El verano sigue su curso y de nuevo los raíles de nuestro tren se quieren juntar por medio de un sin fin de canciones, alargándose las vías desde Cádiz a Cartagena para poder reencontrarnos con La Mar de Músicas. Luz a borbotones en tiempos oscuros, alegría de brisa sonora a la orilla del Mediterráneo que, sin buscarse, rayuela de canciones que marcan caminos, hace que las personas y las culturas se encuentren, con la música y el corazón por delante. Tres décadas de festival, de olas musicales venidas del ancho mundo que hay que celebrar por todo lo alto, con artistas nacionales e internacionales de primera y, como país invitado de este año, Corea del Sur.
El día inaugural ya nos muestra las cartas ganadoras de un festival único, con propuestas genuinas de géneros y culturas dispares, pero todas unidas por el respeto, pasión y dominio de la tradición, más la libertad creadora y el impulso del riesgo, claves que mantienen las raíces vivas en un presente que siempre vuela hacia el futuro. Así, la tarde cae y redespega, tocando cumbre con la voz de oro del maliense Salif Keïta presentando “So Kono” (25), su último disco, meciendo y haciendo bailar al Patio del CIM. La magia resplandece, nuestra añorada Cesária Évora en el ambiente, con una eterna “Yamore”. De las alturas veníamos y en las alturas seguimos con Natalia Lafourcade que, también con flamante “Cancionera” (25) bajo el brazo, sola con su guitarra y corazón mexicano abierto de par en par, conquista “hasta la raíz” del siempre espectacular Auditorio Paco Martín, lleno hasta la bandera. Mismo lugar que tarda pocos segundos en poner patas arriba la otra jefaza de la noche, Queralt Lahoz on fire. Imparable, con el aún humeante “9:30 P.M.” (25) y el espíritu en llamas del festival en cada quejío y fraseo, provocando el primer temblor de tierra en Cartagena a base de ritmos urbanos y flamencos.
Y si el primer contacto con el país invitado de este año fue a base de raíces y alas, con el pansori (género lírico tradicional coreano) revisitado por la banda de indie pop Leenachil, metiéndose al público de la Plaza del Ayuntamiento (escenario gratuito junto al de la Plaza del CIM) en el bolsillo con su colorido sonoro y divertidas coreografías, “Tiger is coming” como momento álgido incluido; el cierre de madrugada lo ponen sus compatriotas Jambinai en el Castillo Árabe, quinteto de post-rock que teje atmósferas instrumentales que no te dejan tocar el suelo, a base de una fusión perfecta de guitarras eléctricas, instrumentos coreanos tradicionales como el haegeum, el geomungo o el danso, y una contundente base rítmica, bajo y batería, que golpea el lado oculto de una luna cartagenera que tardará en conciliar el sueño.
Leenachil. Foto: Pablo Sánchez del Valle
La segunda jornada continúa con la “mezcla rica” de Calequi y las Panteras, ahondando en los estilos tradicionales del otro lado del charco, con versión ganadora del “Te estoy amando locamente” de Las Grecas que baila y canta al unísono la Plaza del ayuntamiento al completo. A fuego lento cae la tarde y la copla más delicada y fresca llega con La Tania, atravesando con su voz el lado izquierdo del pecho de los presentes en el Patio del CIM, como esos “Querelles” de verano que aparecen y te atrapan sin avisar, como esos mágicos “almendros” que florecen de su boca “desde que me ha dicho que viene”.
El saxo de Seun Kuti & Egypt 80 hacen que suban las temperaturas de la noche en el Auditorio Paco Martín en pocos segundos, a base de irresistible afrobeat lisérgico, libérrimo y combativo, con su padre Fela Kuti siempre presente en cada nota; para proseguir el baile y la orgía de vientos y teclados con los cinco fantásticos de Ezra Collective, encima del escenario y entre el público, hechizante jazz, vibrante hip-hop, soul y afro-beat que bebe y zigzaguea en mil fuentes y culturas. Un bolazo, sin más.
Insomnes y amantes del clubbing suben al Castillo Árabe para disfrutar con el dúo coreano de hip-hop electrónico Hypnosis Therapy, provocando el baile colectivo bajo una lluvia ácida de beats y fraseos afilados.
El tercer round lo ganan de calle las jóvenes flamencas y flamencos, valientes y mutantes, con raíces bien jondas y alas espaciales. Primero Ángeles Toledano (video) que sigue “rompiendo jaulas y besando herías” sin tocar ya el suelo, desplegando todo su poderío en una puesta en escena cada vez más arrebatadora, con su sobresaliente “Sangre sucia” (24) brillando hasta cegar por alegrías, soleares y seguiriyas electrónicas que arañan y sanan en el Patio del CIM. Y si La guitarra flamenca de Yerai Cortés (24) fue otro de los debuts discográficos flamencos más destacados del fin de año pasado, el directo del mismo es una experiencia de otro planeta. Con un cuidadísimo juego de luces y Yeray Cortés derrochando el duende que solo poseen los elegidos a las seis cuerdas, en un show coral de cantaoras que rezuman compás por cada poro de su piel y que deja sin aliento a un Auditorio que tardará en poder volver a parpadear.
Antes, en la Plaza del Ayuntamiento, las banderas de Corea a los cuatro vientos con los hechizos pop y cantos espirituales de Chudahye Chagis, con la hipnótica Chu Dahye a la cabeza, estrenando su recién salido “Sosuminjo” (25) y sumergiendo al personal en un ritual y baile continuo. Nada de K-pop comercial, funk psicodélico-chamánico sanador, música más allá de las fronteras para purificar cuerpo y alma.
Cuarto día de festival y el electro punk de Fat Hamster & Kang New inaugura otra delicia de escenario, el de la Plaza del CIM, con el mar balanceándose al fondo al ritmo de “Brains in a Vat” (25), el incendiario debut del dúo coreano. Una suerte de rave tempranera con gafas de sol y bonus de energía a raudales para todos los presentes. Es lunes 21 de julio y es un día grande en La Mar de Músicas, ahora con el abrazo y la celebración del mestizaje y la vida de la mano de la mítica Orchestra Baobab, ya sin miembros fundacionales, pero con el fuego primigenio intacto. La formación senegalesa baña una Plaza del Ayuntamiento totalmente entregada en latidos que funden sones caribeños, cubanos y africanos, con pinceladas jazzísticas y nervio rock por momentos. Maestría y diversión a raudales. Cuentan que más de una y uno se habrían quedado a vivir en “Utrus horas” hasta la edición del próximo año. Y si el país invitado es Corea del Sur, no podía faltar a la cita una de las voces con más clase, sensibilidad y poderío del jazz coreano, Youn Sun Nah, acompañada por el pianista Bojan Z. Los cantos de sirena seulesa hechizan a la primera, repasando gran parte de su disco de versiones “Elles” (24), con personalísimas interpretaciones del “Asturias” de Isaac Albéniz o el “White Rabbit” de Jefferson Airplane, pasando por una exquisita “Lilac Wine” de Nina Simone que hace completamente suya. El Premio La Mar de Músicas de esta edición a toda una trayectoria musical es para el músico brasileño Toquinho que, con casi 80 años, demostrará en pocos minutos en su recital junto a Camilla Faustino, el porqué se merece este galardón y cualquier otro. Toda una vida dedicada con pasión a la música y haciendo hoy que más de una perseida saliera de sus seis cuerdas, parando las manecillas de los relojes de Cartagena junto a Camilla con temas eternos como “Garota de Ipanema” o el “O que será (à flor da terra)” de su querido Chico Buarque. No falta “Aquarela” y las sorpresas la ponen dos invitados de excepción, Pasión Vega, acompañando a Toquinho con “Aquellas pequeñas cosas” de Serrat; y Pablo Alborán cantando “Contigo aprendí” y la siempre bellísima y desgarradora “Eu Sei que Vou te Amar”, junto a Camilla Faustino. “Gracias a la vida” (Violeta Parra) dieron y les damos por tanto.
Toquinho. Foto: Pablo Sánchez del Valle
Las emociones siempre flotan y nos acompañan en La Mar de Músicas, pero en su quinto día se desbordaron más que nunca en el broche palmero de la noche. Antes, a pleno sol, nos clavó los sentimientos y deslumbró más que el astro madre nuestra queridísima Le Parody (vídeo), con sus paisajes oníricos y adivinanzas sonoras de mil colores y aromas, mientras el Mediterráneo, embrujado de fondo, seguía cada uno de los movimientos, fraseos y quejíos de Sole, acompañada por dos trompetas interestelares (Frank Santiuste y Rosa Verdugo). Caímos rendidos desde el primer segundo a “Remedios” (24), disco que desgrana e ilumina estos tiempos sombríos, una cura sin prisas, con recetas y trabalenguas mágicos que Cartagena baila como si el cielo estuviera estrellado y colgara de él una gran bola de espejos.
La Plaza del Ayuntamiento recibe con los brazos abiertos a un Rubén Villahermosa, Río Viré (vídeo), que juega en casa y, muy bien acompañado, no tarda en devolver el cariño al público, sacándole brillo a su cancionero junto a su banda, zigzagueando por las canciones de autor, el rock y los ritmos caribeños. Además de la espléndida colaboración María Vidal (Karmacadabra), las sorpresas llegan con Muerdo y Antonio García (Arde Bogotá) uniéndose al festín sonoro.
Con Mateo Sujatovich a la cabeza, los argentinos Conociendo Rusia encandilan a sus fans con cada tema. Presentan en el Patio del CIM su último álbum de esutudio, “Jet love” (24), donde cuentan con colaboraciones estelares, como Natalia Lafourcade y Jorge Drexler. Uno de los momentos cumbres y esperados llega con “Cinco horas menos”, tema por el que ganaron el Grammy Latino el pasado año. Los que hemos tenido la suerte de ver a Valeria Castro varias veces en directo, sabemos lo importante que era su abuela Micaela para ella… La voz que abre “Un hogar”, de su anterior “Con cariño y con cuidado” (23), contando la pérdida irreparable de recuerdos que se comió el volcán Tajogaite en su isla de La Palma, una abuela que fue el espejo más nítido y querido en el que se ha mirado, con sus propias palabras, “mi inspiración, mi motor, mi guerrera”, uno de esos seres de luz que “llevará en el alma la vida entera”. Micaela nos ha dejado recientemente y Valeria, que ya canceló su actuación en Pirineos Sur hace pocos días, saca fuerzas de donde no las hay y decide, guerrera y ser de luz como su abuela, con la herida abierta de par en par, salir al escenario del Auditorio Paco Martín (entradas agotadas desde hace semanas) y dedicarle el concierto a Micaela. Si ya es emocionante y desgarrador sentimentalmente el disco que presenta, “El cuerpo después de todo” (25), hoy los ojos vidriosos y la piel erizada del público al completo acompañan a Valeria desde la inicial “La Soledad”, más rota e inabarcable que nunca. La ausencia, el dolor, la tristeza… y la música como camino. Entre lágrimas y canciones se abre paso, abrazando y abrazada por su banda y todos los presentes. Una de las artistas más honestas y auténticas del momento y sin techo a la vista.
El miércoles 23 es el “Día Repsol” en el festival, totalmente gratuito y con cuatro bandas coreanas programadas que seguirán demostrando la eclecticidad y riqueza sonora del país, más el cierre por todo lo alto en el inmenso escenario de la Explanada del Puerto con Mala Rodríguez repasando 25 años de “Lujo Ibérico” y mucho más.
En esa ventana al Mediterráneo que es el escenario de la Plaza del CIM, comienza nuestra jornada con Dal:um, un dúo (Ha Suyean y Hwang Hyeyoung) de virtuosas de dos tipos de cítaras tradicionales coreanas, el gayageum y el geomungo, con las que nos envuelven y provocan un trance colectivo de inicio a fin, a base de un cóctel de música minimalista, jazz y folk experimental, agrandando, tensando y rompiendo la tradición por momentos.
La Plaza del Ayuntamiento a reventar y muchos fans entregados a W24 (World 24 Hours), un joven grupo coreano que mezcla K-pop, rock y sonidos latinos (cantante coreano de origen chileno que habla en un perfecto castellano). Cancionero en inglés, coreano y español, con alguna balada hiperazucarada, como un sorprendente cover de “Un siglo sin ti” de Chayanne que canta hasta el que no se la sabe. Y entre tanto, me cruzo con unos ojazos que me suenan mucho… y lo reconfirmo tras el Blues Cazorla, de noche y ahora de día, los más bonitos de Cartagena. La magia de La Mar de Músicas, encontrarse sin buscarse, rayuela de festival a festival con música coreana de fondo. Brindis callejero y nos teletransportamos a la Plaza del CIM con la cantante Sunwoojunga y su banda, tejiendo un repertorio que se mueve como pez en el agua entre el soul, el R&B y el jazz más elegante, en inglés, coreano y hasta un “Sabor a mí” en trabajado castellano. Especialmente sofisticadas y con alma las interpretaciones de “Black coffee” y una “Jazz Box” con varios saltos mortales vocales, de su último largo hasta la fecha “Beyond” (24).
Y claro, si era el día grande de Corea del Sur, no podía faltar en la Explanada del Puerto el K-pop más comercial, con coreografías, bailes mil y un buen puñado de covers ultra coreables de las seis chicas de Bewave. Una “ola azul” que el público coge sin pestañear, versión del “Si antes te hubiera conocido” de Karol G como uno de los momentos más festivos y locos de la jornada incluido. Pero aunque Corea del Sur ganaba por goleada en el día de hoy, “Por la noche” la jefa sigue siendo la jefa, 25 años después de “Lujo Ibérico” (2000) y hay que celebrarlo, pionera que abrió camino en el rap patrio a las mujeres, la Mala Rodríguez. Pisa las tablas y se abren los mares de Cartagena. Se bambolea la madrugada en cada embestida de su rompedor debut, sonando especialmente afiladas “La cocinera”, “Tengo un trato”, un “Yo marco el minuto” en la que hace un dueto improvisado con una fan rebosante de flow o, al más puro estilo Iggy Pop, con “marcha tropical” por los cuatro costaos, invita a subirse al escenario a todo el público que quiera en “Tambalea”. Como lo sabía, “yo tengo lo que tú quieres” y Cartagena se rinde a sus encantos, arriba y abajo del escenario, cantando con las primeras filas. Del “barrio de la Paz” a volar por el cielo murciano con “La niña” y “¡jalea, jalea, jalea!”, una “Caja de madera” que corta la respiración y eriza hasta la última estrella que cuelga de la noche, dedicada a “todas las mujeres que luchan”. Precisamente es con una compañera de surcos de “Bruja” (13), con la que termina la reina por recolocarse su corona y dejarnos sin aliento, una “33” en la que la balacera de versos es fuego fatuo en su garganta. Quedó más que claro “quién manda” aquí. God save the Queen!
Mala Rodríguez. Foto: David Pérez Marín
Es jueves y tras disfrutar de una mañana en la Cala de La Cortina a pleno sol (jugada que repetiremos hasta la clausura del festival) y buscar la marinera perfecta por los bares de Cartagena, nada podía presagiar que una tormenta de verano terminaría por aguar la fiesta de uno de los conciertos más esperados… Pero antes, si aún teníamos clavados en nuestros oídos los fraseos de La Mala, ¿qué mejor que empezar la jornada con un grupo de hip-hop cartagenero de la vieja escuela en la Plaza del CIM? El Klan de los Dedeté vuelven a la carga con nuevo disco bajo el brazo, “Los días contados” (25), demostrando que el que tuvo, retuvo y siguen ametrallando versos como nadie.
La Plaza del Ayuntamiento está preparada para vivir otra velada grande made in la Mar de Músicas, porque el combo colombiano-venezolano andaluz Çantamarta personifica a la perfección la riqueza y diversidad cultural de ritmos y géneros, raíces y soplo de aire fresco sonoro que rompe toda frontera y late como esencia del festival. Con la coctelera bien agitada de R&B, finas texturas electrónicas, hip-hop y sones caribeños, la banda suda pasión y compromiso, ganándose al público nada más pisar las tablas, haciendo que la plaza al completo baile y cante cada tema de su debut “Pasarela” (24) y de un buen puñado de últimos sencillos. De la sentida titular, a unos “Cuando los malandros lloran” que hace que alguna bebida caiga al suelo de la emoción (¡eso es la música!), pasando por “Las Jordan” que canta la que las tuvo y el que no, despertando de nuevo el deseo de tenerlas, o ese “ay, dime si tú vas a volver” que nos araña en el pecho y cosquillea en el estómago, de la pegadiza “Liit” que grabaron junto a Rusowsky. “Yo te siento cerca, yo te llevo dentro” y llegamos al “Sur”, y dedicado a “todos los barrios hispanos y a esa gente que lucha en cualquier lugar del mundo” vibramos con la visceral y combativa “El tumbao de los cocodrilos”. Y sigue el baile bajo una “Lluvia” solo de versos y sentimientos, para rematar con dos clásicos más de la banda que terminan por hacer que la fiesta salte por los aires: con ese “de donde yo vengo saco arte hasta de los escombros” de una “La menor” que se encumbra con una trompeta que deja estelas en el atardecer y unas “Amapolas” a las que nos aferramos con uñas y dientes para que no termine.
Si este año el flamenco dejó actuaciones memorables con Ángeles Toledano y Yerai Cortés, sin olvidar las coplas de La Tania, hoy el seísmo será jondo y definitivo con la presentación del “Manifiesto” (25) de María Terremoto en un entregado Patio del CIM. Acompañada de dos palmeros que derrochan compás hasta respirando (Juan Valencia y Miguel Cantarote) y un tocaor de relumbrón (Nono Jero), más una cuidadísima y trabajada puesta en escena, comienza a recorrer los surcos de su segundo y último disco, dejándonos tocados desde la inicial y desgarradora “A la muerte”, a capella y con el corazón en la boca, “Ay, leré, si tú me dejas sola, ¿qué voy a hacer?”, con los palmeros marcando compás con los nudillos en una mesa y el público sin respirar ni parpadear, seguida del embrujo de esa petenera que teje la guitarra con sonidos árabes y ecos antiguos en “Alma no salgas del cuerpo”. Nos sorprenden y agradan las transiciones electrónicas entre tema y tema, con recitados sampleados de la propia María (“¿Dónde voy? No sé qué canto, no sé qué quiero, no sé quién soy…”), dejando claro que su inquietud, búsqueda y libertad creativa no entiende de techo ni paredes. Así, con alma de zorongo lorquiano, sentada al teclado, vuelve a dejar las cosas claras: “Yo no soy de las que dicen de esta agua no beberé…”. Antes, mientras un técnico soluciona unos problemas del teclado, se arranca a capella con unos fandangos de espíritu morentiano que ya valen el precio de cualquier entrada. María no le teme ni a la muerte ni a la vía. Cuando se van con el corazón por delante, a la música no hay quien la pare. Sola en el escenario, micro en mano, nos regala una personalísima y sentida versión del “Luz en los balcones” dedicada a su padre, Fernando Terremoto, que nos hace un nudo colectivo en la garganta y puebla de ojos vidriosos la oscuridad, con unos tercios finales yéndose del escenario que resonarán en el Patio del CIM para siempre. Maravilla. Fernando con una sonrisa de oreja a oreja y aplaudiendo, allá donde esté. Y es que tenemos la inmensa suerte en esta 30.ª edición de La Mar de Músicas que María Terremoto viene a por todas, con el duende a flor de piel, ya sea con Converse de plataforma, pantalón y corpiño rojo, o con vestido blanco, tacones o descalza en el escenario, pero en todo momento dejándose la piel y derrochando pasión y honestidad en cada cante, como en una asombrosa y jonda versión del “Si tú no estás” (Rosana) junto a su guitarrista en la que vuelven a parar el tiempo y arrancar una ovación más con el público en pie. Recta final con luz a borbotones y empoderamiento artístico, “siempre estás en mi corazón, por muy lejos que te vayas”, de verdiales enamorados, a alegrías resilientes y bulerías con corona previa, para cerrar con “Miraita”, esa libertad por rumbas en las que es imposible apartar la vista, con el público jaleando y uniéndose a la fiesta, guitarra y palmeros en pie bailando junto a ella, con esa frase que revienta de verdad en Cartagena: “Me muera yo si te miento, y que no he visto unos ojitos como los que ahora estoy viendo”.
Silvia Pérez Cruz y Salvador Sobral. Foto: David Pérez Marín
Nos queda el que quizás fuera el concierto más esperado (sold out), la presentación del disco conjunto de Silvia Pérez Cruz y Salvador Sobral, “Silvia & Salvador” (25), dos voces increíbles, dos seres que, tirando una vez más del azar de la “Rayuela” de Cortazar, “andaban sin buscarse, a sabiendas que andaban para encontrarse”. Lástima que el cielo solo pudiera aguantar la emoción durante tres canciones y la lluvia provocara la cancelación del show. El trío elegido fue: El inicio, en pie y frente a frente, con micro y viva voz, una “Recordarte” que ya nos araña por dentro; la bellísima “Ben poca cosa tens”, con Salvador y Silvia, acústica en mano, sentados y fundiéndose con sus músicos (cello, segunda guitarra y laúd) en otra de esas interpretaciones que bien justifican los más de 500 kilómetros en tren y carretera que hemos hecho gustosamente para volver a estos mares sonoros. Y la tercera, suerte infinita la nuestra, esa maravilla de letra que les regaló el maestro Drexler y que Sílvia y Salvador hacen suya, “El corazón por delante”. Llueve, se van los músicos, se pueblan las gradas del Auditorio Paco Martín de triste paraguas, improvisan carpa para los instrumentos, pero ya los cables y cada palmo de escenario están empapados… Sucede lo irremediable, se suspende el concierto. Pero “no hay mal que por bien no venga”, sí, es cierto que no habríamos querido que pasara, para disfrutar de un concierto que nada más había hecho empezar, pero lo que nos llevamos para el recuerdo es irrepetible: los mismos músicos, con Salvador y Silvia al frente, salen y nos informan a pleno pulmón de la cancelación y, para que el amargor no sea tan fuerte, interpretan dos temas desenchufados, dejándose las gargantas y en comunión total. Acústica, cello, banjo y Silvia al tambor herreño, con Salvador al mando vocal y todos a los coros en una alegre canción folk-country que podría haber sido antídoto perfecto para ahuyentar los nubarrones y que todo volviera a empezar... Pero no, nos vamos con una interpretación a tumba abierta de “Mañana” que se acerca al milagro y que, si no estuviste allí, ojalá tengas tú también esa suerte de vivirla alguna vez. Silvia dejándose el alma en cada verso desde el filo del escenario, como si fuera la última noche en la Tierra, con los músicos y público al completo siguiendo cada una de sus instrucciones para acompañarla a los coros y en cada estribillo… “¡Qué falsa invulnerabilidad la felicidad! / ¿Dónde estará ahora, dónde estará mañana?”. Estará aquí, en Cartagena, en ese momento que no podrá borrar ni toda la lluvia del mundo.
Penúltimo día y seguimos sumergiéndonos en las calas, ya familiares, de Cartagena, degustando marineras y, por sorpresa, reencontrándonos (hoy y mañana) con viejos amigos que vimos la última vez en Perú, celebrando el amor y la amistad… El encantamiento de La Mar de Músicas continúa en otra destacada jornada en la que la paleta sonora se extiende hasta el infinito y más allá, la del viernes 25, “La noche de la Verdad” en la que se entrega el Premio Paco Martín al grupo revelación.
La mecha de la tarde la encienden Marta Torrella y Helena Ros, el dúo catalán Tarta Relena, que reavivaron los interrogantes del misterio el pasado año con un segundo y sobresaliente álbum que hoy recorren, “És pregunta” (24). Dos timbres de voces diferentes que embrujan con sus armonías a capela en cada canción, entrecruzándose y fundiéndose con sonidos sintetizados y samples electrónicos; folk pretérito y futuro, tradición y vanguardia, raíz y experimentación cantada en catalán, castellano, latín, sefardí e italiano. Con el mar Mediterráneo corriéndoles por las venas y como marco perfecto de fondo, desprenden un irresistible magnetismo que atrapa al público que, casi sin pestañear, se contonea y se deja llevar por las enredaderas sonoras que crecen de sus gargantas hacia un cielo, hoy sí, completamente despejado. Del hechizo inicial con “Amvrosías”, a las melodías sefardíes de una “Si vierash a la rana” que llevamos aún pegada a nuestras orejas, como salitre a la piel.
Carlos Ares. Foto: David Pérez Marín
Carlos Ares ha firmado dos discos imprescindibles en menos de dos años, cargados de himnos incuestionables, el sobresaliente “Peregrino” (24) y un “La boca del lobo” (25) que termina por reconfirmar que estamos ante uno de los mejores compositores de canciones del momento, con un sello propio que te impacta, al unísono, como una ráfaga de aire fresco y una llamarada al rojo vivo. ¿Y en directo? Pues un servidor, que ya me había ganado con ambos discos desde el primer minuto, aún no había tenido la suerte de verlos en un escenario y… Todo lo positivo dicho anteriormente, multiplicado por siete, los componentes, junto a Carlos Ares, acústica en mano, que se divierten, desatan y contagian a cada paso una energía y luz desbordante, conformando una suerte de superbanda que cabalga en un crescendo continuo, a medio camino de una E Street Band patria y (si a Carlos le diera por pintarse la cara y ponerse un sombrero con flores) la mágica caravana itinerante de la Rolling Thunder Revue; puro fuego y comunión con un público completamente entregado, tema a tema, cantando, saltando y bailando con la banda si parar de inicio a fin. Sin lugar a dudas, el concierto más multitudinario y vibrante de los que hemos vivido en la Plaza del Ayuntamiento en esta edición. Así, solo quedaba dejarse llevar y disfrutar con la balacera de indie y power folk en la que estábamos inmersos: con los estorninos que nos acompañan y sobrevuelan en la titular y majestuosa “Peregrino”, o compañeras de surco que nos estrujan el lado izquierdo y baldío del pecho, como una “Rocíos” que deja quemaduras, una sentida “Materia prestada” que mece la tarde, o una radiante “Aquí todavía” en la que renace Cartagena. Nos pasan por encima una y otra vez y no nos permiten tocar el suelo en ningún momento. De cumbre en cumbre, porque manejan un setlist al alcance de muy pocas bandas, saltando a “La boca del lobo”, de la que se nos debería de quedar grabado en la piel eso de que “es preferible arriesgarlo todo…”, pasando por “Días de perros”, la combustión instantánea de “Lenguas Calvas”, el río de versos de una “Importante” que nos deja sin aliento y explota en su final con ese violín de rayos y centellas, o la descomunal “Páramos”. Música en estado puro, como una fuerza de la naturaleza. Vida extra para todos los presentes. Intentamos bajar las pulsaciones con cerveza en nuestro local ya de confianza (te la sirven antes de pedirla, Cartagena rules) y nos citamos con la artista paquistaní Arooj Afatb en el Patio del CIM, para dejarnos fluir por su elegante jazz (cantado en inglés y urdu) que se nutre del minimalismo, la música clásica y la neo sufí. Ganadora de un Grammy y licenciada en Berklee, desprende clase y sobriedad a partes iguales, demostrando un dominio total de la escena durante todo el show. Desgranan parte de su último y cuarto disco, “Night Reign” (2024), del que suenan piezas como “Whiskey”, la inquietante y magnética “Bolo Na” en la recta final, y una deliciosa “Raat Ki Rani” que nos teletransporta a otra dimensión. Acompañada por un trío de músicos de altos vuelos, batería/percusionista, contrabajista y un guitarrista que, sentado y eléctrica en mano, no para de tejer paisajes y arabescos de mil aromas, nos mecen a su antojo y nos rematan con una bellísima “Aey Na Balam” final.
Maestro Espada. Foto: Pablo Sánchez del Valle
El Auditorio Paco Martín de nuevo a reventar y el premio que lleva su nombre al grupo revelación de las músicas globales 2025 recae en dos jóvenes hermanos murcianos, Álex y Víctor Hernández, el dúo Maestro Espada, por su debut homónimo producido por Raül Refree, en el que se inspiran y juegan con la tradición, respetándola y experimentando con ella, creando vías entre el pasado y el futuro para que la memoria popular no se pierda y palpite su energía primigenia con los latidos de la música contemporánea en un enriquecedor y cuidado collage de géneros (del pop al folk americano, pasando por el techno, las malagueñas, jotas murcianas, cantares huertanos, parrandas o cuadrillas), con el dominio y el diálogo de instrumentos diversos (castañetas, laúdes, percusiones, sintetizadores, cuidada electrónica, guitarras eléctricas y un sin fin de distorsiones). Con todo, el jurado le otorga el Premio Paco Martín por “haber construido un universo sonoro propio donde el folklore de Murcia, uno de los más olvidados de nuestro país, y la música contemporánea, conviven de manera sobresaliente”.
Que hable la música: “Cuanto más de ti me alejo, / más me quisiera quedar”, una “Granaíco” de nuevo con el corazón por delante para empezar. Acompañados por Raúl Frutos de Crudo Pimento (otro artista y otra banda murciana, junto a Inma Gómez, única en el panorama nacional) a la batería, rayos y truenos durante casi todo el set, además de sumarse la guitarra flamenca de su hermano, Paco Frutos en una “Cartagenera” muy celebrada y cantada por el público. La alquimia de folklore murciano mezclada con una cuidada electrónica de texturas infinitas y tormenta de distorsiones, nos cae encima como una lluvia de estrellas fugaces en los giros mil de “Murciana”, en un “Salve” espiritual con castañetas al poder, frente a frente, que desemboca en una rave sideral y catártica, o en una “Trilla” de atmósferas espectrales. Y “me olvidaste, te olvidé, / me quisiste, bien te quise, / me olvidaste, te olvidé. / Me olvidaste, te olvidé, / los dos tuvimos la culpa, / tú primero y yo después”. De nuevo sensibilidad a raudales en “Tres gotas de rocío”, con un falsete que te cala poco a poco hasta los huesos, o esa“(La) despedía” que no queremos que llegue y encontramos unos versos como antídoto: “Y donde empieza la memoria, / junta tu mano con la mía”. La sorpresa llega en la siempre maravillosa “Lirio”, rebosante de aromas sintetizados y ecos vocales, con Álvaro Lafuente (Guitarricadelafuente) sumándose a una interpretación a tres de una intensidad que deja marca. Y de nuevo el recuerdo de unos ojos: “Como ruedas de molino / tienes los ojos grandes, / como ruedas de molino, / y tratas mi corazón / como si fuera de trigo. / A mediodía clavel, / por la mañana eres rosa. / A mediodía clavel, / por la tarde eres jazmín / y lirio al anochecer”.
No falta el homenaje al recién fallecido Ozzy Osbourne, con intro instrumental de Black Sabbath, ni una sorprendente versión febril y acelerada del “Maquíllate” de Mecano. Genios y figuras. “El tiempecito que me quede / yo quiero pasarlo así, / va buscándome la noche, / yo voy buscándote a ti”. En la recta final una onírica y emocionante “Estrellica” de una oscuridad tan resplandeciente que ilumina más que diez soles, con tormenta rítmica final a cargo de Raúl a las baquetas y Álex y Víctor sumándose a las castañetas. “Y por si no puedes venir conmigo, / te traigo estos versos de romero y tomillo”, una “Mayo” con regusto planetario como broche espacial de otra de esas actuaciones que te remueven por dentro y son imposibles de olvidar.
El universo de Guitarricadelafuente sigue expandiéndose y el fenómeno fans que le sigue, con cientos de jóvenes queriendo ocupar las primeras filas nada más acabar Maestro Espada, aumenta a una velocidad abrumadora. Seguimos en esa fórmula maestra de funambulismo entre tradición y contemporaneidad experimental, y de nuevo con una maestría y sensibilidad fascinante con tan solo 27 años. Álvaro Lafuente, con dos álbumes bajo el brazo, “La Cantera” (2022) y el flamante “Spanish Leather” (2025) que presenta, con una personalidad y energía escénica al alcance solo de los elegidos, firma una actuación sobresaliente, vaciándose por completo en el escenario desde que pisa las tablas con la inicial “Full time papi”. Intercala temas arropados por una potente banda y en solitario, a viva voz, bailando y saltando sin parar, con guitarra eléctrica o con una acústica que suena como los ángeles, sentado en una silla y sobrado de pellizco en “Agua y mezcal”, derramando al siguiente parpadeo una botella de agua con el público encendido. Quedará en el imaginario colectivo del festival ese potro de gimnasio con “Spanish Leather” grabado en su piel, en una maravillosa “Quién teme a la máquina?”, o ese contraluz tras la mampara que lo adivina al fondo del escenario, o en las alturas del mismo… Un directo bien engrasado, pero con esa genialidad que reflota sola y no se puede trabajar, se tiene o no se tiene, y que despliega a lo largo de un repertorio cargado de una poética de altos vuelos y a pecho descubierto, acercándose a la veintena de canciones. De “Babieca!”, a una “Futuros amantes” que respira verano y nuevos caminos, pasando por piezas de su anterior obra, más de raíz y tierra mojada, grabado con Raül Refree, como ese “Caballito” rebosante de duende rumbero o esas “Mil y una noches” en la que ya se intuía el puente perfecto entre disco y disco, pasando antes por una “Mataleón” con acústica, de la que hará saltar chispas primero en una “Abc” coreada por todos que es puro fuego, y luego, solo micro en mano, bailando por cada palmo del escenario en una “Port Pelegrí” con el público completamente desatado.
El final se acerca, pero dejamos la luz encendía “y ahora sueño con que ya vuelvas tú…”, y si no, “mamacita dame alas que me quiero ir a volar” y eso hacemos en una espléndida “Guantanamera”, rasgando su guitarra y sus cuerdas vocales como si no hubiera mañana, y es que, a veces, en Cartagena se alinean los astros y “la vida es tan bonita que parece de verdad”. Y sin darnos cuenta, “nos atrapó la madrugada / hechizada de Tramuntana”, desde las alturas y tocando tierra para sellar una actuación única y, convencidos, sucumbimos, una vez más, al amor de la música. Nos consta que Ortiga montó verbena intergaláctica en el Castillo Árabe, pero yo me despido a cargar baterías con el “Boots of Spanish Leather” de Bob Dylan sonando por los altavoces del auditorio. Mejor cierre para un penúltimo día imposible.
Guitarricadelafuente. Foto: Pablo Sánchez del Valle
Todo lo bueno se acaba… o eso dicen, por esos las clausuras tienen cierto regusto amargo y los tonos grises de las despedidas, pero hoy sábado 26 todo es de color en Cartagena para darle las gracias a Corea del Sur y la bienvenida a Ecuador, el país invitado del próximo año. Además, con mi carnet de murciano de temporá casi en regla, el fin de fiesta se antoja sarao por todo lo alto con arte por los cuatro costaos, de Cádiz a Extremadura, con Sanguijuelas del Guadiana, el G-5 y la mejor de las compañías al mando.
Comenzamos en una Plaza del Ayuntamiento que no pudimos disfrutar en 2021 (la última vez que vine por estos lares y prometo ya solo faltar por causa mayor) y de la que me voy completamente enamorado, hoy sábado con el corazón Boliviano de Luzmila Carpio abierto de par en par, cantándole a los pájaros y a la naturaleza al completo en su lengua madre, el quechua. Más de 25 discos grabados y dedicados siempre a la Pachamama, a fomentar la igualdad y resistencia de los pueblos, con músicos de jazz, clásica, rock o electrónica. Nos gana desde el primer trino de pájaros que nos regala, con sonrisa y mirada agradecida tras cada canción. Con una banda de jóvenes músicos, al violín, guitarra y percusiones, ella es uno más a sus 76 años de sabiduría y fluir, derrochando luz y sensibilidad, cantándole con el mismo amor a los campos de trigo, a los bebés que aún están en el vientre materno o las mujeres. Baila Cartagena bajo los mil colores y aromas de “Tarpuricusum Sarata” y “Warmikuna Yupai”, pasando por composiciones de su último disco de estudio “Inti Watana - El retorno del sol” (23), como esa inolvidable e indescriptible “Ofrenda de los pájaros” o una “Kacharpayita” que hace que la plaza dance al completo acompasada al mismo latido. Y si ya íbamos con “las manos sueltas del volante”, llegamos al Patio del CIM y Clara Ysé, la talentosa nueva voz de la chanson francesa, nos deja “el corazón al descubierto”, derrochando clase y belleza a raudales en cada interpretación, haciendo que la brisa de verano que nos acompaña junto a su música, se quede marcada en la memoria como esos recuerdos que siempre vuelven. Recorre su magnífico “Oceano Noxx” (23), reeditado el pasado año, flanqueada para la ocasión por un pianista y un violinista, dos de sus mejores amigos de siempre y eso se nota en la complicidad y el cariño que desprenden, a medio camino del jazz y la clásica, con una carga emocional e interpretativa que brilla hasta cegarnos. Posee un magnetismo natural y un halo de tristeza y melancolía en su voz, grave y cristalina que, por arte de magia, puede hacer que estalle en alegría y luz contenida al mismo tiempo en cada fraseo. No hay canción que no nos cale, de las iniciales “Soleil à Minuit” y “L’Océan”, a una “Douce” en la que, si cierras los ojos, cualquier preocupación se borra para siempre, o una vibrante “L’Étoile” en la que los tres músicos se funden en el escenario; pasando por una maravillosa versión de “La Llorona” (fue criada por una mujer colombiana, “su abuela de corazón español”, y habla perfecto castellano), con Chavela bajo sus alas, hasta llegar y arder en la “Pyromanes” final. Rendidos a Clara Ysé y agradecidos a La Mar de Músicas por traerla. Si no hubiéramos quedado ahora, nos iríamos con ella y sus músicos al fin del mundo.
Nunca un vestido de cerezas le quedó tan bien a la noche y allá vamos, a “Revolá” con Sanguijuelas del Guadiana “para no perder el camino”, en un Auditorio Paco Martín repleto y en estado de ebullición continua con unos de los grupos más interesantes del momento, derrochando frescura y pisando fuerte desde la Siberia extremeña. Banda revelación que con su debut “Revolá” (25), que vio la luz hace solo un par de meses, abre hoy la velada en la que les sigue un grupo en el que se encuentran muchos de sus referentes, de Kiko Veneno a Los Delincuentes, porque, aunque es indiscutible el rastro en la banda extremeña de músicos como La Plazuela o Estopa (versión de “Me quedaré” incluida que hacen suya), late fuerte también en estas Sanguijuelas el espíritu indomable del mismísimo Miguel Benítez, Extremoduro, Los Chichos y Los Chunguitos. Todo con sello propio, desde Casas de Don Pedro (Badajoz), reivindicando y defendiendo la periferia, lo rural, los pueblos olvidados y la falta de oportunidades para los jóvenes que los habitan. Así, “nos perdemos por las callejuelas” y Cartagena pierde hasta el motor de su cabeza con “La brecha”, para seguir bailando e invocando a la primavera hasta el final, de “100 amapolas” a una “Septiembre” que, aunque el tiempo no avisa y se nos escapan muchas oportunidades entre los dedos, jamás dejaremos que se sequen las flores. No bajan el pie del acelerador en ningún momento, con el público tan conectado y disfrutón que, tras el concierto, un amigo cartagenero me dice que le han encantado los G-5, pero que no han cantado ninguna de las antiguas. Luego se resarcirá con Kiko Veneno y compañía y las risas se alargarán hasta tarde. Pero es que son mucho los himnos que posee la joven banda extremeña y que más de un grupo consagrado habría querido firmar, de la verdad y honestidad de “Intacto” a la reivindicativa, poética y pegadiza “Llevadme a mi Extremadura”, pasando por ese “cantar las penas por si acaso” en la titular “Revolá” que suena hoy más potente que nunca. Tres veinteañeros dispuestos a disfrutar y comerse el mundo, por lo pronto conquistan La Mar en Músicas en su 30 aniversario.
Sanguijuelas del Guadiana. Foto: Pablo Sánchez del Valle
“Cinco sinvergüenzas / en medio de una berza, / sacaron la guitarra / y empezó la fiesta. / Es el G-5, es el G-5, / es el G-5, es el G-5, / aunque tenga mala rima / aquí estamos ahora mismo”. Disfrazados como presos de la “Oh, Brother!” de los hermanos Coen, sale a escena el G-5, forajidos irrepetibles de la música popular: Kiko Veneno al frente, Muchachito Bombo Infierno, Tomasito, y El Canijo de Jerez y Diego ‘El Ratón’ de Los Delincuentes. Fiesta, arte y diversión asegurada a base de desternillantes relatos populares a ritmo de pop-rock y funk rumbero, mucha guasa carnavalera y compás flamenco por cada poro de sus pieles rojas. En la parte delantera del escenario, en medialuna y con el refuerzo de un batería/percusionista y un bajista/contrabajista entre rejas tras ellos, comienzan con “Helsinki” como carta inmejorable de presentación y ya Cartagena se suma a la verbena de cabeza, sin pensarlo dos veces. Casi 20 años de su debut y único disco hasta la fecha, “Tucaratupapi” (06), y casi sin avisar, nos sorprenden con esta suerte de reunión en las alturas y con el segundo disco de G-5 recién salido de la barbacoa, “El que quiera dormir, que se compre una colchoneta” (25). Esta celebración sureña de ritmo tropical y de estar enamorado de la vida, aunque a veces duela, continúa con “El cheque”, zapateo de Tomasito incluido y “ay, ay, ay, ay, ese dinero yo lo quiero coger”, seguida de más “money, money” con otra compañera de surcos, “Quitao”, para intentar luego robar “La moto” que nos habían robao, y llegar al vaivén de calmada psicodelia de “Badajoz” y, antes, “lo que tengas que decir, dilo para siempre”, revuelta al debut con “Calla”. Todos llevando el ritmo con los pies, Tomasito inda house, en la pieza homónima de estos personajes callejeros, “G-5”, para volver con tres más del nuevo trabajo, presentando a héroes de barrio surrealistas de carne y hueso, como “Amilele”, la psicotrópica orgía de voces, a los Beach Boys de Chiclana en “Sancti Petri Boulevard” y una “Querido Javier” con Tomasito derrochando ironía y cachondeo, más un extra del compás que le caracteriza hasta tecleando en una máquina de escribir. Y para terminar de darle rienda suelta al duende jerezano que lleva dentro, una “Pitágoras” por bulerías que él solito se guisa y se come. Y “yo quiero encontrar la felicidad y olvidar el olvido, / yo quiero soñar como un esquimal sin morirme de frío”. Un “Perdío” (“¡perdío, perdío, perdío, perdío, perdío!, / yo sé que estoy perdío de verdad”) coreada por todo el público, seguida de “La oreja baila sola”, un bluegrass con sabor a tarantela y aires de Anatolia que acelera por rumba callejera, con Muchachito al mando y al banjo, y la banda al completo, como en cada tema, en conexión total con el público y disfrutando sobre las tablas de lo lindo. Los fuegos artificiales están al caer, pero el G-5 los adelanta con un buen repóquer ganador, intercalando temas de ambos discos: rumba al poder, Bambino y Peret in the air, en el “El porro”, pasándose, compartiendo y rebujando estrofas, un poco de aire en “Afectado por las galletas”, previo nuevo clímax con la esperada “El vino y el pescao”. Ovación de libro, se van y vuelven disfrazados de indios pieles rojas y Kiko de Sheriff, para terminar por todo lo alto con la cumbre de “40 forajidos” y ese “Vaya sarao” que guarda el tesoro con forma de estribillo que da nombre al álbum: “El que quiera dormir que se compre una colchoneta”, repartiendo, sin parar de cantar en ningún momento, decenas de ellas entre el público, que suben hasta el gallinero y bajan hasta las primeras filas una y otra vez, como si el auditorio fuera, oh sorpresa, mares de música. Con colchoneta regalá, pero sin ganas de dormir, como si de una película de Sorrentino se tratara, nos vamos al Castillo Árabe y el fin de fiesta lo pone la electrónica mestiza de Derek V. Bulcke, con remezclas de Camarón y una bailarina oriental incluida.
Termina un 30 aniversario de La Mar de Músicas para el recuerdo y, de vuelta a casa, con la sensación de que nos quedaron líneas por vivir y escribir, pero con las ideas claras: volveremos para celebrar Ecuador y toda la música que está por venir, con el corazón por delante.
La Mar de Músicas: Foto: Pablo Sánchez del Valle
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