Comentaba alguien, antes de que diera comienzo su concierto en la madrileña Sala Wagon, que The Lemonheads son como un matrimonio: hay que estar incondicionalmente en las buenas y en las malas. Se refería, claro está, a esa incógnita constante que desde hace años supone el inestable estado de Evan Dando, en una circunstancia que, sobre el escenario, puede virar en cualquier dirección. El público de la vieja guardia debió pensar lo mismo, y la segunda de las fechas de la gira española de The Lemonheads resultó copada por cientos de incondicionales que llegaban al evento con la esperanza de aquella fuera una experiencia afortunada. Para Dando, y para ellos.
Lo cierto es que la propuesta invitaba al optimismo, con el de Massachusetts acompañado de solvente bajista (Michael Farley Glavin) y batería (Mike Kent) para interpretar al completo el incunable “Come On Feel The Lemonheads” (Atlantic, 93) –un álbum que roza la perfección–, en una velada que debía completarse con otros hits y algún tema nuevo de “Love Chant” (Fire, 25), notable nuevo trabajo del combo que verá la luz de manera oficial en octubre. Todo en orden, de antemano, para lo que podía entenderse como una reivindicación positiva de la nostalgia. Sin embargo, y en la práctica, el asunto cayó del lado equivocado hasta concretarse en una de esas decepciones mayúsculas que persisten en la retina durante largo tiempo. Dando pisó las tablas volteando sobre sí mismo en una especie de baile, en lo que no era sino el comienzo de su caótica odisea de noventa (innecesarios) minutos.
La inicial de “The Great Big No” funcionó como claro indicativo de los derroteros que, inevitablemente, tomaría una velada marcada por la actitud errática del otrora carismático frontman, así como la constatación de que su antaño seductora voz había mutado en poco menos que una carraspera. Por su parte, sus compañeros sobre las tablas empleaban aptitudes en intentar seguir a un protagonista que continuaba el concierto entre ventoleras y bandazos varios. De algún modo, el norteamericano parecía empeñado en embarrar canciones impolutas del tipo de “Big Gay Heart”, “Into Your Arms” (de Love Positions), “It’s About Time” o “Rest Assured”, difuminando su magia intrínseca con distorsiones fuera de tiempo y cambios de ritmo aristosos entre los que costaba focalizar esas melodías intachables que les dieron lustre. Los añadidos, con “Deep End” como punto álgido, tampoco mejoraron sensaciones, e incluso el tramo final en acústico resultó a todas luces deslucido.

Lo que debía haber sido un emotivo homenaje a uno de los mejores discos de la década de los noventa terminó convertido en una sodomía en toda regla, remachada por la incómoda sensación (sobrevolando toda la actuación) de que aquello podía saltar definitivamente por los aires en cualquier momento. Un concierto estoposo, doloroso y por momentos esperpéntico, guiado por una anarquía sin gracia e injusta para con el propio legado de Dando. Y, a pesar de la impotencia y ausencia total de sentimiento de esa caricatura de concierto que firmaron The Lemonheads en Madrid, subsiste algo poderoso en esas canciones que conforman “Come On Feel The Lemonheads” (Atlantic, 93) capaz de sugerir que estar allí (casi) era lo correcto. Misterios del matrimonio.

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