mucho mayor. Y el público lo sabe: no estamos tan sobrados de bandas así.

Ya en la Ciudad del Rock, la jornada del viernes discurrió sin incidentes y con un tiempo estupendo, pese a las previsibles largas colas para ingresar en el parking y las abrumadoras dimensiones del recinto. Una vez dentro, la experiencia de la organización se notó en el amplio despliegue de personal para atender a las barras y la profusión de food trucks de todo tipo. Entre los asistentes, una mezcla curiosa de locales y gente llegada de todos los rincones del mundo de edades muy diferentes. Los niños no faltaron. Musicalmente, el espléndido día -la lluvia no había dejado apenas huellas, salvo alguna zona un poco embarrada- osciló del exquisito pop de autor de Beth Orton o los escoceses The Delgados a los himnos vigorosos de Depeche Mode -mucho más inspirados que en su última visita a Madrid, y congregando a gran parte del público asistente-, la prodigiosa destreza con las rimas de Kendrick Lamar, el rock complejo con aires latinos de The Mars Volta y sorpresas anunciadas como los conciertazos de los queridos paladines del post-hardcore Karate y los ídolos del hardcore melódico Bad Religion.

Artistas tan interesantes como las londinenses Goat Girl tuvieron que conformarse con el puñado de incondicionales que se desplazaron hasta el escenario Tous para verlas. Mientras, el Boiler Room se llenaba de público deseoso de vibrar literalmente con la electrónica.

La jornada del sábado congregó, de manera muy visible, a bastante más gente que la del viernes. A primera hora de la tarde se dio una de las escenas más curiosas del festival, con los jóvenes fans de Rosalía apostados en las primeras filas del concierto de Grupo de Expertos Solynieve  que, como siempre, ofrecieron otro concierto estupendo. La tarde osciló del rock garajero fibroso de propuestas como Surf Curse al clasicismo de My Morning Jacket, la pegada infalible de los clásicos Shellac o la irresistible elegancia funk de St. Vincent, con una Annie Clark pletórica. James Ellis Ford, con su estupendo nuevo disco a cuestas, tuvo la mala suerte de coincidir con los de Chicago. The Voidz, el proyecto de Julián Casablancas, recibió también bastante atención; y la noche reservaba los platos fuertes de artistas como los italianos Måneskin y su vigorosa reinvención rockera, y en terrenos más pop Calvin Harris, Caroline Polachek, Bad Gyal y Rosalía, que pondría el broche de oro con su espectáculo total.

Por cierto que, como suele ser habitual en estos eventos, aunque quizá de manera más abierta, algunos artistas se quejaron de los persistentes beats de la electrónica ubicua colándose en sus interpretaciones… curioso a estas alturas.

Sumando todo, el balance de este primer Primavera Sound en Madrid, se me antoja claramente positivo. Pero si poco se puede hacer en relación a los caprichos de la meteorología -por mucho que los británicos aludan, con sorna, al barrizal de Glastonbury como ejemplo-, los responsables del festival más potente del mundo tendrán que analizar las cifras de asistencia al gran recinto madrileño. En sus 21 ediciones Primavera Sound no ha escondido su vocación de consolidarse como el más importante a nivel global. Y lo ha conseguido. Hasta el momento, casi todo les había salido rodado, gracias, por supuesto, a las ideas claras, una apuesta insobornable por la calidad de los artistas seleccionados más allá de géneros y prejuicios generacionales y, lo fundamental, al trabajo sostenido incansable e impecable de mucha gente. Primavera Sound ha crecido hasta convertirse en la que es, probablemente, la principal marca mundial de festivales de música.

Bad Religion - Foto: Sergio Albert

La edición madrileña del evento, espejo de la original barcelonesa (la de Oporto, por ejemplo, condensa una parte del cartel), no hacía sino replicar una apuesta difícilmente superable en cuanto a tamaño y calidad (recordemos: los escenarios crecieron a última hora hasta sumar 12). Y lo cierto, por mucho que duela, es que al público le ha costado responder a semejante despliegue.

Con toda probabilidad -y no creo exagerar-, la localización en la Ciudad del Rock, para mucha gente un enclave demasiado lejano (a unos 35 kilómetros del centro) y en un entorno en principio agreste -aunque a mi juicio, muy bien acondicionado-, ha pesado lo suyo, pese a la indiscutible potencia del cartel para público de distintas generaciones y gustos; además, Primavera Sound, sinónimo de fiesta global de la música, lo es, además, de Barcelona, ciudad que sigue atrayendo como un imán público de todo el mundo, como se ha visto en la exitosa y reciente vigésimo primera edición. En ese sentido, el pintoresco Parc del Fòrum, relativamente próximo al centro de la ciudad, es imbatible.

Estas reflexiones podrían ampliarse con otra más general que, aunque elemental, parece hoy ganar peso: ¿Hay público para semejante despliegue de grandes y medianos festivales concentrados en pocas semanas? El florecimiento de tantos de ellos en estos últimos años y más allá, y las consistentes cifras de asistencia, con mucha gente de otros países que aprovechan para hacer turismo por nuestro país, nos dicen que sí. Sin embargo, podríamos estar acercándonos al punto de saturación, donde es inevitable que los distintos eventos necesariamente acaben disputándose la atención del público.

La abundancia de eventos musicales en un Madrid que ha recuperado su oferta oceánica (recordemos: el mismo viernes actuaban Guns N´ Roses y The Pretenders en el Civitas Metropolitano), tampoco parece haber ayudado. Pese al peso del público internacional -como también sucede en Barcelona-, la euforia pospandémica puede haberse topado con ciertas estrecheces económicas.

En otras palabras: la valiente apuesta puede haber sido demasiado ambiciosa, teniendo en cuenta todas las circunstancias. Lo cual no le quita mérito a lo conseguido, sino más bien lo contrario; sería una lástima que la accidentada realidad de esta primera edición -las primeras siempre deben sortear retos mayúsculos- echara por tierra perspectivas futuras, cualesquiera que sean, en una ciudad que sigue estando necesitada de propuestas de calidad. Al final, la (buena) música lo salva todo. Y el titánico esfuerzo de este primer Primavera Sound Madrid se merece más secuelas.

Puedes ver la crónica del Primavera Sound Barcelona a través de este link. En ella encontrarás un largo listado de las actuaciones ordenadas por días y orden alfabético. 

Un comentario
  1. Cómo se explica que el jueves hiciese el mismo tiempo que el miercoles, y no pudiesen arreglar el desaguisado para el jueves y si para el viernes? A esta gente les faltó ponerse las pilas a tiempo. Estaban más pendientes de reunioncitas con autoridades y los politicos oportunistas de siempre que de ponerse a trabajar.

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