La hora del desquite
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La hora del desquite

9 / 10
Alfredo Villaescusa — 22-02-2022
Empresa — Bomber Booking
Fecha — 19 febrero, 2022
Sala — Zorrotzako Gaztetxea, Zorrotza
Fotografía — Alfredo Villaescusa

Al igual que los rencorosos de verdad dedican meses e incluso años a preparar su venganza, los aficionados a la música en directo en estos lares llevábamos tiempo deseando que se pusiera fin a todas las restricciones y las salas y demás recintos pudieran por fin hacer uso de su aforo completo. Han sido muchas semanas de travesía en el desierto en lo que respectaba al panorama cultural con conciertos que tuvieron que aplazarse de un día para otro y otros que hubo que cancelar definitivamente en el peor de los casos.

Como caracoles que sintieran la presencia del sol y la llegada de la primavera, ahí estaban los históricos guipuzcoanos Nuevo Catecismo Católico para restaurar la normalidad perdida y proporcionarnos la vía de escape necesaria entre tanto baile de medidas. No hace mucho también les vimos en circunstancias parecidas, allá por el pasado octubre en Txiberri, cuando empezábamos a despojarnos en los bolos de las insufribles sillas.

Lo bueno que tenía recurrir a un nombre tan resultón en las distancias cortas es que el sarao que se montó ese sábado en el gaztetxe de Zorroza podría convertirse en algo igual y diferente a la ocasión precedente en Urduliz. Sería similar porque el repertorio de los cabezas de cartel no cambiaría en lo sustancial, tampoco las ganas que le echaron ni el entusiasmo desmedido de los fieles. Y distinto porque el recinto remodelado de la velada en nada se parecería al espacio al aire libre en el que descargaron la vez anterior.

Ante una nutrida afluencia que desafío la comodidad y las ganas de quedarse en casa inherentes a la edad de muchos, Sonic Trash abrieron la velada con un sonido de lujo y un David Hono pletórico a la voz y a la guitarra. Contaban además con el aliciente de Mariana a la batería, lo cual suponía de entrada otra garantía de éxito. Pero no se trató solo de eso, pues el repertorio también acompañó lo suyo con trallazos que levantaban del sitio como “Kalamity” o “Bilbao Speed City”, sin olvidar su habitual vertiente psicodélica ni ese halo Lagartija Nick que agradará a cualquier fan del rock alternativo.

Fue como si los astros se alinearan encima del escenario para ofrecer un recital impecable de principio a fin. No eran unos recién llegados, pero si esa noche no ofrecieron el mejor concierto que les hemos visto hasta la fecha, poco faltaría. Hubo momentos épicos como un “Hey chica!” entonado por la propia banda a capela con la participación del respetable o un “Cabronazo” a mil revoluciones cargado de agallas y actitud, entre otros instantes que no se nos esfumarán de la memoria. Inmensos. De sentar cátedra.

Captar lo evidente no requiere en ocasiones de unos conocimientos enciclopédicos, basta con fijarse en las sensaciones que transmite algo. En eso pensábamos cuando un señor de avanzada edad, más con apariencia de jugador de dominó que de forofo del rock, nos preguntó a ver de dónde eran Nuevo Catecismo Católico y cuando le resolvimos la duda, se quedó callado un rato y aseveró: “¡Son buenos!”. Esto último podría ser otra de las pruebas definitivas del buen hacer de los guipuzcoanos incluso en circunstancias adversas, ya que el voceras Gonzalo admitió estar acatarrado y su guitarrista habitual causó también baja, siendo sustituido por un hermano del rollo tan competente como Luiyi Costa (Bullet Proof Lovers).

Como ya hemos comentado previamente, no hubo demasiadas sorpresas en lo que respectaba al repertorio. Prendieron la mecha entre la afición desde el inicio con “Aquí llega Dios” y no tardaron en soltar el hit pandémico “Queremos la verdad”. Ni falta hacía perder minutos con presentaciones inútiles, allí todo el mundo llevaba la lección más que aprendida, por lo que caía temazo tras temazo para delirio del entregado respetable.

No sobró nada de su tiempo en escena, ni siquiera la digresión que se marcó Gonzalo sobre “el festival de nostálgicos” Music Legends y hasta confesó su deseo de estar ahí, algo que no hubiera sido descabellado después de que el Azkena reparara una injusticia histórica al incluir a NCC en su cartel hace unos años. Galones y motivos para ser llamados a filas sobran.

Sin aflojar lo más mínimo, “Prefiero estar en el suelo” desató las gargantas hasta la estratosfera y Luiyi se marcó un “Quarantine Blues” muy decente a la voz. Volvieron a alcanzar otro pico de emoción con “Incontrolable” antes de que les diera por el “Killin’ The City” de The Flyin’ Spiderz, una de esas “versiones raras”, según confesaron.

“En llamas” siguió intentando que allí no quedara títere con cabeza, una tarea que completaron con un “Odio la velocidad” que desató pogos a la vieja usanza, no se han perdido las costumbres de antaño. Aquello había sido un visto y no visto en toda regla, pero eso suele ser lo normal en sus bolos, por lo que no conviene perderse ni un segundo. Ya se beberá, fumará o lo que sea después.

Gonzalo y compañía regresaron para unos bises tan fugaces como el resto del concierto, aunque eso tampoco sorprendió. Menos daba una piedra y desde luego no era cuestión de quejarse cuando te cascaban “Detrás de tu mirada” y “Soy un aberrante” a velocidad de vértigo. Si alguien quería paladear o detenerse en detalles dignos de sibaritas, se había equivocado de sitio. El producto de la tierra a granel resultaba imbatible una vez más.

A la salida discutíamos sobre qué bolo había sido mejor, pero se trataba de una mera cuestión de gustos, pues ambas descargas de la noche habían sido antológicas, para conservar en lo más profundo del ser durante mucho tiempo. La hora del desquite había llegado. Mejor que echemos el resto por si nos vuelven a encerrar.

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